La joven de cabellos rubios parpadeó confusa. Se sentía momentáneamente vacía cuando el hombre, el que tenía como una espina clavada en el corazón, la dejó de besar. El silencio se interpuso entre ellos cargado de tensión, respuestas sin contestar y con la intensidad del deseo corriendo por sus venas. Cassie lo miró a los ojos sin dejar de desear de besarlo.
- ¿Por qué has parado? - mareada por el alcohol y las emociones se apoyó en la pared.
- Esto... - la joven negó con una sonrisa triste en los labios.
Se fijó el arrepentimiento en sus ojos de color ébano. Esos ojos que la hipnotizaban, la perseguían en cada noche, en la vigilia de sus sueños.
- ¡Vete! - dio un manotazo interrumpiendo lo que iba a decirle - ¿Esto es un juego para ti: me besas, luego te detienes y te arrepientes? No tienes corazón. Quizá sí, pero no conmigo.
Ella estuvo a punto de mandarlo al infierno aunque lo que más ansiaba era estar entre sus brazos. Volver a besarlo. Pensar el hecho que él regresara a lado de esa mujer la mataba por dentro.
- Cassie. No lo entiendes - frunció el ceño cuando la joven se rio sin alegría al escucharlo - Es difícil. Mira - la muchacha se alejó más de él aunque la detuvo con su mano. Tembló con ese simple contacto -. Es evidente que algo poderoso existe entre nosotros, nos remueve y no podemos evitarlo. Aun así... no puedo estar contigo.
Se soltó de su mano asqueada. Otra vez, su rechazo. Dio un paso adelante y sintió la cabeza darle vueltas.
- ¿Cassie? - percibió el tono de preocupación en sus labios.
La agarró antes que se desvaneciera enfrente de él.
- No me encuentro bien - musitó pegada a su cuerpo, se abrazó a él con el miedo de caer en el suelo aunque, realmente, lo que quería era estar más cerca de él.
- Has bebido demasiado - le regañó con suavidad y miró ambos lados por si venía alguien -. Ven, te llevaré a tu alcoba.
- ¡Qué considerado! - dijo sarcástica y de pronto, sintió que unos brazos la levantaban - ¡Basta, me mareo!
Podía sentir su sonrisa detrás de su nuca. Lo presentía. Un nudo se le creó en el estómago.
- Te lo mereces - su voz ronca acarició la mejilla encendida, ella entreabrió los ojos, mirándolo mal -. No es mi culpa, que te has hayas bebido casi la fuente de ponche.
Cassie iba a replicar precisamente para decirle que sí era culpable de muchas cosas, una de ellas, de su corazón suspirando por él, de sus mareos y sus estupideces. Pero se mordió la lengua y apoyó la cabeza en su hombro. Suspiró y cerró los ojos complacida. Podía vivir así toda la vida.
Aunque él no quería, ella haría todo lo posible para que él se rindiera a sus pies.
Lo haría. Era una promesa que se había hecho a sí misma. No iba a dejar de luchar aunque le doliera sus rechazos.
- ¿Te has callado de repente? Qué raro viniendo de ti - la chinchó, como siempre, mientras la llevaba a su habitación.
Se pegó más a él, ignoró el carraspeo nervioso de su primo. Seguía llevándola en brazos. Eso era un paraíso que no quería, ni menos él, que lo estropeara.
Mientras tanto en la fiesta...
- Lady Cortimer, ¿podría hablar con usted un momento?
La viuda se sorprendió a ver la duquesa pedirle una conversación. Asintió y se guardó la extrañeza para sí.
- Excelencia, ¿qué desea hablarme?
- No sea remilgada conmigo - le dio un toquecito con su abanico de plumas en su brazo -. Ambas sabemos que es amante de mi sobrino.
Lady Cortimer no pudo evitar tensarse y echar una mirada de reojo.
- No se preocupe, nadie me lo ha dicho. Lo he descubierto por mí misma.
- Sí pretende que lo deje...
- No - le cortó antes que se hiciera una idea equivocada - Todo lo contrario. Me gustaría llegar un acuerdo con usted. Quiero que se case con mi sobrino, si consigue que él cae en la red del matrimonio, no solamente tendrá mi aprobación sino que contará con una aliada.
Vaya, eso sí que no se lo esperaba.
- Creo que empieza a caerme bien - las dos mujeres esbozaron una sonrisa cómplice.
- Eso no lo dudes, querida. Quiero que forma parte de mi familia y... Ah, se me olvidaba. Ten cuidado.
- ¿De qué? No tengo miedo.
- Solo es un mero consejo - se encogió de hombros - No permitas que ninguna otra dama lo atrape.
- No se preocupe porque Matthew es mío. Nadie me lo robará.
- Eso espero - cogió de una bandeja dos copas -. Bueno, querida vamos a brindar por nuestra reciente amistad...
- ¡Ay! - exclamó al caerse sobre el frío suelo cuando su primo con un brusco movimiento la había soltado, nada más llegar a su habitación sin avisarle que habían entrado en él.
Tanto tuvo miedo de caerse que agarró a Matthew de la chaqueta, arrastrándolo hacia su caída. Ella se quejó al sentir el golpe en sus huesos. Vio las estrellas. El suelo estaba muy duro. ¡No podía haber tenido más cuidado!