La tarde estaba comenzando a caer y ya para ese momento Amy había tomado el valor suficiente para enfrentar a Brad. Se había pasado la tarde entera caminando por la playa y por algunas tiendas para matar el tiempo antes de hacerle frente.
Cuando se disponía a tomar el ascensor para buscarlo en la habitación, las puertas metálicas se abrieron y detrás de ellas apareció él.
—Amada mía. Qué placer verte —dijo Brad con una sonrisa burlona en la cara.
Ella estrechó los ojos cuando lo agarró por la parte delantera de la playera y lo jaló sacándolo del ascensor. Luego se llevó las manos a las caderas, esperando intimidarlo con su metro sesenta y ocho.
—Soluciona ahora mismo el asunto con la habitación. No pienso ni en sueños compartir nada contigo y si esa es tu intención entonces voy a tomar el primer vuelo de regreso. Esta vez las cosas las vamos hacer a mi modo y lo que exijo ahora es una habitación solo para mí. ¿Quedó claro?
—¿Ya dejaste de chirriar? —Brad hizo una pausa—. Escucha, mientras tú ibas yo venía. —Sacó una tarjeta del bolsillo de su pantalón y se la mostró—. Hace rato pedí una habitación y ya saqué mis cosas de la tuya. ¿Contenta?
Amy se sintió un poco estúpida e hizo una mueca.
—Bien —respondió ella con sequedad. Después pasó por su lado, apartándolo, para presionar el botón del ascensor.
—¿Tanto miedo le tienes a la noche de bodas? —le susurró Brad por la espalda, muy cerca del oído.
—Uff.
—¿Pasaste bonita tarde con tu amigo? El tipo me cayó bien.
Las puertas del ascensor se abrieron y ella entró luego de rodar los ojos. Antes de perderlo de vista le dedicó una mirada desdeñosa y él en respuesta a eso le dedicó una risita cínica.
Brad se dio la vuelta alejándose hacia el bar del hotel. Una vez allí, pidió un vodka. Tomó el vaso, una vez servido y comenzó a observar la bebida. Pensaba en si sería una buena idea tomarla o no. Necesitaba con urgencia alcohol en su sistema para liberarse del estrés, pero una parte de él sabía que eso no le traería nada bueno. Sin embargo, la necesidad pudo más, y sin pensarlo otro segundo inclinó la cabeza hacia atrás para tomar un trago, pretendiendo sentirse mejor, luego bajó la boca del vaso. Ese fue el inicio de su noche, trago tras trago, consiguiendo llegar a un estado mental donde los problemas y preocupaciones no existían, el cual le gustaba estar, aun sabiendo que con eso rompía los límites.
—Hola —lo saludó una rubia sentada a su lado que él no había visto llegar, quizá porque probablemente estaba demasiado borracho para darse cuenta.
—¿Sharon? ¿Viniste a cerciorarte de lo bien que la estoy pasando en mi luna de miel? —Brad le dio un sorbo a su bebida antes de continuar—. Víbora. Eso es lo que tú eres. ¿Cómo fuiste a poner a mis padres en mi contra? —Seguía arrastrando las palabras—. Todo sería tan distinto si en lugar de la bruja hubieras sido tú la que estuviera conmigo de luna de miel. ¿Por qué tenías que echar todo a perder? —Se quedó en silencio por unos tres segundos—. Todavía te amo. Ya lo dije. Te amo… ujum.
—Mmm… qué dulce tu confesión pero siento decirte que me estás confundiendo.
Al parecer la bebida le estaba comenzando a distorsionar la visión a Brad.
Él entornó los ojos escaneando el rostro de la chica.
—Ah, cierto. No eres Sharon. Entonces no te amo. Amo es a la otra que se parece mucho a ti.
La chica sonrió sacudiendo la cabeza por lo divertido de su aclaratoria.
—Tengo un poco de curiosidad. ¿Por qué te casaste con la bruja si querías estar con la víbora?
—La víbora me engañó con otro hombre.
—Ah…ya. ¿Y te casaste con la bruja por… venganza?
—Sí, exactamente. ¡Vaya! eres muy inteligente —dijo Brad dándole palmaditas en la cabeza a la rubia a modo de felicitación—. Aquí entre nos, la bruja es una chica muy bonita pero lo que tiene de bonita lo tiene de chocante. No podemos pasar más de cinco minutos juntos sin que no me entre el deseo de apretar su pequeño cuello para ahorcarla. Y aquí entre nos, es la única persona que logra amargarme y frustrarme en tiempo record. Creo que va a entrar al libro de los records Guinness por eso.
—No creo que la tomen en consideración para esos libros.
—Ah, qué mal. —Suspiró—. Aquí entre nos, hubiera preferido los cuernos de Sharon que los de la bruja maléfica. Los cuernos de Sharon me lastimaron muy adentro, pero los de maléfica de un momento a otro puede terminar usándolos para sacarme los ojos. Es que yo a veces soy un poquito…—Brad juntó el dedo índice y el pulgar dejando un pequeño espacio entre ellos—…odioso. Bueno… un poco más que un poquito.
La chica comenzó a reír por su comentario y luego la risa se incrementó cuando Brad se le unió.
—Además de ser un hombre muy guapo también eres muy gracioso. Creo que el destino me trajo hasta acá para reírme un poco y así olvidarme un rato de mis problemas.
—Qué bien —balbuceó Brad, mientras se levantaba de la silla, tambaleante. Luego tomó la mano de la escultural veinteañera para que se levantara también—. Creo que es mejor que me vaya a… a mi habitación. Si quieres puedes acompañarme para que te sigas divirtiendo con mi desgracia.