—¿Qué es esto? —inquirió Chloe mientras observaba el sobre en su mano con escrutinio.
—Es una pequeña parte del dinero que Brad me prestó.
Chloe la miró un poco confusa, tratando de comprender la situación.
—¿Y qué quieres que haga con él?
—Que se lo entregues.
—¿Yo?
—Sí.
Un suspiro lánguido escapó de entre los labios de Chloe.
—¿A qué juegas Amy? ¿Por qué no terminas de decirle la verdad? ¿Acaso crees que me va aceptar este dinero sabiendo que proviene de ti?
—Tendrá que hacerlo —replicó Amy, y se encogió de hombros antes de levantarse del sillón—. Así podré librarme de ese…—se interrumpió—… de… esa deuda.
—¿Y si no lo acepta qué?
—Lo guardas. Más adelante lo tendrá que recibir. Tienes que entender que no soy un acto de caridad para Bradley James ni para nadie.
—Bien —dijo Chloe sin estar muy de acuerdo mientras se ponía de pie y tomaba la taza que descansaba en las manos de Amy—. ¿Quieres más té?
—No, gracias. Estaba delicioso, pero ya debo irme.
—¿Tan pronto?
—Sí, es que debo ir a ver a Brad.
—¿Y no lo viste temprano antes de venir acá? —preguntó Chloe desde el interior de la cocina de su casa.
Amy hizo una mueca y se reprochó mentalmente por haber dicho eso sin pensar. Ya estaba fastidiada de tener que ser tan cuidadosa con lo que decía.
—Eh…no. Es que…salió muy temprano en la mañana a correr y… hacer ejercicio. Por eso no lo vi —improvisó.
Y su respuesta no era del todo falsa, eso era lo que hacía Brad todas las mañanas con la diferencia de que ella no estuvo en su apartamento para certificarlo, pues era sábado y los fines de semana no los pasaba allí.
Amy se despidió de Chloe y salió a la calle. La mañana aún no había acabado y quería aprovechar al máximo el día para arreglar cientos de pendientes. Pero antes debía pasar por el apartamento de Brad.
Estaba de camino hacia la parada del bus, preguntándose para qué otra bobada la querría él, cuando recibió una llamada de Michelle.
—Hola querida.
—Ho-hola señora.
—Después de la boda se desaparecieron por completo y ya ni siquiera han pasado por la casa para visitarnos. Qué desconsideración de su parte. Gracias a Candace y Charlotte es que sé que ninguno de los dos tiene alguna clase de virus o algo parecido que no les permita sacar un poco de tiempo para visitar a la familia—. Amy arrastró sus dedos por la cara, cerrando los ojos para tomarse un respiro. Lo que faltaba. Ahora sus suegros también demandaban de su tiempo. —No te tomes en serio mi comentario. Entiendo que los enamorados deben estar todavía de luna de miel.
—Sí, claro —dijo Amy con una irritante sonrisa.
—Dominique y yo estuvimos hablando hace unos días de que todavía no hemos conocido a tu familia. Bueno, a tu mamá. Y…pensamos que sería maravilloso hacer una cena en su apartamento o aquí en la casa para así conocerla.
Amy se quedó estupefacta visualizando en su mente cómo le daría la noticia a su madre: «Mami, mis suegros quieren conocerte y hemos preparado una deliciosa cena por ese motivo. Además, no te había dicho que hace un mes me casé. Y no creas que no lo pensé, todo lo contrario, lo pensé muchísimo, pero no pude decírtelo porque… porque…»
—…todo es una completa locura —dijo Amy de pronto, interrumpiendo el hilo de sus propios pensamientos.
—¿Te refieres a la cena?
Amy alzó la mirada al cielo. La falta de sueño le estaba comenzando a pasar factura, pues había olvidado que tenía el celular pegado a la oreja y a su suegra al otro lado de la línea.
—No. Para nada. La cena es una idea espectacular —repuso.
—Me alegra. En verdad me encantaría conocer a tu madre.
«En verdad la aprecio señora. Pero lo siento. De eso nada»
—Si… Con respecto a mi madre…Lamento decirle que aún sigue de viaje y… no sé cuando regrese.
***
Ella se detuvo delante de la puerta del apartamento mientras tomaba un respiro profundo. Sabía que lo único que iba a encontrar al otro lado de esa puerta era a un malhumorado e intransigente hombre con el que ahora compartía más tiempo del que jamás hubiera imaginado.
Golpeó la puerta tres veces.
—Yo voy —dijo una chica desde adentro. Amy esperó unos pocos segundos hasta que la puerta se abrió—. Amy.
—¿Megan? —dijo Amy, con la mirada clavada en la trayectoria que la castaña estaba bloqueando con su cuerpo, notando así la presencia de Candace y Charlotte también.
«¿Otra fiesta? ¡Por Dios, no!», pensó Amy.
—¿Olvidaste tus llaves? —preguntó Megan.
—Pues… sí. Lo olvidé —mintió.
Megan se apartó para dejarla pasar.
—Adelante. Ésta literalmente es tu casa.
Luego de entrar y saludar a Las Primas, Amy escaneó a Brad saliendo de la cocina con tres bebidas atrapadas entre sus manos. No estaba muy contenta.
—¿Por qué será que no me sorprende verte así? —murmuró Brad cuando pasó por su lado. Les entregó las limonadas a las chicas en la sala para después acercarse a Amy y rodearla por la cintura—. ¿Mi brujita quiere limonada?
—¿Qué hacen ellas aquí? —masculló entre dientes, mirándolo a los ojos con el ceño fruncido.
—De acuerdo. Ya te la traigo —dijo Brad, alejándose de su cintura y evadiendo completamente la pregunta.
Amy lo persiguió a lo largo de la cocina.
—No te molestes pastelito, yo me lo puedo servir. —El ridículo adjetivo provocó que Brad se diera la vuelta bruscamente dedicándole una mirada de advertencia—. Lo dejaré de hacer hasta que tú dejes de llamarme bruja.
—Ellas están aquí por ti —le anunció Brad mientras abría la nevera para tomar una jarra de agua.
—¿Por mí?
—Sí. Quieren pasar contigo un día de chicas —continuó él y luego acercó el vaso a su boca para tomar agua.
—¿Qué?
—¡Sorpresa! —expresó Brad elevando las manos teatralmente.