No para de llover

III

Las gotas y el ruido crecían con la tensión del ambiente pero estaba a punto de empeorar: el turno de mamá terminaba primero y me quedaría a solas con la tienda soportando la ausencia al menos tres horas más. Ella pidió al viento que se calmara, pues no quería que yo lidiara por mi cuenta con puertas violentas. Siempre he creído que si mi cielo escucha a alguien, es a ella . Las rafagas ya no gritaban, solo silbaban, pero no paraba de llover. Me bendijo unas tres veces e intentó convencerme de que el diluvio acabaría pronto antes de partir, yo realmente quería que así fuera. Allá iba el paraguas azul, como una limpia nube bajando del cielo, pude haberme quedado viéndolo toda mi vida. Los charcos perdieron los bordes que los dividían entre sí, crecían sin parar. Las calles se volvieron ríos, pero en la calle aún había personas regadas por su propia vida empapandose de esperanza. Me preguntaba si mamá había encontrado en su camino aceras lo suficientemente altas en las cuales continuar su imparable caminata. Pesados minutos pasaron mientras intentaba empujar el agua fuera de la tienda con una vieja escoba, el pueblo estaba ahogándose. No paraba de llover, me despegué del marco de entrada como si mi piel hubiera querido beber de la lluvia, había algo en el aire, algo que casi podía tocar y saborear.



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En el texto hay: tristeza, reflexiones, metafora

Editado: 09.08.2024

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