(no) Puede Ser Amor

Capítulo 28

—¿Está ocupado? —preguntó una chica alta de piel bronceada. Brad solo movió la mano invitándola a tomar asiento en la mesa de madera de la terraza del restaurant que ofrecía una espectacular vista al mar—. ¿Qué hace un chico tan guapo aquí sólo?

—Despejar un poco la mente —respondió él con una mirada aburrida, luego atrajo la pajilla a su boca para sorber de su bebida—. ¿Te gustaría tomar algo?

La chica se mordió el labio inferior como si estuviera pensando en una respuesta cuando en verdad lo hacía para seducir.

—Lo mismo que tú.

Brad hizo un gesto con la mano para llamar a la camarera.

—¿Me puede traer otra piña colada, por favor?

La chica tomó la orden y se marchó.

—¿Y… con quién tengo el gusto?

—Bradley. —Él le extendió la mano y ella la tomó aprovechando de acariciarle el dorso con el pulgar. Continuó así por un instante más esperando que él le preguntara también por su nombre, cosa que no sucedió.

—Yo soy Diane.

—Un gusto Diane. —Brad alejó la mano.

—¿Te parece si damos un paseo por la playa? —propuso la chica luego de que recibió su bebida.

—¿Por qué no? —respondió él elevando los hombros, sin mucho interés.

Comenzaron a caminar por la arena bajo un brillante sol, mientras las espumosas olas se acercaban a la orilla borrando todo rastro de huellas.

El brillo cegador hizo que Brad decidiera protegerse los ojos del sol con unos lentes oscuros. Parecía ser uno de los pocos que no estaba a medio vestir en la playa, pues la chica que lo acompañaba y que ahora iba enganchada a su brazo se dejaba ver en un muy diminuto bikini.

Continuaron caminando sin decir una sola palabra, solo podían oír la mezcla de las olas del océano con  el sorbo que le daban a sus bebidas.

De pronto Amy apareció en su campo visual vistiendo shorts de mezclilla y un top floreado no muy revelador. Llevaba unas sandalias y un bolso enganchado a los dedos, y su piel se veía más pálida que cualquiera que estuviera allí.

Ambos simularon ignorarse pero se miraron por el rabillo del ojo cuando pasaron uno al lado del otro. Ella notó que él no llevaba la misma ropa con la que había llegado a registrarse al hotel. Ahora vestía pantaloncillos cortos playero y una camiseta blanca ajustada que dejaba entrever un tatuaje alrededor de su brazo izquierdo. Se había cambiado de ropa cuando ella bajó a almorzar al restaurante del hotel; eso era lo más seguro.

Mientras Brad se alejaba con Diane, Amy dejó caer las sandalias y la bolsa en el suelo, para luego arrodillarse y tomar asiento sobre la arena. Extendió las piernas delante de ella, cruzando los tobillos. Se inclinó un poco tendiendo un brazo hacia atrás mientras se protegía del sol con la mano.

Estaba comenzado a contemplar el océano que se extendía delante cuando una sombra cayó sobre ella.

—¿Nena? —Oyó ella decir y levantó la mirada, entrecerrando los ojos por la luz—. ¡Oh, por Dios! Eres tú.

—¡Lucas! —expresó ella emocionada, poniéndose de pie y abalanzándose en sus brazos para dejar que la girara por el aire.

Brad consiguió apartar la mirada de Diane el tiempo suficiente como para observar desde la distancia a Amy que parecía genuinamente feliz en brazos del rubio de piernas fuertes y torneadas, y de abdominales bien marcados. Frunciendo el ceño con curiosidad, él empujó hacia abajo sus gafas de sol para mirarla mejor.

Lucas tomó su rostro acariciando su cabello un vez que acabó de girarla.

—Mi roja hermosa. Qué alegría. —Lucas irradiaba emoción a través de sus ojos mientras su mirada permanecía fija en ella—. ¿Pero qué haces tú aquí?

—No. Tú dime qué haces aquí —dijo ella, evadiendo la pregunta.

El rubio alejó las manos de su rostro para deslizarla hacia abajo por su brazo para ponerlas en las de ella.

—Yo estoy aquí por negocios. Me reuniré más tardes con unos inversionistas.

Brad seguía sin apartar la mirada de Amy, pero ahora sonreía con malicia. Algo se traía entre manos.

—¿Qué ves guapo? —preguntó Diane siguiendo la mirada de Brad.

—A mi esposa —respondió sin titubeos.

—¿Eres casado? —preguntó ella. Estaba tan confusa y frustrada que su rostro se contrajo.

—Creí que te hacías la tonta pero me doy cuenta de que realmente lo eres. —Brad colocó la mano frente a su cara para que viera el anillo—. Dudo en verdad que no te hayas dado cuenta de esto. Estoy amarrado a la mujer que ves allá. —Señalaba a Amy con la mirada—. Así que discúlpame…—Le entregó lo que le quedaba de su bebida— pero no voy a permitir que ningún tiburón se le acerque.

Brad terminó la conversación y se alejó. Sus pies golpeaban contra la arena mientras se apresuraba a llegar hasta donde estaba Amy.

—¡Imbécil! —gritó Diane detrás de él.

Mientras tanto Lucas seguía insistiéndole a Amy para que le dijera las razones por la que se encontraba allí.




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