No fue otra noche loca

Capítulo Diecinueve

Sentía una fuerte opresión en mi pecho, Norbert era como un abuelo para mí, habíamos pasado tanto tiempo juntos, me había dado sus consejos muchas veces e inclusive se había preocupado por mí. Me dolía demasiado.

Tragué saliva, evitaba a toda costa que una lagrima necia saliera de mi ojo. Inmediatamente me hice a un lado y le pedí a la señora que pasara, tenía que llamar a mis padres y avisarles de la tragedia, Laín no decía absolutamente nada, solo se quedaba quieto.

Una vez que estuvieron sentados en la sala fui a ala cocina por un vaso de agua y se lo di a la Señora, en ese momento Laín rompió el silencio.

— No logro comprender, ¿Qué fue lo que sucedió?

Con voz entrecortada y a penas inaudible respondió.

— La librería se incendió. Norbert no alcanzó a salir, cuando llegaron los bomberos fue demasiado tarde.

¿Incendiarse? Eso no era posible.

— Disculpe que pregunte, pero ¿Cómo inició el fuego?

— No lo sabemos aún—la señora soltó en llanto.

Laín permanecía con la cabeza agachada, intenté mirar sus ojos, pero no podía, quise acercar mi mano hacia él, pero su mamá me ganó.

— El abuelo a pesar de su edad estaba lleno de vida, pasó su vida entera en esa librería y ahora…los perdimos a ambos.

Laín apretó el puño y alzó la cabeza, su mirada se había tornado oscura, sus ojos no tenían vida alguna.

La librería la leyenda era la única sucursal del mundo y ahora solo se había convertido en eso, en una leyenda.

Me disculpe y fui a la cocina para avisarle a mi madre y cuando llegara no tuviera la sorpresa, tomé el celular, marqué e inmediatamente respondió.

— Mamá, tengo que contarte algo.

— Ya lo sé, estoy con el padre de Laín, ahorita que lleguemos a la casa hablamos Sofí— y sin más colgó.

Escuché como la madre de Laín alzaba la voz así que me dirigí nuevamente a la sala. Laín estaba sentado igual mientras su madre gritaba en el teléfono.

— ¡No me importa cómo le haga, busque la causa del incendio!

Me acerqué a él susurrándole un <<Lo lamento>> simplemente me miró, el vacío en sus ojos era desgarrador.

Cuando su madre colgó se acercó a nosotros.

— Tengo que irme—Laín hizo el ademán de levantarse—. No, tu quédate aquí, volveremos pronto.

— Quiero verlo, madre.

— Y lo harás, pero aún no Laín—me miró—. Te lo encargo, Sofí.

Los minutos trascurrieron y Laín no decía nada, no se movía si quiera estaba ido.

Cuando la madre de la amiga de mi hermana la trajo la mandé a dormir inmediatamente, Laín y yo seguíamos sentados en la sala, nos la pasamos en el Sofá toda la noche despiertos, su madre no quiso que Laín se involucrara y mis padres le ayudaron hacer todo lo que necesitaba. Dijeron que enterrarían las cenizas de Norbert en la ciudad donde ellos se encontraban, así que querían hacerlo esa misma noche.

Laín no decía nada y realmente no sabía que hacer para animarlo porque sentía su dolor, me dolía verlo así.

— No lo vi, no lo vi desde que me fui de aquí hace meses. No obtuve su perdón Sofí, no lo hice—me miró, sus ojos estaban vidriosos—. Lo decepcioné, le desobedecí, el me dio mucho en mi vida, el me enseñó mucho y la última cosa que se llevó de mi fue una idea errónea, no lo pude ver y decirle cuanto lo quería y que realmente estaba arrepentido.

Y entonces se desmorono en mis brazos. Lloró, lloró con todo el sentimiento. Estaba expuesto por completo ante mí.

Jamás en mi vida había visto a un hombre llorar de esa manera y la imagen de Laín quedaría por siempre en mi mente, de algo estaba segura, no quería volver a verlo así nunca, mientras estuviera en mis manos tenía que evitar que de alguna forma sufriera.

A veces el silencio es lo mejor y este momento era uno de esos. Debía dejarlo desahogarse por completo.

Después de un rato se recompuso.

— Lo siento, pequeña— lo miré confundida. —Soy hombre Sofí, a mi enseñaron que nosotros no debemos llorar.

— ¿Pero quién te dijo esa estupidez?

— Solo no le digas a mi padre que pasó esto ¿sí, pequeña?

Asentí, no tenía por qué hacer eso. Cuando el reloj dio las cuatro de la madrugada mis padres y los de Laín llegaron, mi madre les ofreció un vaso de refresco y estos aceptaron, se dirigió a la cocina mientras mi padre los invitaba a sentarse en la sala.

Miré al padre de Laín, en el me di cuenta cómo sería Laín de grande, eran idénticos… realmente era un hombre imponente y su cara era seria, daba un poco de miedo.

Mi madre llegó y les dio los vasos. Después se sentó a lado de mi padre.

— Lamento que nos hayamos conocido de esta manera, Sofí— dijo su madre apenada—. Creo que tu no me recuerdas, pero yo a ti si, eres una muchacha muy linda.

A penas iba a hablar cuando Laín me interrumpió.

— ¿Ya saben que fue lo que pasó?

La madre del negó.

— Era un anciano decrepito, muy apenas recordaba donde dejar las cosas seguro se olvidó de apagar algo y eso fue lo que provocó el incendio. — dijo el padre de Laín dándole un sorbo a su vaso.

La mirada de todos se centró en él.

— Guarda respeto, padre. — espeto Laín molesto.

— Genial, ahora te quieres poner de santo a defender al anciano muerto.

Mis padres y yo nos miramos, yo iba a hablar, pero mi madre me lanzó una mirada. Era mejor que no me metiera.

— Ojalá el que se hubiera muerto fueras tu.

— ¡Laín! — gritó su madre— Cuida tus palabras.

El padre de él se levantó del sillón y se dirigió hacia mis padres.

— Creo que es hora de partir, lamento que hayan presenciado esto, gracias por su hospitalidad. — se volteó a mirarme y sonrió...la misma sonrisa que Laín solo que viniendo de él, no era agradable—. Un placer conocerte, Sofí.

Se dirigieron a la entrada, mi madre abrió la puerta y se despidieron. Trataríamos de ir en unas horas para despedirnos de Norbert como era debido. Me acerqué con Laín antes de que dijera algo el habló.



#305 en Joven Adulto
#1733 en Otros
#475 en Humor

En el texto hay: romance, romance drama humor

Editado: 28.01.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.