Ya habían pasado algunas semanas desde que descubrí la verdad acerca de David y Diana, actualmente no desayunaba en casa y mucho menos cenaba ahí, podía permitirme engañar a David con la excusa de que tenía mucho trabajo, afortunadamente David no sospechaba de mí, así que podía actuar libremente de momento. Era de mañana cuando salí de casa para ir al trabajo, antes de pasar al trabajo, fui a la cafetería de siempre y mientras desayunaba, llegaron a mi recuerdos de hace mucho tiempo.
Conocí a David cuando tenía 8 años, nuestros padres eran amigos y vivíamos bastante cerca, así que podría considerarse que éramos vecinos, siempre solíamos jugar en un parque cercano a nuestras casas, David siempre me decía que tenía que ser cuidadosa, aunque nunca le hacía mucho caso y terminaba lastimada cuando me caía, recuerdo aquella vez en que David me llevó a sus espaldas por mis descuidos.
—¡Sara!, no te subas a ese juego, ya te dije que está malo —dijo el pequeño David de nueve años.
—¡David!, tienes que subir aquí arriba, está muy alto y puedes ver nuestras casas desde aquí —dijo Sara, subida en un juego de niños.
—Saraa, ya baja te vas a lastimar —dijo David, preocupado.
Luego de esas palabras recuerdo escuchar el sonido de algo rompiéndose, lo siguiente que recuerdo fue ver a David llorando mientras me abrazaba. Ese día me rompí una de mis piernas y no podía caminar.
—¡¡Sara!!, ¡Te dije que te lastimaras!, ¿Te duele algo Sara? —expresó David, mientras entre lágrimas abrazaba a Sara.
—¡David, me duele mucho mi pierna! —dijo Sara, llorando por el dolor.
—Sara tranquila, ¿estoy contigo si?, Mientras yo esté contigo no te pasará nada malo —dijo David, dulcemente mientras calmaba a Sara con un cálido abrazo y caricias en su cabeza.
—¿Lo prometes David? —dijo Sara, suavemente mientras dejaba de llorar poco a poco.
—Te lo prometo Sara —respondió David, calmado.
Luego de escuchar las palabras de David, me sentí muy calmada y todo el dolor se había ido, quizás había sido por la adrenalina o por las dulces palabras de David, solo se que ese día me sentí muy tranquila.
Aquellos recuerdos que llegaban a mí, solo causaban que me sintiera más desconcertada, de niño siempre nos llevamos muy bien con David, por lo que aún no comprendía el porque David había cambiado tanto, y ahora me odiaba tanto que fácilmente podría matarme. Era difícil pensar que un niño tan dulce y amable se convirtiera en un hipócrita de mierda, pero esa era la realidad, mi mejor amigo David ya no existía y mucho menos mi dulce esposo, "ellos se fueron para siempre" fue lo que pensé mientras tomaba un café amargo.
Cuando termine mi café, camine a mi boutique llena de energía, la cuál rápidamente se esfumó. Cuando entré a mi boutique, me encontré a David en mi oficina.
—¡Sara!, por fin llegaste —dijo David, con un tono amable.
—David, no te esperaba por aquí —dije, algo nerviosa.
—Qué pasa cariño, ¿ahora no puedo visitar a mi amada esposa? —dijo David, levantándose de un asiento y acercándose a mi.
—Claro que puedes querido, pero tengo mucho trabajo ahora mismo —le dije, intentando calmar mis nervios.
—No deberías trabajar tanto amor, recuerda que tú cuerpo no lo podrá soportar si te excedes —dijo David, preocupado.
—Tranquilo no estoy cansada —le respondí, segura.
—Esta bien mi querida Sara, me quedaré a tu lado hoy, ¿te parece bien?, ya sabes que mientras esté contigo no te pasará nada malo —dijo David, de una forma extraña.
Sentí una extraña sensación cuando David me dijo esas palabras, por un momento sentí que David lo dijo muy frío y serio, era demasiado extraño pero sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.
—Claro que me parece bien amor —le respondí, mientras lo abrazaba para ocultar mi rostro de miedo.
David solo me abrazó y acarició mi cabeza como siempre hacía, mi cuerpo que estaba acostumbrado a las caricias de David, se sintió relajado. "¡Tonta!, ¡Cómo puedes relajarte junto a la persona que quiere matarte!" Fue lo que pensé mientras David acariciaba mi cabeza, en verdad era una tonta, ya que, cuando David acarició mi cabeza olvide completamente que quería matarme. Luego de un tiempo dejamos de abrazarnos y volví al trabajo, David solo se quedó mirándome mientras trabajaba, ese día sentí ganas de golpearme a mi misma.