No es lo que parece[completa]

Capítulo 1

“Lo siento mucho Azucena, no puedo seguir con esto. Espero que algún día me perdones por dejarte así, que seas feliz”
No podía creer lo que estaba leyendo. Mi novio, la persona a la que quería y en quien confiaba me acababa de dejar con una nota. Con una mísera nota. Después de 7 años de relación, me dejaba tirada. Teníamos planes de boda, íbamos a comprar una casa, y de un día para otro, todo había cambiado.
Fuí corriendo a abrir los armarios y, efectivamente, no había nada suyo allí. Había dejado un vacío enorme en la casa, y por qué no admitirlo, en mi corazón. Después de eso, me pasé días y noches llorando en la cama sin salir. Víctor me había hecho demasiado daño, pero lo que más me dolía era no tener una explicación. ¿Qué había cambiado para que se fuera de esa manera? 
—Azucena, cariño, ¿Quieres algo de comer? ¿Te preparo un chocolate caliente de los que a ti te gustan? —me decía mi madre desde la puerta de mi habitación. 
—No mamá, déjame sola un rato. 
Después de que me dejara Víctor, tomé la mala decisión de irme a casa de mis padres. No soportaba dormir en la casa donde pensaba que iba a formar una familia, pero después de ver el coñazo que me daba mi madre, me arrepentí. Aunque ya estaba hecho, cancelé la hipoteca, metí mis cosas y mi orgullo en una maleta y decidí volver a casa y a mi habitación de adolescente. Sabía perfectamente que no aguantaría mucho ahí. Quiero mucho a mis padres pero me siguen tratando como una niña a pesar de tener ya 23 años.
Mi padre era mucho más tranquilo, no se metía en mi vida y sabía respetar mi espacio, y se lo agradecía mucho. 
Esa tarde recibí una llamada que cambiaría mi vida. Actualmente vivía en Madrid, trabajaba como camarera pero mi sueño era trabajar de lo que había estudiado. Enfermera. Había echado una solicitud para una clínica privada en Alicante y me habían cogido ¡Yupi! Necesitaba ese cambio en mi vida. Dejar atrás todo lo malo y respirar nuevos aires. Además, allí era donde veraneamos siempre y tenía bastantes amigos por lo que no me sentiría sola.
Por la mañana me desperté super ilusionada y empecé a empaquetar mis cosas. 
—Cariño, ¿seguro que quieres hacer esto? Aquí también puedes trabajar, hay muy buenos hospitales y esta es tu vida. —mi madre me miraba con esos ojos suplicantes desde que le había dicho que me iba.
—Mamá, por favor, ya he tomado una decisión. —suspiré cansada de repetirle lo mismo una y otra vez.
—Ya hija, ¿pero no me vas a echar de menos? Además, puede que Vic…
—¿Qué? ¿qué Víctor vuelva? —le interrumpí—. Creo que aún no te has dado cuenta de que me da igual si vuelve o no, no quiero volver a verle en la vida.
—Sara, por favor, deja que la niña tome sus propias decisiones —intervino papá con una sonrisa—. Seguro que le viene bien despejarse y nosotros podemos ir a verla siempre que queramos, ¿no cariño?
—Claro que sí —le puse ojitos de agradecimiento, porque él y mi hermano eran los únicos que me apoyaban en esto—. Además, voy a vivir en vuestro piso, cuando vayáis va a ser como vivir juntos.
—Venga mujer, vamos a dejarle que termine de recoger sus cosas. Azucena, tu hermano Miki vendrá a las 17:00 para llevarte al aeropuerto. Se que es una hora más tarde pero ya sabes lo impuntual que es. —me guiñó un ojo y agradecí tener un padre tan comprensivo.
    
Ya tenía todo listo y me moría de ganas de irme. Mientras cerraba la maleta vi que había una pequeña cremallera abierta. Al meter la mano saqué una foto e inmediatamente me dió una punzada en el corazón. Salíamos Víctor y yo, en el viaje a Ibiza donde me pidió matrimonio. Maldito capullo. Con mucha rabia y unas cuantas lágrimas que no pude contener la rompí en pedazos y me hice un juramento a mi misma. No iba a volver a confiar en un hombre. Jamás. No iba a dejar que me volvieran a romper el corazón, antes lo rompía yo.
Dos horas más tarde, con mi hermano y mi padre dándome muchos ánimos y con mi madre llorando a moco tendido, me despedí de ellos para embarcar. 
—Cariño, recuerda abrigarte mucho y comer mucha fruta. Llámame cuando llegues y cuando te hayas instalado —me decía mi madre mientras me daba un abrazo.
—Si, claro, como se ponga un jersey le va a dar lepra. Mamá, por dios, ¿la quieres dejar respirar? Que se va a Alicante, no al fin del mundo. —mi hermano intentaba ayudarme pero con esta mujer no había manera.
—Luego te llamo, ¿vale? Y vigilame a estos dos que no hagan de las suyas. —la estreché entre mis brazos y me di la vuelta para irme—. Adiós familia, en unas semanas nos vemos.
El vuelo se me hizo super corto y lo agradecí. Tenía muchísimas ganas de ver a mis amigos y achucharlos a todos. En especial a mi amiga Susana. Nos conocíamos desde que llevábamos pañales, y ni el tiempo ni la distancia había conseguido romper esa conexión que tenía con ella. Incluso el verano pasado nos habíamos hecho un tatuaje juntas, el cuál me encantaba.
Al salir del avión allí estaban, Susana con cara de impaciencia y Darío con esa cara de ilusión que siempre ponía al verme. 
—¡Azukita! te he echado mucho de menos. —Darío me dió un abrazo de oso que casi me deja sin respiración. — ¿Estás más delgada, no? eso significa que tengo que hacer mis famosos macarrones con tomate y mucho queso. 
—Yo también te he echado de menos, cielo. A todos. 
Susi me abrazó y después de tantas semanas de lloriqueos, por fin me sentí como en casa.
—Tía, qué ganas tenía de que vinieras. No sabes lo difícil que es controlar a esta panda de vagos yo sola, y siento mucho todo lo que ha pasado —me limpió una lágrima que caía por la mejilla—. Pero ya estás aquí, ¿no? Asique toca cenita en casa.
Ella me conocía mejor que nadie y sabía por todo lo que había pasado. Sus mensajes me ayudaban mucho pero ahora que estábamos juntas todo dolía un poquito menos. 
—Vamos Darío, deja de mirarla con esa cara de bobo y ayuda con las maletas, ¿pero tía, que te has traído? ¿Medio almacén de Zara o qué? —dijo con una mueca al ver las cinco maletas que había traído.
—Sabes que no puedo irme sin mi ropa y mis zapatos. —le acomodé el mechón de pelo rizado detrás de la oreja y sonreí.
—Gracias por venir a buscarme.
El trayecto a mi casa fue un interrogatorio por parte de Darío. Era una persona muy especial para mi. Habíamos salido juntos un par de meses cuando éramos unos críos y después todo había quedado como una amistad de las bonitas. De las que son  sanas y sinceras. Era tan grande como un oso de peluche y sus abrazos siempre me hacían sentir mejor. Recuerdo que a Víctor le molestaba mucho la relación que tenía con él. No entendía que pudiéramos ser solo amigos a pesar de ser un hombre y una mujer.
—Entonces qué, Azukita, ¿Hago mis macarrones? —me interrumpió de mis pensamientos e hice un como si lo hubiera estado escuchando todo el rato.
—Claro que sí cariño, y no me llames así, que luego los demás lo escuchan y me voy a quedar con ese apodo. 
—Así solo te llamo yo, Azukita. —sonrió ampliamente mientras me miraba por el retrovisor—. Y en el fondo te encanta.
—Si, claro, verás cómo lo escuche Alberto, va a tener para gastar bromas durante un mes. 
—Tranquila nena —me dijo Susana mientras se giraba. —Ya le he dicho que te deje en paz por lo menos la primera semana.
Alberto y ella llevaban unos dos años saliendo y se les veía muy bien. Se lo presenté yo y lo demás, bueno, es historia. Se enamoraron locamente y decidieron casarse por sorpresa un año después. Al menos ella lo había hecho. A mi directamente me dejaron tirada.
—Ya hemos llegado. —dijo Darío con entusiasmo mientras aparcaba delante de mi piso.
Lo cierto era que había tenido mucha suerte. La clínica donde había empezado a trabajar no quedaba muy lejos del piso que habían comprado mis padres para pasar el verano, así que al menos me iba a ahorrar el dinero del alquiler. Aunque tenía pensado buscar alguna compañera de piso para compartir gastos, ya que todos mis amigos ya tenían sitio donde vivir.
—Bienvenida a tu nuevo hogar, tía —Susi me dió un beso en la mejilla y supe que iba a estar bien—. Vamos a cenar que ya es tarde y mañana si quieres vengo y te ayudo a colocar todo.



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En el texto hay: infidelidad, traicion, amor

Editado: 18.08.2022

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