Las siguientes semanas pasaron con algunas novedades. Amy se había dedicado a trabajar en su proyecto y en la presentación. Brad la había estado ayudando con algunas técnicas para que se mostrara más segura frente al jurado, haciéndole repetir la presentación más de una vez.
Tal y como habían quedado, se estaban reuniendo en casa de Amy y debido al tiempo que él pasaba allí, Rebeca ya le había comenzado a tomar un cariño especial y le agradaba que su hija tuviera a alguien cerca que se preocupara por ella.
El último mes del año estaba dando inicio, por tanto el semestre estaba llegando a su fin y con él también las tareas. Amy finalmente terminó de presentar el proyecto, recibiendo excelentes críticas; ahora podía tomar un respiro. Además de eso, también le quedaría más tiempo para dedicarle a su mamá, y a las compras para las fiestas. Y Brad, por su parte, podía dedicarle más tiempo a sus proyectos personales.
Sin embargo, él no dejaba de buscar excusas, por más pequeñas que fueran, para verla. Sin darse cuenta, se estaba acostumbrando a su compañía.
—El próximo fin de semana mis padres celebrarán su veinticinco aniversario de bodas y…harán una gran fiesta en casa. Y yo quería preguntarte si tenías tiempo para… acompañarme. Claro, si quieres —vaciló Brad mientras caminaba junto a Amy por el pasillo de la universidad.
—Pues… sería extraño que no llegaras conmigo ¿no?
—Sí. Aunque podría inventar alguna excusa que explique la razón por la que no fuiste, pero… no sé.
—Iré —dijo ella y se detuvo a medio pasillo.
—Porque si prefieres quedarte a cuidar a tu mamá, yo muy bien puedo entenderlo.
—Iré —repitió segura—. No te preocupes. Tampoco es que la voy a dejar sola todo el día, solo serán algunas horas, y la puedo dejar al cuidado de la enfermera. Además, desde que nos casamos no he quedado muy bien parada frente a tus papás.
Él sacudió la cabeza, sin poder detenerse a sí mismo de sonreírle.
—En eso si tienes razón. Pero no intentes agradarles y gustarles en todo, y menos a mi papá —Brad esbozó una mueca—. Parece que a él nada le complace.
—De todas maneras quiero redimirme frente a ellos. Mientras toda esta mentira de matrimonio dure, me comportaré como la esposa ejemplar.
—¿Ahora sí?
—Oye. Siempre he intentado hacerte quedar bien.
—Oh, sí. Claro. Pero eso después de rogarte, chantajearte y soportar tus berrinches y tus quejas hasta decir basta —dijo él totalmente divertido.
—¿Y quién te dijo a ti que el matrimonio era fácil? —expresó ella, igualmente divertida.
—Pues… ahora sé que no lo es.
Amy elevó una deslumbrante sonrisa, y el notó que era la primera del día. ¿Las estaba contado acaso?
—No te imaginas cuánto adoro verte sonreír —dijo él, pensando en voz alta. E inmediatamente se reprochó el haber sido tan descuidado al decir eso.
Después que soltó su inocente comentario, la sonrisa desapareció lentamente del rostro de Amy.
—¿Cómo? —preguntó ella, sin estar muy segura de lo que había escuchado.
—Quise decir que… me gusta verte de humor, y no tan estresada y enojada todo el tiempo. Por eso es bueno verte sonreír. A eso me refería —repuso Brad, quitándole todos los tintes románticos que pudiera haber tenido su comentario.
—Ah —dijo ella, convencida con su aclaratoria.
***
Brad estaba por enviarle un mensaje para saber en dónde estaba cuando la vio entrar por la puerta. Amy llevaba ropa deportiva, y el cabello despeinado y sujeto en una coleta. A diferencia de él que ya estaba elegantemente vestido en un traje de etiqueta oscuro; lo único que le faltaba era arreglarse el corbatín que aún le colgaba en el cuello.
—Por favor no me mires así —comenzó a decir, sintiendo el peso de la mirada de Brad clavada en ella—. Sé que es tarde —continuó mientras caminaba hacia la habitación para dejar el vestido que colgaba de su brazo—. Pero en menos de diez minutos estaré lista.
Brad entornó los ojos y la vio después correr hacia el baño.
—Ni siquiera tu misma crees lo que acabas de decir.
—Pues déjame decirte que tienes razón. Pero no hay nada de malo en ser un poco optimistas —dijo Amy, antes de encerrarse en el baño para tomar una ducha.
Cinco minutos después, Amy estaba saliendo con pasos apresurados del baño, cubierta en una bata, en dirección a su habitación.
—Te quedan cinco minutos —le anunció Brad desde su habitación.
—¿Estás usando un cronómetro acaso? —gritó ella desde el interior de la otra habitación.
—Tú que crees.
—¡Uff! —resopló.
—Te dejé algo en la cama. Ábrelo.
Amy observó la caja blanca sobre la cama con ojos impacientes. Sin poder contener un segundo más la curiosidad, la abrió, para descubrir dentro de ella un vestido largo, strapless, de color azul royal y corte sirena.
Estaba absorta, contemplándolo, cuando oyó sonar la puerta del cuarto.