A la mañana siguiente, Amy despertó de golpe, gracias al estruendoso sonido de la alarma de su celular. Movió las manos a los lados intentando hallar el móvil para hacerlo callar, alcanzándolo luego en la mesita de noche. Se cubrió nuevamente la cabeza con el edredón para volver a dormir hasta que, de repente, las alarmas dentro su cabeza se encendieron, recordando que estaba tumbada en una cama que no era la suya. Se levantó de un salto.
Se había quedado a dormir en el apartamento de Brad.
Después del susto de ver a Brad desmayarse en el suelo, no se sintió tranquila dejándolo solo una vez que reaccionó. La vez anterior que lo había encontrado mal en su habitación, se veía pálido, sudoroso y temblando, pero en esta ocasión se le veía color en el rostro y estaba más tranquilo. A pesar de que Brad le aseguró que se sentía bien, ella consideró que lo mejor era quedarse con él en caso de que se repitiera un episodio similar esa noche.
Se metió a la ducha para darse un baño caliente. Después revisó el armario y sacó un par de bolsas con la ropa que las chicas le habían comprado. Escogió un blazer de estampados, una blusa blanca y jeans. Se dejó el cabello suelto y se colocó algo de maquillaje que llevaba en su bolso.
Cuando salió de la habitación encontró a Brad ocupado en la cocina. Tenía casi todo el desayuno listo a excepción de una olla que todavía estaba en el fogón y el jugo que aún no había vaciado de la licuadora. Para el momento en el que ella se acercó a la isla, él estaba troceando unas frutas en una tabla de cortar que tenía delante. Se le daba muy bien la cocina y al parecer lo disfrutaba.
—Buenos días —dijo él sin levantar la mirada.
—Buenos días. Te ves muy bien esta mañana.
—Uuh… amaneciste efusiva —dijo Brad sonando seductor a la vez que le guiñaba el ojo y le dedicaba una sonrisa pícara. Ella le lanzó un gruñido.
—Qué tonto. No me refería a eso.
—Sé a lo que te referías. Solo te estaba haciendo un bromita. Y claro que amanecí bien, porque… —Brad se inclinó hacia ella y miró a los lados como si no quisiera que alguien más lo escuchara— aquí entre nos, anoche no me puse mal —susurró.
—¿Qué? —dijo Amy, visiblemente desconcertada —. ¿Fingiste?
—Seh —respondió burlón.
—Te atreviste a verme la cara. ¿Por qué juegas con algo así?
—Estaba muy cansado para llevarte a tu casa y tú querías irte sola en un taxi sin importarte que fuera tarde. Deberías estar agradecida de que no te dejé salir. Podrías haberte encontrado con algún hombre malicioso dispuesto hacerte cositas feas.
Y tan pronto terminó su argumento, un puñado de frutas picadas fue a dar a su cara.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó sorprendido.
—Porque eres un estúpido.
—¿Si sabías que necesitaba de esa porción de frutas que acabas de tirar y que si no las consumo en un minuto se me podría bajar la azúcar y sufrir un ataque que pondría en riesgo mi vida?
Amy se sintió súbitamente culpable por eso.
—¡Ja! No es cierto. Solo estoy bromeando de nuevo.
Amy lo observó con ojos entornados sin una pizca de humor en la cara.
Brad sonrió divertido y se sirvió una taza de cereal. Sentado en el taburete de la cocina, delante de ella, tomó una toalla desechable para recoger los trozos de frutas que Amy había tirado.
—Permíteme. —Amy le quitó la toalla de la mano—. Yo lo hago.
Brad levantó las manos, cediéndole la toalla.
—Como quieras.
De pronto sintió un líquido frío cayendo en su camiseta, bajando hasta sus pantalones, pues la taza de cereal se le había venido encima. Brad levantó lentamente la vista de su pantalón sosteniendo la cuchara en su mano. No le había dado ni siquiera una probada.
—Ups. Lo siento. Estaba limpiando y no la vi —se disculpó Amy, su voz destilando falsedad.
Brad se levantó para escurrirse la camisa y luego limpiar su pantalón con un pañito.
—No te preocupes. Me serviré otra —murmuró Brad, sonriendo, lo que a Amy le pareció inquietante. ¿Por qué no estaba molesto?
Amy se quedó de pie, a un lado de la isla mientras él, que estaba a su espalda, se acercaba al armario y sacaba otro tazón y la caja de cereal. Sin percatarse de lo que venía después, Brad apareció detrás de ella vaciándole la taza con cereal en la cabeza.
Amy ahogó una exclamación de sorpresa.
—Acababa de bañarme, Brad —protestó mientras la leche fría descendía por sus hombros alcanzando su blusa.
—Y yo también y mira cómo me dejaste —dijo él, haciendo un ademán a su camiseta y pantalón. Luego comenzó a reírse a carcajada al ver la perplejidad de Amy.
Ella estaba tan molesta que no perdió un segundo en abrir la caja que estaba delante, y sacar un huevo para estrellárselo en la cara. Pero para su pesar él fue más rápido y la detuvo a tiempo, atrapando su muñeca.
—¿Por qué eres tan rencorosa? Deja todo por la paz. Aprende a perdonar —dijo él, con una sonrisa burlona en la cara mientras ella apretaba los dientes forcejando para que él le soltara la mano. No se iba a rendir hasta borrarle la sonrisa de la cara—. ¿Seguiremos desperdiciando comida?