Desperté, Derek estaba a mi lado, abrazado a mi cintura con sumo cuidado, mi cabeza estaba sobre su brazo y su cabeza, dejada caer en la mía.
Debería de estar incómodo y su brazo debería de haberse dormido.
Fue lo primero que pensé, luego, llegó el corazón a hablar.
Te está cuidando Bela. No le importa nada de lo que has dicho, le da igual. Bela.
Me sentía pequeña y feliz. Aunque también, un poco adolorida por las heridas.
Aproveché y las curé como pude.
Derek se despertó y me miró con una sonrisa.
Derek sonrió y me miró. Vi el brillo en su mirada.
Sonreí, pero antes de que pudiese enderezarme, me besó.
Me dejó sobre la hierba y se colocó con cuidado sobre mí, con cuidado de no aplastarme.
Nos fundimos en un beso. Mi corazón latía desbocado. Me sentía viva, feliz, amada, adolorida, pero amada.
Sonreí y con su ayuda, me senté. Me dolió la herida. No lo niego. Pero lo oculté lo mejor que pude.
Ahora mismo, Edrea, se estaría riendo de la mueca que había puesto y después seguiría con su regañina.
Me quedé en paños menores frente a él. Con cuidado, Derek revisó y curó cada herida.
Tomé su mano para levantarme y cuando estuve de pie, miré mi cuerpo. Las cicatrices habían madurado, en pocas palabras, ya estaba el proceso de sanación al completo. Ahora eran blancas. Contrastaban con mi piel.
Miré las heridas.
“Nuevas figuras al mapa del dolor”
Me dije mentalmente.
Pero mis heridas eran bonitas, porque eran la prueba de haber salvado a Azzi. La sostuve con una mano mientras que con la otra, y con cuidado, andaba hasta donde Heiko me recibía relinchando.
No se alejó de mí. Cuando me tambaleaba, Heiko estaba como barra de apoyo.
Me senté con cuidado y desayuné a su lado. Otra vez, tuve la necesidad de hablar de mi pasado y escupí toda la historia.
Cosa que me incitó a seguir hablando.
Sonreí, era verdad, amaba escuchar al esposo de Catrina.
>> Cuando se lo dije al esposo de Catrina, me dijo que puede, que si nada hacia allá la viese. Fue un impulso para aprender a nadar lo de la isla. Yo pensaba que si llegaba más allá, estaría la isla de los difuntos, la isla de mis padres y ahí los vería y los conocería. Era una niña nefelibata.- espeté melancólica.
Recordaba las tardes en las que me iba al mar para nadar e intentar llegar a aquella isla imaginaria.
Derek asintió pensativo. Luego, me ayudó a levantarme y comenzó a recoger todo. Cuando todo estuvo listo, de mi mano anduvimos en silencio.
Hubo un momento que nos desviemos, no supe a dónde íbamos, yo solo me dejaba guiar.
Hasta que lo oí. Oí el oleaje romper con las rocas. Alucinada, miré a Derek.
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Editado: 20.09.2024