(no) Puede Ser Amor

Capítulo 14

Tras lo sucedido, el viaje de regreso a casa se mantuvo en absoluto silencio; los dos perdidos en sus propios pensamientos. Amy estaba apacible, con la cabeza recostada en el asiento, mirando hacia la ventanilla; sus ojos enfocados al vacío.

Brad intentaba mantener los ojos fijos en el camino, pero por momentos no podía evitar mirarla por el rabillo del ojo. Necesitaba asegurarse de que estuviera bien.

—Te lastimaste la rodilla, ¿te duele mucho?

Con aquella pregunta Brad rompió el silencio que reinaba en el auto.

No recibió ninguna respuesta de parte de Amy. Cuando se volvió para mirarla, sus manos descansaban sobre su regazo y seguía con la mirada perdida como si no lo hubiera escuchado.

Él tomó un pañuelo blanco que tenía a su lado y lo extendió para que ella lo recibiera.

—Cúbrete esa herida. No quiero que manches la alfombra —dijo Brad en tono áspero.

Amy lo miró molesta y tomó de mala gana el pañuelo. Su rostro había perdido todo el color.

Brad pudo ver el dolor en su expresión cuando ella se cubrió la herida de la rodilla con el pañuelo.

—Creo que es mejor que te lleve a un centro médico para que te revisen esa herida.

—No. Quiero irme a casa —Amy no podía evitar la dureza en su voz.

—Te llevaré después de que…

—¡Te dije que quiero irme a mi casa! —le interrumpió elevando la voz a un grito.

Brad presionó un poco el acelerador para poder pasar un semáforo antes de que se pusiera en rojo. Sus manos se aferraban con furia al volante como si quisiera aplastar una lata de gaseosa. Amy lo había hecho perder su rígido control nuevamente.

—¿No pudiste haberte quedado donde te dije? Nada de esto hubiera pasado si me hubieses escuchado. Pensé que eras una chica inteligente pero ya veo que no. Esos hombres iban a violarte y todo por tu estúpida e infantil actitud.

—¡Tú tienes la culpa por llevarme a ese club! ¡Sabías que no quería ir!

—Tu terquedad te llevó a todo esto. ¿Sabes en dónde estarías ahora si yo no hubiera llegado? Si quieres culpar a alguien, cúlpate a ti misma.

—Eres un idiota.

—Y tú eres una tonta por no escucharme. Y ese es tu problema. Crees que te las sabes todas y mira lo que te pasó.

—¡Ya basta! —gritó Amy mortificada, cubriéndose las orejas con las manos para no escucharlo—. ¡No me digas nada más! ¡Solo déjame en paz! —Ahora su rostro estaba surcado de lágrimas.

La expresión en el rostro de Brad se suavizó. Estaba molesto y al mismo tiempo  preocupado por ella. Entendió que no era el momento para reproches.

—Amy… —comenzó a decir él. Había bajado el tono  de voz y recobrado el control.

—¡Basta Brad! Ya no hables más —balbuceó ella entre un sollozo y otro. Ahora las manos ocultaban su rostro.

Parecía que las lágrimas eran interminables hasta que tomó una lenta respiración por  la nariz para recuperar el control. Sus ojos estaban hinchados e inyectados de sangre.

Brad nunca sabía cómo manejar esa clase de situaciones. No había una palabra, un gesto que encontrara apropiado para hacerla sentir mejor.

—Ya llegamos.

El auto estaba estacionado frente a la casa de Amy desde hacía más de diez minutos.

—Déjame más adelante —pidió ella.

Brad la miró interrogante.

—¿Para qué?

—No quiero que mi mamá me vea bajando de tu auto.

—No aprendiste nada ¿cierto? Te voy a dejar aquí frente a tu casa. Así que bájate del auto. —Amy abrió la boca para protestar, pero Brad se le adelantó hablándole bruscamente—: ¡Te dije que te bajes!

Por la mirada incendiada que Amy le dedicó, Brad tuvo la sensación de que algo malo vendría luego y tal vez su intuición no estaba muy descaminada cuando la vio salir del auto y dar un fuerte portazo. Arrugas se formaron en la piel alrededor de sus ojos negros cuando los apretó, luego de escuchar el sonido provocado por el golpe de la puerta al cerrar.

—Si no querías llamar la atención de tu mamá al salir del auto, con esto sí lo lograste niña. Te recomiendo que te laves esa cara. Luces terrible.

Y luego de esas palabras, Brad pisó el acelerador antes de que Amy le diera por desquitarse de nuevo con su auto.

Tratando de hacer el menor ruido posible, Amy entró a la casa y se encaminó directamente a su habitación. Abrió el cuarto de baño y se metió bajo la ducha. Permaneció allí varios minutos tratando de eliminar todo lo que la hacía sentir sucia y utilizada. Tal vez iba a necesitar algo más que agua y jabón.

Una vez que salió del baño, se colocó una sudadera blanca y un short corto. Acababa de colapsar sobre la cama para tratar de conciliar el sueño cuando de repente sonó el teléfono.

Amy dudó en contestar, pues ya era más de medianoche. Se acercó al aparato que estaba al lado de la cama, en la mesita de noche, y levantó el auricular.

—Aló.

—¡Hola nena! ¿Te desperté?

—Oh, Lucas —Amy se pasó la mano por el cabello, luego de sentarse; su expresión pareció relejarse—. No. Apenas estaba tratando de dormir. En verdad me alegra mucho escucharte.

—Te he estado llamando a tu celular pero no me cae la llamada.

—Ah… es que cambié de número.

Por un momento se hizo un silencio al otro lado de la línea.

—Esto sonará extraño, pero… me llegaste al pensamiento esta noche y… te llamé para saber si estás bien. Te echo mucho de menos.

—No sabes cuánto me gustaría que estuvieras aquí ahora.

***

Austin interceptó a Brad el lunes muy temprano cuando lo vio entrando por el pasillo.

—Hey —lo saludó, dándole una palmada en el hombro—. Te desapareciste el sábado. Te llamé varias veces y no contestaste.

—Tuve que irme antes —dijo Brad, con su habitual tono austero.

—¿Amy y tú se escaparon para hacer travesuras? —murmuró Austin, divertido.

—Ni cerca de eso. Esa noche peleamos y no nos hemos hablado desde entonces.




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