Capitulo 12

Un grito procedente de la cocina rompe la tranquilidad, aquel grito surgido de un lastimado doctor Laurence se esfumo al instante ya que fue reemplazado con chorros de sangre que se esparcían por el piso a cuadros de la cocina, una sangre extrañamente brillante, aunque lo verdaderamente raro era que toda su sangre derramada se veía como si recién hubiera salido de su cuerpo cuando el doctor supuso que había dormido por horas.

Luego de batallar consigo mismo logró ponerse de pie, el improvisado vendaje hecho con restos de ropa no ayuda en lo más minino, y el dolor aun atormenta su mente y cuerpo. De la nada, el recuerdo del momento del ataque salió a relucir en su cansada memoria, pero lo que más destacaba de la escena que de tan solo recordarla le causaba dolor era el color rojo reluciente, aun mas que la misma sangre.

Tan pronto recordó esto, su cabeza tomo resentimiento haciéndole sufrir mareos inmensos, el desdichado doctor trataba de estabilizarse de algún modo, la escena se volvió aún más extraña pues la luz parecía escaparse de sus ojos, hasta que lo dejó en completa oscuridad, o al menos eso es lo que sucedía para el. Cuando por fin el mareo pasó y su vista se aclaró, se encontró parado enfrente de un escritorio blanco, en una oficina que reconoció gracias a un cuadro colgado en el centro de una pared, un cuadro que él mismo tenía en su propia casa.

Sorprendido, pero también un poco aterrado, desliza la mirada por toda la oficina blanca, apenas acababa de comprender lo que ocurría cuando una señorita que por como vestía cualquiera diría que era la secretaria, entro con calma deteniéndose justo en frente del doctor que empezaba a sudar por la herida.

—Señorita Hernández —escucho decir atrás suyo, inmediatamente reconoció la voz, no podía equivocarse, al darse la vuelta quedo sorprendido al verse a sí mismo sentado en la silla que jamás olvidaría.

En ese momento el doctor se dio cuenta que estaba soñando, que en realidad no despertó, dándose cuenta que la sustancia roja era una especie de droga. Aun con toda esta información no logro comprender el objetivo de lo que pasaba, de un momento a otro la secretaria se dirigió a la puerta de cristal y cual sirvienta la abrió, dando paso a un joven que el doctor reconoció de inmediato. Era Armando.

—Un gusto conocerle señor Armando —dijo el antiguo doctor Laurence— el gusto es mío —respondió Armando emocionado— ¿para que me llamo? —continuo el joven— necesito que hagas algo por mi —exclamo entusiasmado el doctor— vaya, ¿que necesita?  —pregunto Armando con amabilidad— hace unos días te metiste en los laboratorios de bioseguridad nivel 5, ignorando los sistemas de seguridad y protocolos de bioseguridad,  y eso no es todo, manipulaste un objeto que hasta entonces había matado a todo aquel que se atrevió a siquiera acercarse —anuncio el doctor pero se detuvo como si espera alguna pregunta de Armando, pero este no dijo nada en cambio lo miraba de forma desconfiada— ¿no me disculpe lo suficiente? —pregunto Armando rompiendo el silencio que había impuesto el doctor quien solamente se limitó a sonreír y a servirse una especie de licor de su escritorio— las disculpas no son requeridas —dijo antes de beber su trago, Armando no lograba comprender, el doctor notando aquello continuo con su propuesta— necesito que investigues la gema —sentencio el doctor para volver a darle un sorbo a su trago.

La escena se vio cortada por una especie de humo blanco que salía desde el escritorio y envolvía a ambos doctores, basto que aquel humo blanquecino envolviera los ojos del doctor para que al instante siguiente se encontrará en un pasillo frente a una rectangular ventana— ¿cuales son los progresos? —pregunto la voz de Roberto al doctor Laurence que estaba justo a su lado— buenos, descubrimos por que el amuleto impulsa a todos al suicidio, también tenemos progresos con la sangre azul —afirmó el doctor sólo para detenerse  un minuto para presionar un botón del control que sostenía en su mano.

Al instante el cristal fue reemplazado por unas imágenes que se proyectaban frente a los ojos de los dos hombres— la conexión con el amuleto es sorprendente, como si fueran una especie de rompecabezas, cuando la sangre azul se acerca al amuleto este se trasforma en un conductor y no afecta a nadie a su alrededor, debido a esto pudimos investigar el por qué, aunque aún no lo sabemos la verdadera razón, sabemos que se debe a la cantidad de energía de la sangre  —el doctor quería seguir su extraña explicación, pero se vio interrumpido por Roberto— ¿energía? —preguntó el hombre mientras dirigía su mirada al doctor— sí, la sangre de Armando, la sangre azul, es diferente debido a que contiene una cantidad de energía eléctrica, aún no sabemos cómo es eso posible y aunque esa energía es débil, tanto que ni siquiera sirve para encender un foco pequeño, es la llave para que el amuleto se………….desactive —finalizó el doctor  haciendo que el cristal volviera a la normalidad— ¿eso es todo?, ¿sangre eléctrica y una piedra que obliga al suicidio? —pregunto un tanto enfadado Roberto lo que provocó una pequeña risa en el doctor— creemos que la “piedra” se puede convertir en una poderosa arma química, capaz de matar a cualquiera, eliminaría poblaciones enteras en un día, sembrando el caos y el terror —aseguró el doctor orgulloso, Roberto en cambio no mostró ninguna emoción excepto una pequeña muestra de satisfacción— y con respecto a la sangre azul, según nuestros estudios la pequeña energía que corre junto con la sangre es ilimitada, si logramos multiplicarla podremos generar energía ilimitada, imagínese que una sola batería del tamaño de mi dedo sea suficiente para alimentar a toda una ciudad por más de diez años —continuo el doctor mientras miraba la frialdad en el rostro de Roberto— ¿y cuanto tardara en dar frutos? —pregunto Roberto con un enorme suspiro— esperamos que, en unos meses, aunque Armando no sabe lo que haremos con su investigación —exclamo el doctor, Roberto empezaba a caminar por el pasillo dando fin a la plática, y cuando estaba a punto de entrar en un ascensor dijo: —que siga así —.