Conforme avanzaba la semana, Christina comenzó a actuar diferente.
En ocasiones parecía sentirse feliz, con mucha energía. Cuando era así, incluso me invitaba a caminar por el parque cercano a su casa, solíamos comprar helado y hablábamos por horas, viendo cómo las personas llegaban con su familia, sus mascotas, daban paseos en bicicleta... hasta que el sol se ocultaba y decidían irse, siendo nosotras las últimas ahí casi siempre; pero otros días parecía ausentarse de la Tierra, como si algo le preocupara. Solo se limitaba a permanecer en silencio junto a mí, mientras era yo quien leía para ella, el mismo libro, pero lo habíamos empezado nuevamente.
No estaba segura si se debía a que Bastian hablaba con ella intermitentemente desde ese día, pero tampoco me atrevía a preguntarle. Ella no invadía mi privacidad, y yo no pensaba hacer lo contrario.
Justo cuando comenzaba a acostumbrarme a sus cambios repentinos de humor, sucedió algo que no pude entender.
Había amanecido y el sol entraba por mi ventana, despertándome. Me sentía descansada, como había sido las últimas semanas, seguía sorprendiéndome la sensación pues no recordaba cuánto había pasado sin descansar realmente antes de llegar a esa casa. Incluso mi reflejo había mejorado. Definitivamente me sentía mejor.
Cuando me dispuse a ir al cuarto de Christina, noté a la distancia que su puerta estaba abierta.
No solo estaba despierta, si no que leía en su sillón un libro diferente al nuestro. Apartó la mirada del libro al escucharme entrar, solo para desviarla nuevamente y continuar leyendo.
—Vannesa, hola. Escucha... he aseado mi cuarto y realmente tengo algunas cosas que hacer. Tareas y... trabajos —titubeó pero continuó hablando—. Temo que hoy no podré estar contigo.
Sabía que no era verdad. Incluso sé que ella pudo darse cuenta de que no mentía muy bien.
—¿Estás segura...?
—Lo estoy, necesito tiempo hoy... para terminar... lo que estoy haciendo.
—¿Leer? —pregunté.
—Por favor, Vannesa.
De las muchas cosas que definían mi melodramática personalidad, insistir no era una de ellas. Así que simplemente respondí:
—Claro, entiendo.
Desconocía el porqué de su nueva actitud, pero intenté no pensar mucho al respecto. Pensé en salir, quizá podría visitar a mi madre, pero decidí simplemente permanecer en mi cuarto. Al estar en él, comencé a escribir en una libreta los sueños que había tenido últimamente, ninguno era muy claro, pero escribirlos me ayudaba a sacarlos de mi mente.
Pasaron un par de horas antes de que el aburrimiento llenara cada rincón de la habitación.
No tenía amigos con quienes salir ni algo qué hacer en ese momento. Curiosamente, al encontrarme en la cocina buscando algo qué comer, preguntándome qué sucedía entre Christina y Bastian, él entró y me pidió que habláramos. Parecía que había estado esperándome.
Mientras ambos comíamos, noté la tristeza en sus ojos, no lo había mirado tan cerca desde la primera vez que compartimos el desayuno.
—Vannesa, quisiera preguntarte algo.
—Claro. Lo que quieras —él parecía tomarse todo el tiempo para terminar un bocado. Entendía que no había forma en la que algo pudiera levantarle el ánimo.
—¿Cómo fue que llegaste aquí?
—¿A qué te refieres? —pregunté.
—Desde que te vi aquí, pude notar que no tenías realmente interés en el trabajo.
—¿En verdad? —no me sorprendía que así fuera, creo que no era buena ocultando las cosas—. Bueno, en realidad Gabriela me encontró afuera y... me ofreció entrar. No perdía nada al acceder.
—Tiene sentido, comprendo un poco mejor. ¿Qué hay de Christina?
—Lo siento, Bastian, no entiendo a qué te refieres —si bien no acostumbraba a mantener conversaciones con las personas, me resultaba molesto que no fueran directos con lo que querían decir.
—Cuando mis padres murieron... —hizo una pausa intentando ocultar el nudo en su garganta, a la par que mi molestia se desvanecía— creí que no era justo. Me sentía desorientado y confundido. Hasta ese momento yo no había procurado a mis hermanos, incluso detestaba pasar tiempo con ellos y me sentía feliz al haberme ido de casa. Ahora veo que... soy todo lo que ellos tienen, y los amo. En este momento deseo poder verlos y no dejarlos solos. Probablemente no lo habría entendido si mis padres no se hubieran ido —ahora parecía más tranquilo. Creí que había olvidado que yo seguía con él, pero noté que fue todo lo contrario, él se sentía mejor hablando de eso conmigo—. Así que... entendí que, a veces, las cosas que no logramos entender nos ayudan a encontrar un camino que no sabíamos que estábamos buscando... y creí que también había sido así contigo, al estar aquí sin haberlo planeado.
Pude darme cuenta de que no me sentía incómoda estando con él, como con la mayoría de las personas, me daba gusto que quisiera hablar de lo que, al parecer, llevaba ocultando por mucho tiempo. Pero no estaba segura de que tuviera razón en lo que intentaba decir, pues yo no creía en esas cosas. Era difícil para mí ver algo positivo en situaciones no planeadas.
—Gracias por hacérmelo saber, Bastian. Lamento haber reaccionado mal. En realidad no creo que lo que hay aquí sea lo que yo estaba buscando.
—Gracias por escuchar —me miró con esos ojos cansados intentando sonreír—, entonces, ¿qué es lo que buscas? ¿Lo sabes al menos?
—Definitivamente no. Mirar hacia adelante se vuelve difícil cuando no entiendes el día de hoy.
—Estás aquí porque debías estarlo, Vannesa. Aunque no puedas verlo por ahora.
—Bastian... —no entendía a dónde se dirigía la conversación, me sentía confundida— me preguntaste por Christina, ¿qué es lo que querías saber?
—Hoy no estás con ella. ¿Sucedió algo?
—No lo sé, me parece que no ha estado sintiéndose bien —tomé ambos platos y los llevé adentro, comenzaba a sentir esa molestia nuevamente—. Le daré algo de espacio, quizá se ha cansado de estar conmigo.
Editado: 08.08.2021