La joven Werrington se reunió con su familia y la que iba ser su familia política en la cena. Intentaba que el chal se mantuviera en su sitio pero por desgracia suya se deslizaba hacia abajo. Más de una vez había pillado al hombre que tenía a su derecha, amigo del señor Howard mirando descaradamente a su escote. Intentó ser educada pero lo que más quería era clavarle el tenedor en la mano.
- Lord Cadwell - el aludido carraspeó -. Le pediría por favor que mantuviera su atención en su mujer que en mi persona.
- Lo siento, si la he ofendido - dijo pero no mirándola a los ojos.
Cassie se echó de nuevo el chal por los hombros tapando una vez más su escote.
La cena le fue interminable precisamente por los problemas que le traían el dichoso escote y porque no toleraba el enamoramiento de su hermano hacia su prometida. ¡Pensar que su futura cuñada le podría haber hecho un gran favor ayudándola con el vestido, en realidad había sido un total desastre! Para el colmo de los colmos. Sus emociones estaban a flor de piel. En más de una ocasión se había visto a si misma buscar con la mirada a su primo. Verlo con aquella mujer que había visto antes, le creaba un mal sabor de boca. Parecían contentos y cómplices. Como si se conocieran de toda la vida. Eso le producía un poco de malestar. Si era sincera, diría que le molestaba mucho hasta tal punto que, cuando se acabó la cena, se excusó de tener una horrible jaqueca para irse a la habitación de invitados.
Ignoró la mirada acusatoria de su madrastra, ella vería siempre mal cualquier gesto que hiciera. Poco le importaba hasta esta altura.Incluso, si ofendía al señor Howard o a su hija tampoco le importaba. Aunque esta última la trató convencer que se quedara más tiempo porque luego habría juegos, según ella, muy "divertidos"para las damas casaderas, se negó con rotundidad.
En cuanto subió a la habitación que se le había asignado a ella para pasar la noche, cerró la puerta a cal y canto.
-Soy una estúpida – ni siquiera ella misma se entendía. Se sentíatan mal que se sentó en la alfombra persa que adornaba el suelo -.He atraído a más moscardones que a...
Se mordió el propio labio antes de pronunciar su nombre. Se moría si lo pronunciaba. Pero ya su corazón se ocupaba de recordárselo con cada latido.
Alguien tocó la puerta y esperó que no fuera la señorita Howard. Se sorprendió cuando, al abrir la puerta, una joven que no conocía se presentó con una sonrisa en los labios. Llevaba un vestido largo en las manos.
- Lo siento por molestarla, pero he venido para ayudarla- Cassie receló de la buena disposición de la joven.
- No sé quién es usted.
- ¡Qué descortés soy! Me llamo Melissa Maloy - le tendió una mano que la otra aceptó sin recelo -. No me conocerá, pero yo sí. Mi tía-abuela es su nana.
- Ohhh, no lo sabía - se avergonzó por haber desconfiado -. Encantada. Pase, nana se enfadaría conmigo por despachar así a su sobrina.
- Me he enterado de tu situación. Tome - le prestó la vestimenta.
- No, no se tenía que haber molestado.
- Tenemos la misma edad, no me tutees - añadió y ambas sonrieron -. Mañana le será útil. Este le vendrá bien porque creo que tenemos la misma talla.
Cassie se fijó que era de baja estatura. Igual que ella.
- Gracias - era sincera -. No sé si ha ido un milagro de Dios que me ha escuchado o eres mi hada madrina.
Melissa se rio.
- Realmente la señorita Howard no tiene buen gusto.
Coincidía con ella.
- Bueno la dejo, mi marido me está esperando.
- ¿Está casada? Nana no me había comentado nada.
- Porque ha sido hace poco. Bueno, espero verla mañana - le dio dos besos y se despidió - Buenas noches.
Buenas noches - sonrió.
Después de no ver a Amanda y a Robert, y el hecho que Diane se fuera, se había sentido muy sola. Ahora, Melissa le había ayudado mucho al prestarle uno de sus vestidos. Intuía que serían buenas amigas.
Cassie al igual que las anteriores noches le estaba costando dormir. Intentaba por ejemplo contar ovejitas, ranas, cualquier animal que se le ocurría hasta cien. Pero le era imposible, y más, en la cama que dormía no era blandita, ni confortable
Iba a pasar una larga noche. Sin mantenerse quieta, decidió salir de la cama y recorrer la mansión de los Howard. Se imaginaba que estarían todos los invitados durmiendo así que era la oportunidad perfecta para vagar por cada rincón de la casa. Se puso una bata. Agradecía a su nana que hubeieraañadido en la bolsa de viaje. Cogió un candelabro con una vela encendida y con cuidado abrió sigilosamente la puerta. Estaba totalmente a oscuras y no se escuchaba el mínimo ruido.
Anduvo descalza a pesar que las baldosas del suelo no estaban precisamente calientes, ni tibias. Si al menos fuera a la biblioteca y cogiera un libro para leer mitigaría la falta de sueño, sería estupendo para ella... Cuando fue a tomar dirección contraria empezó a escuchar pisadas fuertes. Se asustó pero tuvo el rápido reflejo de buscar un buen escondite. Lo que no pensó que el destino le jugaría otra mala pasada. Se adentró en otra habitación, que pensó que estaría desocupada.