No es lo que parece[completa]

Capítulo 31

—Joder Azucena, qué guapa estás. —Alberto me miró de arriba a abajo y me sorprendí de que me hubiera echado un piropo. 

—¿Alberto estás bien? —contesté entre risas —Es raro que tú hagas un comentario bueno. 

—No le hagas caso, que hoy tiene el día tonto —intervino Susi —La verdad que ese color te queda muy bien.

—Tú también estás preciosa Susi. —nos sentamos en la mesa que teníamos reservada y pedimos la comida. 

—Entonces, ¿Cuántos cumples? —preguntó Alberto —¿30? 

—Treinta años en cada teta. —repuse yo 

—Los años no te quitan ese carácter que tienes. —me eché a reír. 

—Lo que no sé es como Susi te soporta. —le reproché

—Por que me deja su tarjeta —bromeó ella. 

—Todas las mujeres sois iguales, solo nos quereis por dinero. —Le puse los ojos en blanco.

—Por eso a mi no me quiere nadie, por que no tengo dinero. —dijo Darío.

—Yo sí que te quiero, tonto. —le dí un beso en la mejilla.

—Eres la única. —el camarero se acercó con una botella de vino y la descorchó delante nuestra. Nos sirvió a cada uno. —Por cierto, ¿Cómo te va el trabajo Alberto? He oído que han despedido a mucha gente. 

—Y has oído bien. Se quieren llevar la empresa a otro país… —De repente, su conversación la escuchaba lejana y a mi se me paró el corazón. 

Un olor muy conocido para mí inundó mis fosas nasales, y la necesidad de saber de donde provenía hizo que alzara la mirada para ver quien se encontraba en la otra punta del local. 

Se me heló la sangre. 

¿Lo estaba viendo de verdad o era un sueño?

No.

Era real. 

A pesar de que había mucho ruido en el local y de que Alberto y Darío seguían hablando, yo solo podía escuchar el latido de mi corazón bombear con intensidad. Sus ojos verdes atravesaron los míos como un puñal y, por un momento, el mundo dejó de  girar. Le sostuve la mirada todo el tiempo que pude, no me podía creer que Marcos estuviera ahí. Por un momento pensé que se iba a levantar y que vendría corriendo a pedirme perdón, y que yo le rechazaría por todo el odio que le tenía, pero no fué así. Se giró para seguir hablando con su prima como si no hubiera pasado nada. Como si no me hubiera visto. 

Había recreado un montón de veces en mi cabeza cómo sería volver a ver a Marcos. Me imaginaba quizá una disculpa, un abrazo o simplemente, un saludo. Que me ignorara de esa manera me dolía demasiado. 

—Tía, —Susi me zarandeó pero yo seguía ausente —¿Estás bien? 

Todos se giraron hacia la dirección en la que yo estaba mirando, porque a pesar de que Marcos hacía minutos que me había retirado la mirada, yo no había conseguido apartarla. 

—Ostias. —murmuró Alberto.

—No puede ser. —dijo Susi con voz temerosa.

—Azucena, ¿Quieres que nos vayamos a otro sitio a comer? —Darío hizo que volviera a la realidad. 

—No. —logré pronunciar.

—¿Estás segura? —preguntó él. —No quiero que estés incómoda, es tu cumpleaños. 

—No pasa nada. —Pero si pasaba. Verlo me había causado una mezcla agridulce en el corazón. Seguía tan guapo y sexy como siempre, pero sus ojos ya no me miraban con el mismo amor con el que lo habían hecho antes. Tenían un trasfondo de odio que no lograba entender. 

Se supone que la que tenía que odiarlo era yo, ya que me dejó tirada. Pero sin embargo, su mirada transmitía eso. 

—¿Para qué habrá vuelto? —preguntó Susi.

—Para la boda de su prima. —le pegué un buen trago al vino e intenté recomponerme como pude. No podía dejar que su presencia me afectara tanto.

—¿Cómo lo sabes? —dijo Darío.

—Porque yo estaba invitada a esa boda. —aunque tenía el estómago cerrado hice un esfuerzo por seguir comiendo de mi plato.

—Creo que es el momento perfecto para que te de mi regalo de cumpleaños —Alberto se levantó y me acercó una caja del tamaño de una caja de zapatos envuelta en papel de regalo. —Es de Susi y mío.

Lo abrí y me eché a reír. 

—Alberto, ¿un vibrador? —saqué el artefacto de la caja y los cuatros rompimos a carcajadas, pero mi sonrisa se esfumó en cuanto noté que Marcos me estaba mirando. 

—¿No te gusta? Es para que te animes un poco, seguro que le sacas mucha utilidad. —dijo él —Mira dentro que hay otra cosa más. 

Debajo del vibrador había una entrada para una sesión de Spa.

—Seguro que con eso te relajas de todo. —afirmó Alberto entusiasmado. 

—No le hagas caso, espero que lo disfrutes cariño. —Susi se levantó y vino a darme un abrazo. 

—Muchas gracias chicos. —cuando me iba a levantar escuché a dos camareros que venían hacia nuestra mesa cantando cumpleaños feliz con una tarta en la mano. 

Me moría de la vergüenza. Todo el local me estaba mirando y al terminar la canción, los comensales empezaron a aplaudir y a felicitarme, a pesar de que no conocía a la mayoría. Todos menos Marcos, claro. 



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En el texto hay: infidelidad, traicion, amor

Editado: 18.08.2022

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