(no) Puede Ser Amor

Capítulo 3

—Dios, Amy. ¿Tenías que ser tan grosera y maleducada? —le reprochó Chloe, una vez que Amy le contó lo que le había dicho a Brad el día anterior.

Una iba caminando al lado de la otra por el pasillo que conducía al salón de clases.

—Es que es muy molesto.

Chloe la miró escéptica.

—Las dos veces que he visto a Brad tratar de hablar contigo ha sido amable.

—Algo me dice que sus intenciones no son buenas —replicó Amy.

—No puedes encerrarte a solo creer que todos los hombres son unos patanes. Tu mala actitud hace que los ahuyentes a todos. Quizás uno de ellos es el hombre de tu vida y lo estás dejando ir.

Amy se encogió de hombros, haciendo un gesto de indiferencia.

—No necesito a ningún hombre en mi vida. Estoy bien así —dijo ella con convicción.

Chloe se detuvo a mitad del pasillo y la miró a los ojos.

—Eso dices ahora amiga. Pero después puedes terminar lamentándolo. La soledad no siempre es buena.

—Pues… si existe una remota posibilidad de que decida dejar entrar a un hombre en mi vida… ese tal Brad definitivamente no es una opción.

—Bueno, tal vez. Pero no te cierres a la posibilidad de conocer el amor. Yo creo que en algún lugar de este planeta se encuentra un hombre destinado para ti.

—O quizás no.

Chloe puso los ojos en blanco y luego entró al salón.

Cuando Amy estaba por entrar también, Sharon apareció para abordarla.

—Hola —saludó Sharon, tratando de sonar amable.

—Um…hola. —Amy  miró a su alrededor para asegurarse de que era a ella a quien saludaba—. ¿Nos conocemos?

—No. Soy Sharon. —La rubia le extendió la mano y Amy se la estrechó con un poco de desconfianza.

—Soy Amy.

—Un placer. —Los labios de Sharon dibujaron una falsa sonrisa—. ¿Y cómo vas con Brad?

Sharon registró la mirada confundida de Amy.

—¿Con Brad? ¿A qué te refieres?

—Ya han salido ¿no?

Amy soltó una seca carcajada.

La comisura de los labios de Sharon se extendieron y curvaron siniestramente. No necesitaba escuchar nada más. Así que sin despedirse, pasó a un lado de Amy, marchándose.

Amy no entendió nada pero tampoco le dio demasiada importancia. Después entró al salón.

Sharon continuó avanzando por el pasillo y allí se cruzó con Brad.

—Hola mi querido Brad. —Brad no respondió, solo le dedicó una fría mirada. Luego ella continuó hablando—: Estaba conversando hace un momento con Amy y se sorprendió cuando le hablé de ti. Hasta se echó a reír cuando le pregunté si ya habían salido. ¿Todavía no lo has invitado a salir? ¿O… es que ella se rehúsa a hacerlo?

—Estás muy interesada ¿no? —Brad se cruzó de brazos.

—Es que me das lástima, Brad. Estás como perrito faldero detrás de ella y es evidente que no quiere nada contigo. Admítelo, has perdido tus encantos.

Sharon le dio unas palmaditas en el hombro y luego soltó una risita cínica, antes de continuar su camino.

—Querida Sharon, no me subestimes —musitó Brad, hablando solo.

***

Eran casi las siete de la mañana, cuando Bradley llegó a la Universidad el día siguiente. Iba en su Porsche Cayman color blanco que lo hacía ver poderoso. Cuando entraba al área del estacionamiento vio llegar a Amy. Aparcó el auto en el lugar de siempre, estiró la mano para alcanzar su bolso que descansaba en el asiento de al lado, y rápidamente descendió del mismo.

—Te voy a dar una última oportunidad Amy. No la desaproveches —murmuraba él, mientras se ponía la chaqueta e introducía el celular en uno de sus bolsillos. Corrió un poco para poder alcanzarla antes de que entrara al edificio.

—¡Amy! Hola.

—Hola —saludó ella, menos cordial. Luego se concentró en su móvil.

—¿Harás algo después de clases? Quería invitarte a comer.

Bradley notó que Amy tenía el celular en su oreja y que no estaba prestando atención a lo que él decía. Continuó caminando  a su lado, hasta que ella se detuvo en seco. La vio fruncir el ceño, al parecer la llamada no le caía. Separó el teléfono de su oreja sin prestarle nada de atención a Brad y marcó de nuevo el número.

—Amy… —seguía insistiendo Brad.

Ella actuaba como si él no existiera.

Brad comenzó a impacientarse. Luego, en un arrebato, le quitó el celular de la mano y  terminó arrojándolo a la fuente de agua que estaba frente de ellos.

Los ojos de Amy se pusieron como platos.

—¿Por qué hiciste eso? ¿Estás loco acaso? —dijo molesta.

—Odio que me ignoren por completo cuando estoy hablando —respondió Brad como si nada.

—¿Y por eso tenías que arrojar mi teléfono al agua?




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