No me doblegaré #1 Saga Pasiones Ocultas

Capítulo 8: Amantes

¡Menos mal que has venido! - le dijo Amanda en cuanto la vio -. Nos tenías preocupados. Esa nota...

- Dejadme que respire- había corrido un buen tramo y necesitaba respirar. Miró a sus amigos que estaban pendientes de ella y de su explicación.

- ¿Qué ha pasado, Cassie? - preguntó Robert con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

- Ha sido ... - por unos segundos recordó el beso y el rostro se le puso color rojo como la grana - que dos tipos me habían confundido por una mujer de vida alegre.

Amanda gritó indignada y dio una patada nada femenino al suelo.

- ¡Cretinos! 

- Dime quiénes son y les daré una paliza - Cassie miró a su amigo y negó con la cabeza. No sabía sus nombres.

- No sé sus nombres, Robert. ¡Por favor, no enfadéis! - intentó tranquilizarles.

Robert soltó un bufido, señal que no estaba conforme mientras su amiga fruncía el ceño y la miraba detenidamente. Se acercó a ellla y puso los ojos abiertos.

- Llevas un abrigo...¡De hombre! - exclamó escandalizada - ¡Dios mío!

- Shhh - echó una mirada hacia atrás, menos mal que la calle estaba desierta -. No grites. 

- Pero llevas una prenda masculina - Amanda aún seguía escandalizada -¿Es de uno de ellos? ¿Cómo lo tienes?

-¡Amanda! - le cortó Robert su interrogatorio, cosa que agradeció la otra joven - Ahora eso no es lo que nos preocupa - dijo Robert razonadamente -. Tenemos que irnos de aquí no vaya ser que esos hombres vuelvan. Es la hora de volver al internado.

Aunque no quería volver a las frías paredes del internado, tenía razón su amigo.

- Vamos - le dijo. Amanda asintió y los tres tomaron el camino de vuelta. 

Gracias a Dios que no se encontraron con más personas. Ya por esa noche habían tenido bastante con encuentros indeseados. Cassie aún guardaba en el recuerdo el beso de ese joven. Al menos sabía su nombre:

<<Matthew>>. Recordaba como esos ojos negros como el hielo se habían convertido en chispas cálidas cuando le había robado de su boca un beso tierno y delicado . Había sido totalmente inapropiado. Debería haberle dado una bofetada por su descaro, sin embargo... Inconsciente se tocó los labios helados. Nadie le había besado hasta ahora. Pensar que era el primer hombre que besaba le llenaba de sentimientos encontrados.

No debería ocurrir de nuevo. Además, estaba por otro lado su pretendiente. No podía traicionarle de esa manera.

- ¿Qué piensas? - le preguntó Amanda más tranquila y sin soportar más el silencio entre las dos.

- En el frío - no quiso decir más y se arrebujó en el abrigo. Era raro pero sentía un agujero en su interior y quería llorar.

La otra joven no preguntó aunque se extrañó de la respuesta escueta de su amiga.  Siguieron caminando. A la  vuelta de la esquina se veía el internado Mayfield Saint Leonard. Esperaban que sus  compañeras de habitación siguieran durmiendo.

 

En un lugar de Devonshire.

- ¿Te vas tan pronto? - le llegó la voz de su amante. Ocultó una sonrisa y lo miró por encima del hombro.

- Sabes que sí me tengo que ir. Mi marido sospechará si regreso  a casa más tarde de lo normal, de mi supuesta visita a tu mujer. No creo que le haga gracia que me retrase.

Se colocó el vestido sin problemas y se peinó el pelo sin necesidad de una doncella. Miró a través del espejo como su amante se acomodaba como un gato perezoso en la cama. Para su  cuarenta y cinco años, era bastante varonil y atractivo.

- Aunque me gustaría que te quedaras, tienes razón - dijo con fastidio.

La mujer estaba preparada para irse.  Fue hacia hasta él y  le dio un beso en los labios, que el hombre aprovechó para besarla con más profundidad.

- Basta - se apartó con el deseo bullendo por las venas -. Debo irme.

- Espera - la duquesa Werrington se dio la vuelta justo cuando abría la puerta, atenta a lo que le iba a decir -. Mi hijo os hará una visita mañana, pretende que vuestro marido le dé la aprobación para cortejar a vuestra hija.

- Mi hija Diane está fuera de cuestión - no pensaba casarla con ese chiquillo. Su hija merecía alguien con más clase y más dinero (añadió para sus pensamientos).

- Tranquila, no es Diane. Sino tu otra hija.

La duquesa ante la mención de su hijastra se le cambió la cara. Él no le pasó inadvertido. Sabía de buena tinta la mala relación que las dos llevaban.

- ¿Cómo pude seguir interesado en ella después de estos cincos años sin verla? - dijo con cierto sarcasmo - Y más cuando tomé la decisión que no se vieran más por ese beso impúdico que presencié en tu casa.

El hombre hizo una mueca. Sabía que era difícil plantear el posible cortejo de su hijo Peter con Cassandra. Se levantó sin vergüenza alguna y se puso la bata sobre el cuerpo desnudo.

- Además, mi hijastra - recalcó esa palabra -. Últimamente no se ha comportado como una dama debería ser.




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