(no) Puede Ser Amor

Capítulo 13

Mientras los chicos se desbordaban en la pista de baile, Brad y Amy seguían en la mesa, sin hablar. Él no se había atrevido a mirarla durante los minutos que llevaban allí solos, tal vez por vergüenza o por miedo a cómo reaccionaría ella si lo hacía. Por un momento pensó en culpar al alcohol de todo, pero sabía que debía comportarse como un hombre y reconocer que había metido la pata al irrespetarla como lo había hecho.

El silencio de Amy era perturbador para él. Trató de imaginar lo que podía estar pasando por su cabecita vengativa. El porsche ardiendo en llamas con él adentro, las manos amputadas de un hachazo, sesos esparcidos en el piso después de un terrible golpe con un objeto contundente, fueron algunas de las sucesiones de imágenes que vinieron a su mente. Aunque también pensó que exageraba un poco al creer que Amy pudiera tener pensamientos tan oscuros.

Brad la miró queriendo decir algo, pero pareció cambiar de idea cuando vio a Charlotte acercarse.

—¿Me prestas a tu novio un momento? —preguntó Charlotte al tiempo que tomaba la mano de su primo.

—Sí, llévatelo —respondió Amy, casi viendo a Charlotte como su heroína.

Brad se dejó arrastrar por Charlotte hacia la pista a pesar de que ya no estaba de ánimos para bailar.

Amy se sentía desolada. Quería salir de ese lugar pero el único que podía sacarla de allí era Brad. Si se hubiera quedado con la ropa que ella había elegido desde el principio, fácilmente hubiese escapado, tomado un taxi y llegado a casa. Pero ahora llevaba un vestido corto y tacones lo cual la hacía presa fácil para cualquier depravado que estuviera circulando por la ciudad a medianoche. El solo imaginarse el camino de regreso en el mismo auto que Brad la enfurecía.

Como lo vio distraído, se levantó de la mesa y se abrió paso hasta el baño. Estaba frente al lavabo intentando identificar a la chica que se reflejaba en el espejo. Las lágrimas no acataron la orden de su cerebro comenzando a salir como fugitivas de sus ojos, dibujando un color oscuro sobre su piel una vez que hicieron contacto con el rímel. Sus mejillas apenas tenían color y en sus labios no había rastro de labial.

—No llores —se dijo, mientras sus dedos se deslizaban por sus mejillas para limpiar las lágrimas—. No seas tonta.

Amy salió del baño dispuesta a marcharse del club. El lugar parecía más abarrotado que cuando llegó, lo cual hacía de su huida un trabajo sencillo, pues así no sería vista por Brad ni sus amigos.

Mientras Brad continuaba bailando con Charlotte, notó que Amy ya no estaba en el lugar donde la había dejado. Intentó buscarla con la mirada, pero gracias a la poca luz y a la cantidad de personas que estaban en el lugar se le dificultó hacerlo.

—¿Qué te pasa? —inquirió Charlotte, elevando la voz mientras bailaba.

Brad acercó la boca a su oído.

—Estoy buscando a Amy. No la veo.

—Debe estar en el baño. No te preocupes. Seguro regresa en un momento.

Brad estaba intranquilo. Y esa intranquilidad aumentó cuando divisó la delgada figura de Amy dirigiéndose a la salida.

—Charlotte, regreso en un momento —anunció Brad.

Luego comenzó a moverse hacia Amy empujando a todo el que se interponía en su camino. Cuando llegó a la salida miró a un lado y luego al otro. Entonces vio a Amy cruzada de brazos; al parecer esperaba un taxi. Brad podía ver que se encontraba en un estado vulnerable.

—¡Amy! —la llamó a su espalda. Ella se volvió y lo atravesó con la mirada—. ¿Para dónde vas?

Parte de toda la ira contenida en las últimas horas fue descargada en una bofetada que le cruzó la cara a Brad. Con todas sus fuerzas lo empujó por el pecho para apartarlo lo más posible. Él la miró perplejo.

—¿Para dónde crees que voy? ¿No te parece un poco estúpida la pregunta? ¿Qué pensaste? ¿Que me quedaría para que siguieras humillándome? —Las lágrimas de nuevo abandonaron sus ojos y su voz comenzaba a sonar rota—. ¡Bravo! ¡Sí que lo lograste cerdo asqueroso! ¡Hiciste que me vistiera y me maquillara así para burlarte de mí y para tratarme como una prostituta frente a tus amiguitos!

—Eso no es verdad. En ningún momento tuve intención de tratarte como una prostituta y mucho menos hacerte sentir como tal —replicó Brad.

—¡Mentira! No había razón para que hicieras algo así, solo querías ser cruel y vengarte.

Brad se pasó una mano por el cabello. Amy había conseguido hacerlo sentir culpable y esa sensación se le estaba comenzando a ver en la cara.

—Sí. Tienes razón. Sí quería vengarme, pero no de ti sino de Sharon.

—¿De Sharon?

—Ella está allí dentro.

—¡Desgraciado infeliz! ¿Cómo te atreves a usarme de esa manera? ¡Poniéndome tus asquerosas manos encima! —gritó ella, empujándolo hacia atrás.

Brad la sujetó por la muñeca.

—Vamos. Te llevaré a tu casa —dijo con suavidad.

—¡No! —gritó ella nuevamente, liberándose de su agarre—. Me iré sola.

—No vas a ir sola a ninguna parte —dijo él con severidad.

—Pruébame.

Brad suspiró impaciente y acercándose colocó las manos sobres sus hombros, sosteniendo su mirada con firmeza.

—Si solo hubiera sabido que te ibas a convertir en un gran dolor en mi trasero, jamás me hubiese acercado a ti. Eres una persona frustrante. Vives tras una máscara de mujer fuerte y en control, pero en verdad eres una niña tonta y cobarde; tan frágil como muñeca de porcelana. ¡Mírate! Estás llorando por algo estúpido. ¡Qué diablos! ¡Fue solo un beso! Y haces un drama de eso. —Se apartó de ella—. Siempre estás sola y no creo que sea porque quieras, más bien debe ser porque nadie soporta estar cerca de ti más de cinco minutos.

Las palabras de Brad hicieron el efecto en Amy de un centenar de puñales clavados en el pecho. Más lágrimas fluyeron de sus ojos y ya no podía controlarlas. Las apartó de sus mejillas y se volvió para marcharse.

—¡Amy! —Brad adelantó sus pasos atravesándose frente a ella—. No te puedo dejar ir sola a estas horas.




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