No me digas adiós

Capítulo 49

Sábado 15 de septiembre

En el interior del estadio continúa la algarabía entre los asistentes, ajenos a aquel pequeño altercado entre dos muchachos. Incluso los que vieron de primera mano la pelea empiezan a olvidarse del asunto. Para ellos no tiene ninguna importancia. 

Uno de los protagonistas del pleito, un chico que dos desconocidos alejaron del tumulto, se encuentra en esos momentos en el exterior del estadio. Está en camiseta sin mangas pues usó la playera para limpiarse. A excepción de la boca, no le duele ninguna otra parte del cuerpo. Aunque lo de la boca es más molesto que doloroso. ¡El maldito le rompió el interior de la mejilla y las encías! ¡Lo que le costará comer los siguientes días! No importa, con suerte le arruinó la nariz al imbécil de Matías. También da por sentado que después de besar a Karolina esos dos ya no tendrán nada que ver.

Una sonrisa de satisfacción asoma a sus labios, que hace cesar de inmediato porque le molesta la mejilla reventada.

―¿Se puede saber qué carajos hacías?

No vio que su primo (primo segundo, pues los que son primos hermanos es el padre de uno y la madre del otro) llegaba por detrás. Ya se ha quitado la vestimenta de vaquero y aparcó el coche no muy lejos de donde él está sentado sobre su moto.

―¡Mira quién habla! ―replica Rafael―. El que hace dos días le reventaron la nariz. Me apuesto lo que sea a que esa venda en tu nariz es para ocultar un moretón. Y mira lo que son las cosas, por la misma chica. ¿No es curioso?

―¡Últimamente quieres apostar por todo! Y no, no es curioso. Lo que es, es que eres un obcecado cabeza dura.

―Ojalá también tuviera así de dura la mejilla, no me la hubieran reventado. Por cierto, me debes una apuesta.

―Debí suponer que no te habías olvidado de esa tontería. Hace ya casi un año de eso, honestamente ya no la recordaba.

―Ocho meses y medio.

―¡Vaya! Al menos para las fechas sí te sirve la cabeza. Porque para otras cosas está visto que no.

―Ahora que lo pienso, ¿qué mierdas haces aquí? ¿Desde cuándo te preocupas por mí?

―¿Y quién dijo que estoy preocupado por ti?

La mirada entre primos no es amistosa. Son familia, pero como si no lo fueran. Sus padres no se hablan y ellos apenas se toleran. En parte por una vieja rencilla referente a una herencia que la madre de Rafael no recibió y que según se quedó el padre de Alfredo, dinero que este trabajó hasta enriquecerse mientras que la familia del otro no deja de ser una típica familia promedio. Por otro lado, sus caracteres son incompatibles.

―¡Vete a la mierda! ¡Págame lo de la apuesta y lárgate!

Alfredo se cruza de brazos y sonríe. Él no lo está pasando bien, pero desde luego es muy gratificante ver sufrir al imbécil de Rafael.

―Sabes, si a mí alguien besa a mi chica, lo mato.

―Tranquilo, no voy a matar a ese idiota. Suficiente con lo mal que se los hice pasar hoy. ¿Cómo sabes que la besé?

―Uno tiene sus fuentes.

―Por eso es que te odio, siempre te las tienes que dar de prepotente. Entiende que no eres superior a nadie. ¡A nadie!

―Su tú lo dices ―Alfredo se encoge de hombros con desenfado.

Durante un momento la tentación de Rafael por abalanzarse sobre su primo es casi dolorosa. Pero se obliga a tranquilizarse, si se enfrascan en una pelea puede dar por perdido el importe de la apuesta. Aparta el rictus de su boca y también sonríe, aunque le duele.

―Sé que aparentas tranquilidad, pero también te reconcome que ese tipo te haya ganado la chica. Cuánto tiempo fuiste su amigo, ¿ocho meses y medio?

El gesto de autosuficiencia de Alfredo desaparece. Una pequeña Victoria para Rafael.

―Cuando la conocí bien, deseché la apuesta ―reconoce Alfredo. No entiende por qué se sincera con su primo más odiado―. Me cayó bien de verdad, además de que es muy bonita. Sabes que yo no he tenido ninguna novia formal, y hace ocho meses tampoco quería una, pero tampoco quería destrozar el corazón de Karolina. Era tan buena ¿sabes?, pero claro, tú no llegaste a conocerla.

»Así que no me importó perder la apuesta sobre si podía o no conquistarla, y me conformé con ser su amigo. Luego me alejé un poco y apareció ese tal Miguel. Fue cuando empecé a sentir celos y me di cuenta que me gustaba en serio. Después fui de paseo al norte y casi me olvidé de ella.

»Al volver y enterarme que no tenía novio, vi mi oportunidad. Estaba listo para tener mi primera novia formal, la primera que presentaría a mis padres. Pero ya ves, nada salió cómo esperaba. Y si quieres sinceridad, sí, me reconcome que su amor lo haya ganado otro. Sobre todo, porque yo pude ofrecerle todo.




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