Encerrada en las cuatro paredes de mi habitación todavía puedo sentir la tibia respiración de Mateo en mi cuello y esa simple sensación enrojece mis mejillas con intensidad —como si estuviera él ahí, de nuevo, tan cerca de mi piel provocando un ligero temblor en mis piernas y corazón—, el delicado y casi inexistente roce de sus dedos contra la piel de mi pecho, apenas percibiendo el latir de mi corazón. ¡Por Dios! Si Mateo vuelve a tomar el control de la situación de ese modo me sacaran en ambulancia apenas se me acerque un poco.
Tomo entre mis brazos mi preciada almohada de Rj estrujandola con fuerza al recordar las supuestas situaciones en las que me vi envuelta con Mateo ayer en la madrugada. Cierro mis ojos forzandome a recordar y poco a poco esos momentos aparecen borrosos en mi cabeza hasta convertirse en memorias nítidas.
Puedo recordar la forma delicada que utilizo Mateo para subirme al auto, pero la forma brusca cuando me dejo en el asiento, mirando su cabello, llamándole Moni, la chica extraña del local, mis palabras halagando su perfume, nuestra conversación donde menciona que una persona lo cuidó -donde específicamente llego a la conclusión de que se trata de una chica- y luego yo en la cama. Definitivamente no fue una de las mejores noches para él y mucho menos para mí, aunque el lado bueno de toda esta situación es que mi dolor de cabeza ha disminuido a tal punto que parece no existir.
Poco tiempo paso en paz y tranquilidad antes de que mis padres aparezcan en casa hablando/gritando todas las reprimendas que se les puede cruzar en sus cabezas sobre mi irresponsabilidad al beber tanto, que habría sido de mí si Mateo no aparece a rescatarme y un sin fin de todo tipo de regaños. Los miro atenta formando un par de muecas cuando el tono de sus voces se elevan, pero desaparecen tan pronto sus ojos molestos me dan esa clase de mirada de sentencia silenciosa, muy característica de los padres.
—¿Acaso pensaste en las consecuencias? —me pregunta mi madre cruzando sus brazos y mirándome desde un lado de la cama.
Niego rápidamente.
—Pudiste amanecer dormida en algina cañería o peor aún, en la casa de un completo desconocido. —sentencia molesta, realmente molesta.
Me convenzo de que ella no se atrevía a golpearme con su chancla porque ya soy mayor de edad, pero cuando su mirada se posa sobre mi diminuto cuerpo, sus manos se agitan en el aire enfatizando su reprimenda y se saca los zapatos, temo porque realmente lo haga. No malentiendan a mi madre, es paciente, pero no tanto como aparenta dependiendo de los escenarios y claramente este escenario no se encuentra a mi favor.
—Lo lamento muchísimo, no volverá a pasar, lo prometo, ¿está bien? —hablo por primera vez desde que llegaron.
—Hablaremos con los padres de Blue, esto no se va a quedar así jovencita. —sentencia mi madre saliendo de la habitación con Sebas en brazos
La pequeña criatura se quedo de espectadora durante mi proceso de lluvia de regaños, él jugaba tranquilamente con sus autos sin prestarnos atención hasta mi madre lo toma en brazos.
—¿Quieres algo de cenar pequeñito? —se escucha en el pasillo la dulce voz de mamá.
Observo a mi padre que todavía se mantiene en su posición molesta con sus brazos cruzados, ceño fruncido, mueca de disgusto y ojos sobre mí.
—Deberías de sentirte apenada con los Jefferson. Mateo tuvo que salir a altas horas de la noche para cuidarte y traerte a casa, ni olvidar que Irina te preparo el almuerzo y Mateo regreso a cuidarte. —me recuerda papá acercándose a acariciar mi cabeza. Recargo mi cabeza en su estómago—. Debes de ser mas prudente hija, cualquiera puede aprovecharse de la situación cuando tu mente es tan vulnerable.
—Sí papá, prometo cuidarme en una próxima ocasión. —respondo cerrando mis ojos relajada por el suave masaje que me brinda mi padre con sus caricias.
—¿Qué te hace pensar que existirá otra oportunidad? Mientras vivas bajo el mismo techo que tus padres no tendrás autorización para salir a ninguna otra fiesta. —mi padre se aleja satisfecho con su nueva regla establecida en casa.
Es curioso como cambian las cosas conforme vas creciendo. Las palabras de mis padres al ser una niña siempre fueron "—Cuando seas mayor de edad puedes hacer lo que quieras, pero tu deber es obedecernos mientras seas una niña." y al cumplir la mayoría de edad cambiaron un poco el panorama a "—Mientras vivas en esta casa debes de obedecernos." La ironía de la vida, así me gusta llamarle o también la puedo reconocer como la habilidad de los padres para controlar a sus hijos del mal que abunda en el mundo.
...
Al día siguiente no tuvieron ningún tipo de compasión conmigo, despierta a las 7:00 a.m. para ayudar a ordenar la casa para el almuerzo con los Jefferson y la pareja comprometida, ayudar o básicamente preparar por mí misma toda la comida del almuerzo, arreglar la mesa del patio trasero en una zona alejada del fuerte sol del medio día y poco les falto para enviarme a limpiar las casas de los vecinos. Aunque si lo pienso mejor, escuche una extraña conversación de mi madre con la vecina sobre los deberes de su hogar y si necesitaba ayuda.
Termino de limpiar el desayunador de la cocina suspirando con fuerza, me saco los guantes amarillos para apartar los mechones de cabello rebelde que se han interpuesto en mi visión y observo a mamá a la espera de que me de alguna otra orden.