El evento más esperado y ansiado por parte de la sociedad había llegado. Hoy era el día que se casaban el hijo del duque Werrington con la señorita Howard. Los invitados del enlace se habían puesto sus mejores galas, las damas luciendo sus coquetos vestidos con extravagantes decorados en el pelo; los caballeros con sus trajes negros y chalecos a juego. Todos los invitados estaban expectantes ante el desarrollo de dicho acontecimiento.
- El día más feliz para unos pero gris para otros - murmuró Cassandra desde su balcón viendo la llegada de carruajes a Devonshire. Desde a primera hora de la mañana los duques estaban recibiendo los invitados. Se podía escuchar el jolgorio que estaba montando la gente de abajo.
Cassandra dejó de ver el panorama y volvió a su solitaria habitación, se detuvo enfrente del espejo observando su vestimenta de color rosa pálido. Parecía más un vestido de una debutante queel de la hermana del novio. No le causaba ilusión la boda de su hermano. Para ella no era una celebración especial y ni estaba encantada con que su hermano se casara con esa cabeza de alcornoque que tenía de cuñada.
Se marchó de su cuarto y fue directa a la habitación de Julian. Tocó la puerta y la voz familiar de su hermano la invitó a entrar.
La muchacha se quedó con la boca abierta.
- ¿Crees que le gustará a Guiselle?
Cassie cerró la boca y se echó a los brazos de su hermano. Sonrió ante el impulso cariñoso de su hermana.
- Pues claro, tonto - dijo con la voz emocionada, echó la cabeza hacia atrás -. Eres el novio perfecto y guapísimo que he visto. Más de una joven sentirá envidia.
- Eso lo dices con ojos de hermana - le tocó con el índice la punta de la nariz -. No quiero decepcionar a la novia ni a los presentes.
Cassie se apartó negando con la cabeza.
- A ella le volverás loca.
Su sencilla respuesta hizo esbozar a su hermano una tímida sonrisa. De repente, esa sonrisa desapareció y su mirada se oscureció.
- ¿Crees que vendrá?- interrumpió abruptamente y se quedó unos segundos desorientada - Sé que si hubieses sabido algo me lo dirías.
La muchacha lo miró con tristeza. Julian estaba revisando los gemelos de sus puños en vez de mirarla a la cara.
- Ojalá tuviera una respuesta - Julian giró la cara, la joven notó la tensión de su cuerpo -. Puede que venga.
- O no. No entiendo que se aparte de esta manera. No le hemos hecho daño - lo último bajó la voz.
- Éstate tranquilo, ella sabe que esta boda es importante para ti, vendrá a tiempo - intentó convencerse de una mentira que ella misma no creía.
- Te espero en la capilla, hermanito - le dio un beso en la mejilla y vio que seguía ausente.
Se guardó un suspiro y lo dejó en la habitación, terminándose de colocar la chaqueta. Estaba pensando en él y en su hermana cuando estaba bajando las escaleras. No se dio cuenta de la llegada de dos invitados que estaban saludando a la duquesa y al duque. Se detuvo en el último escalón y su cuerpo se tensó al ver a un palmo la cara de su primo.
- Buenos días, prima - no podía negar que Matthew estaba guapo con su traje elegante negro y chaleco plateado. Inclinó el rostro pero no respondió el saludo.
A su lado, entrelazando su brazo con el de él, estaba lady Cortirmer. Preciosa con su vestido rojo sangre.
- Querida - la voz de la dama le chirrió a la joven -. Está monísima, parece una muñeca, señorita Werrington. Me imagino que el novio estará igual de guapo.
- Gracias por el cumplido, lady Cortirmer - dijo entredientes -. Usted luce como una reina. No sabía que estuviera invitada.
- Sí, tu primo...
Claro, su primo. Apretó los labios y la interrumpió.
- Me alegro que la haya invitado, así no se perderá la boda del siglo - Matthew entrecerró la mirada sobre ella - Ni el mejor de los banquetes.
Estaba siendo sarcástica y él lo sabía.
- Los veré en la capilla, me voy. Apenas encuentro aire para respirar.
La duquesa que no se había perdido detalle de la conversación, sonrió internamente a ver a su hijastra molesta.
Lady Cortimer, la nueva amante de su sobrino podría ser una gran aliada, pensó con astucia. Tendría que mantener una conversación con ella.
- Hija, ¿a dónde vas? Perdonarla, está nerviosa por su hermano - llegó a escuchar de la boca de su padre. Si él supiera.
Se alejó de ellos.
Veía tras su paso personas que no le eran conocidas y se imaginaba que serían los invitados de la novia. Caminó sola hacia el edificio donde se celebraría la boda. Entró en la pequeña iglesia habiendo pocos invitados dentro. Un rato después, se llenaría de gente. El coro de música estaba preparándose. Por el rabillo del ojo vio a una joven con capa sentada en un banco, no estaba sola, había un joven y una señora mayor. Algo de su silueta le resultó familiar. Se acercó temerosa y nerviosa.
- ¿Diane? - la joven alzó el rostro y para alegría de Cassie era su hermnana.