No Estas Aqui

Capitulo 4

Todo iba de manera tranquila, los leves sonidos del motor venían acompañado de suaves vibraciones que no podían ser percibidas si no se le prestará la suficiente atención hacían que la paz permaneciera, al menos por el momento.

Hanna estaba sumergida en su memoria, intentando descubrir la razón de por que aquel hombre misterioso, le parecía tan familiar. Ella no lograba recordar donde o cuándo lo había visto, por otro lado Armando, se encontraba curioso ante tal hombre hasta el punto en que lo examinaba con la mirada, vestía un saco color marrón, y junto a su sombrero del mismo tono le hacían ver como un detective antiguo, su pantalón de tela con un tono gris, le daba el toque misterioso que le faltaba, tenía aspecto de no haber dormido hace bastante tiempo, sus ojos cansados lo delataban, y su cabello alborotado y descuidado no le ayudaban, la misma situación se repetía con su larga barba blanca y su bigote. Su rostro en general parecía estar agotado. Aquel hombre, que parecía tener alrededor de 50 años, veía de forma fija a Armando examinándolo de la misma forma.

—así que tú eres……—pregunto con curiosidad Armando, pero fue interrumpido por el extraño hombre— soy del doctor Laurence —aclaró el hombre con una sonrisa que hace instantes parecía imposible de hacer. 

La furgoneta parecía haber cambiado de dirección, en su interior Armando, Hanna y el doctor Laurence se encontraban hablando:

—¿Así que usted trabajaba en la empresa Attrea, antes de que desapareciese? —pregunto Armando— así es jovencito, usted y yo……—respondió con tono confiado que hizo que Armando se confundiera— ¿Qué quiere decir con eso? —interrumpió Hanna, rompiendo aquel duelo de miradas de los dos hombres frente a ella— sí, el joven y yo estuvimos ahí……. hasta el día que colapsó— respondió el hombre cambiando su mirada de Armando a Hanna.

El tiempo pasó desapercibido, habían estado hablando al menos unos veinte minutos, hasta que la furgoneta se detuvo, luego un sonido metálico se dejó escuchar— bueno, creo que llegamos —anuncio el doctor Laurence dirigiéndose a la puerta trasera del vehículo— ¿Llegar a dónde? —pregunto Hanna intercambiando miradas con Armando— A mi hogar……o lo que queda —respondió aquel hombre misterioso mientras abría la puerta y dejaba entrar a los rayos del sol, cegando a sus pasajeros.

Ambas personas tuvieron que cerrar los ojos debido a la luz que entro con cierta sorpresa, al bajar ambos solo pudieron ver que se encontraban en la cochera de una casa de dos plantas bastante castigada por el tiempo, la cochera ostentaba una puerta metálica bastante oxidada, era señal de que hace ya bastante tiempo que alguien se aparecía por aquí. 

El doctor Laurence los llevo por una pequeña y vieja puerta de madera un tanto deprisa, caminaron por un corredor hasta llegar a una pequeña sala de recepción, el interior de la casa se veía ligeramente más cuidado que su exterior no por la estructura en sí, sino más bien por la impecable limpieza que ahí existía, pues los muebles, aunque muy sobados, estaban muy bien cuidados, al igual que las paredes y los cuadros que estaban ahí colgados.

Al llegar a la sala de recepción, junto a una puerta enorme de madera oscura que seguramente daba hacia la calle, el doctor Laurence dijo: — Amelia, querida ya volví —y la invocada apareció unos segundos después. Una mujer alta y particularmente bella con ojos verdes y cabello rubio apareció de una puerta al lado de las escaleras que daban al segundo piso, su edad debía rondar por los cuarenta, con un vestido gris que realzaba su clara piel, todo esto hacía que se pareciera a una típica madre que acababa de preparar la cena. 

—Bienvenido…. ¿dónde está Jhon? —pregunto ignorando a los dos desconocidos junto al aparente esposo— en la furgoneta, guardando un par de cosas —respondió el hombre de piel blanca, mientras señalaba al corredor de donde habían venido— oh…está bien, ¿y quien es nuestro invitado…. ? —pregunto señalando a Armando de arriba abajo con la mirada— un colega de mi anterior trabajo, y si nos disculpas debemos de hablar de cosas muy importantes en mi despacho —aclaro el doctor Laurence mientras señalaba el camino con su brazo hacia a las escaleras— colega, eh…… —dijo aquella señora con una sonrisa desconfiada— espero que no hagan locuras —continuo mientras se limpiaba sus manos— la comida ya está lista….. —anuncio, pero el doctor levantó sus manos como si se rindiera y dijo: — creo que estaré un poco ocupado…. —la señora mostró una cara furiosa ante tal declaración— será mejor que suban…. esto puede tardar —ordenó el doctor mientras los reclamos de su esposa empezaban.

Ambos jóvenes sólo obedecieron y subieron por las gradas, aun con desconfianza, al llegar a la segunda planta el dúo camino por el corredor viendo detenidamente los cuadros que colgaban en sus paredes blancas, hasta que uno le llamo la atención. Una fotografía donde se veía al doctor y a varios trabajadores a punto de cortar un listón rojo frente a un gran edificio futurista.

—el primer día de trabajo —dijo el doctor Laurence que había subido segundos atrás tomando por sorpresa a los jóvenes— fue el día en que se inauguró Attrea —dijo mientras se paraba frente a la fotografía, en su rostro se podía notar la nostalgia , con un suspiro dio medía vuelta y se dirigió a una de las puertas que se encontraban en aquel corredor— adelante por favor —dijo y seguidamente las dos personas que habían estado silenciosas, entraron con tranquilidad. 

El doctor Laurence se sentó en una silla detrás de su escritorio, su estudio no era nada especial, el escritorio blanco de acero con una computadora del mismo color blanquecino se alzaba orgulloso en frente de unas ventanas enormes que daban a la calle y unas cuantas librerías que adornaban las paredes junto con una pequeña mesa se ubicaba casi en el centro daban la impresión de que este despacho era lo más valioso de la casa. 



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En el texto hay: fantasia, ciencia ficcion, romance

Editado: 10.04.2021

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