Una niña ronda los pasillos de aquella enorme casa, como de costumbre empieza a llorar sentada en la sala, triste por el abandono de sus familiares.
La niña viste de blanco, sentada en un sillón da gritos desgarradores que resuenan por toda la propiedad. Todo está muy oscuro a no ser por una pequeña luz que entra por un pequeño agujero en el techo, dándole un aspecto tenebroso al lugar.
Todas las noches deambula por aquella casa, llora y ríe sin sentido.
Los llantos de aquella niña se intensifican conforme avanza la noche, cada vez se vuelven más tenues, mas espeluznantes.
Parece que aquella niña está sola, pero no es así, hay alguien más.
Aquel se levanta al escuchar los gritos. Camina por los pasillos de la casa buscando quien hace aquellos espantosos ruidos.
- ¿Quie, ¿quién anda ahí? – pregunta.
Nadie responde. Solo se logran escuchar más llantos y risas.
Se da cuenta que los sonidos provienen de la sala, toma un poco de aire, se arma de valor y decide ir averiguar quién es. Tiembla, tiembla mucho.
Poco a poco se va acercando, cada vez escucha con más claridad los lamentos, ¿Qué es esto? – se pregunta tratando de tranquilizarse.
Al entrar en la sala una luz se enciende. Es la luz de una vela colocada en medio de la sala, no se puede ver con total claridad, pero la luz permite que aquel pueda notar el sillón que está en la sala.
El sillón esta frente a una de las paredes. Parece que alguien está sentado allí. Presta atención y se da cuenta que efectivamente el llanto que escuchó viene de aquel sillón.
Despacio va acercándose aquel mueble, poco a poco. Ya está detrás de él, pero no puede ver nada aún.
- ¿Quién eres? – vuelve a preguntar.
Nadie responde nuevamente, solo continúan los sollozos.
No tiene alternativa, tendrá que voltear aquel sillón.
Extiende su mano hacia el sillón, la coloca encima de él. Su respiración empieza agitarse, su mano no deja de temblar, cada parte de su alma le pide que no lo haga, le grita.
Pero debe descubrir que pasa. Ya hace días que escucha lo mismo todas las noches. Llantos, lamentos, y hasta risas que le erizan la piel.
- Por favor ayúdame – reza a Dios.
Toma aire. Y de un solo golpe gira aquel sillón.
Cae al suelo. No puede creer lo que ve.
Una niña esta allí, con los ojos llenos de lágrimas, su mirada parece perdida. Su corazón aun palpita con rapidez. Su respiración poco a poco va recuperándose.
- Eres tú – respira aliviado, pero aún con miedo.
No le contesta.
La niña permanece inerte en aquel sillón, sus llantos cesan.
- Oye, empieza a decirle, ¡despierta!, ¿Qué haces aquí? – le grita moviéndola constantemente – despierta hermanita.
La niña despierta, se limpia las lágrimas, se da cuenta de la presencia de su hermano.
- ¿Dónde estoy? – le pregunta.
En la sala hermanita, no sabes el tremendo susto que me acabas de dar. Casi muero.
La niña no entiende nada. ¿pero que pasó aquí?
- Eso es lo que yo me pregunto – le dice su hermano. ¿por qué estabas llorando?
- No lose – responde.
Lo último que recuerdo es que desperté en mi habitación, tenía mucho miedo, todo estaba oscuro. De pronto ella apareció. Pensé que estabas de guardia hoy. Cuando llego empecé a tranquilizarme, a menos ya no estaba tan sola. Ella me acompañaría.
Su hermano la observaba preocupado, no entendía de qué hablaba su hermanita. En aquella casa solo vivían los dos, nadie más. Tuvo miedo.
- Me dijo que al igual que yo estaba triste y sola – prosiguió. Le conté que yo no estaba sola, quizás triste sí, pero no sola, pues te tengo a ti. Me dijo que no te tendría por mucho tiempo, al oír sus palabras me desespere, recordé de nuevo lo que habíamos hablado durante estas últimas noches.
– No puedo - le dije – él y yo siempre estaremos juntos. Se empezó a reír.
Su risa era en realidad aterradora, me daba miedo. Sus ojos me miraban como con odio, había maldad en ellos, en el tiempo que llevo conociéndola nunca me había dado cuenta de lo espantosa que es. Siempre fue amable y dulce, me contaba historias. Me hacía compañía cuando tú ibas a trabajar.
Pero esta noche en verdad me dio miedo, le dije que se marchara que no quería mas que viniera, me miro con odio y una sonrisa aún más espeluznante se dibujó en sus labios.
Su cara empezó a transformarse, era horrible, su voz se hacía cada vez más gruesa, empezó a reír como loca. Sus brazos empezaron a alargarse, sus dedos estaban deformados, sus uñas eran grandes como cuchillos.
- Tenía mucho miedo, pensé que me lastimaría – comento y empezó a llorar. Su hermano la abraza aun atónito por todo lo que está escuchando.
- ¿Qué sucedió? ¿Cómo es que terminaste aquí? – le pregunta.
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Editado: 25.05.2020