Después de haberle confesado a mi padre sobre el demente en el jardín, una enorme capa de tensión se abalanzó sobre nosotros. Me sentí confundida, pues no comprendía bien a qué venía esa expresión en su rostro que denotaba repudio.
Era de esas expresiones que sólo le haces a lo que te da asco. Así me hizo sentir esa mirada, como si fuera algo asqueroso.
De esa manera, mi padre acabó acelerando más que nunca. Me pareció aun más raro que no hubiese ningún policía en el camino que lo detuviese. Pero a lo mejor ni siquiera me percate, debido a la gran velocidad con la que arrasó por las carreteras hasta estacionar el auto frente a nuestra casa.
Admito que me sentí mareada, aunque no demasiado. Fue sencillo llegar a la puerta y abrirla con delicadeza para no espantar a mi madre, quien se encontraba en el interior. Ella estaba limpiando la sala, pero en cuanto me vió, no pudo evitar correr a mí. Me dio un cálido abrazo que no duró demasiado, ya que mi padre se mostró enojado.
Me acabó jalando con total brusquedad hasta dejarme apartada en la cocina. No sabía por qué ni bajo qué intenciones hizo tal cosa, pero nada pudo hacer que pasara por alto los gritos que escuché en la sala.
─¡¿Cómo te atreves a tratarla así, Yaser?!, ¡es tu hija, merece más respeto!
─¡Esa ha dejado de ser mi hija! ─exclamó mi padre.
Sabía que un gran problema iba a desatarse, asi que preferí quedarme oculta en la cocina, sin molestar a nadie. Pero seguí escuchando con atención.
─¡¿Se puede saber qué demonios te pasa?! ─dijo mi madre─, ¡tú no eres así!
─¡No lo entiendes, Hortencia!, ¡nunca lo entenderías!
─¡No, nunca voy a entender ninguna especie de maltrato!
─¡¿Maltrato?!, ¡es lo que se merecía esa bestia!
«¿Bestia?», pensé. Era la primera vez en todos mis 18 años que escuchaba esa palabra tan fea que salía de la boca que mi padre. Pero con un desdén tan profundo, con una indiferencia, con un odio que hasta me hacía temblar.
─¡Jah!, ¡¿ahora qué más me debo esperar?!
─¡No vas a esperar nada, voy a actuar ahora mismo!
─¡¿De qué hablas?!
─¡Esa loca no vuelve a pisar esta casa!
«¡¿Qué?!», abrí los ojos y hasta dí un leve brinco del susto que me provocó aquella última frase. Escuché los pasos que se acercaban más y más a mí, pero nunca llegaron, por el contrario, se quedaron fuera de la cocina.
─¡¿Pretendes dejarla en la calle?!
─¡No seas tonta, Hortencia!, ¡al menos tendré la decencia de dejarla en un lugar donde sí se puedan hacer cargo de ella!
─¡¿De qué maldito lugar hablas?!
─¡Un manicomio!
─¡Allí deberías ir tú, maltratador!
Esa discusión dejó de ser soportable, pero necesitaba contenerme o podría causar más disturbio del que ya había. Me asomé por uno de los muros de la cocina para ver con más precisión qué estaba pasando allí fuera. Fue entonces cuando ví que mi padre estaba a pocos pasos del teléfono de la casa. «¿Piensa llamar al manicomio?»
─¡Pues si es necesario, voy con ella, pero no voy a permitir que esa desquiciada siga bajo este techo!
─¡¿Desquiciada?!, ¡acabas de traerla del hospital, por Dios!, ¡¿qué está mal contigo?!
─¡Mal está ella!
─¡¿Por qué?!
─¡Dice que el demente de las noticias está en nuestro jardín!
─¡Te dije, no debías dejarla ver ese condenado noticiero!
─¡¿Ahora es mi culpa?!, ¡ni siquiera ha visto las noticias, pero ya me imagino quién le empezó a meter ideitas en la cabeza!
─¡La tienes ayudándote en el jardín, Yaser. Seguramente se cansó de eso!
─Mira, a estas alturas ya me importa un comino ─resopló─, ¡ella se va y punto!
─¡¿Al menos has visto cómo está ese jardín?!, ¡Aluvi debe haberlo dejado reluciente sólo para que lo aprobaras!
─¡Claro que lo ví, ella me dejó verlo y no había ni una maldita mosca! ─bramó mi padre al tomar el teléfono y marcar.
Lo último que escuché fue sus tantas quejas al ver que no fue atendido por ninguno de los tantos números que marcó.
─¡Maldita sea!
─Por favor, cálmate ─suplicó mi madre con ternura─. Ya gritaste, ya te desahogaste, ya hiciste lo que quisiste. Es momento de tranquilizarnos y tomar esto como adultos.
─¡Por supuesto que voy a tranquilizarme, pero sólo al saber que mi dinero estará siendo bien invertido!
─Yaser, no... no me digas lo que estoy pensando.
─¡Aluvi no vuelve a pisar en su vida la escuela!, ¡no se la voy a pagar!
─Yaser, no, por favor ─rogó mi madre─. Está apunto de terminar, sólo le queda este último grado de secundaria. No le hagas esto, puede llegar a ser la profesional que quiere, no le cortes las alas.
#2311 en Terror
#10646 en Thriller
terror supenso, miedo psicologico y terror fisico, temor a lo desconocido
Editado: 22.12.2019