No sé cómo explicarlo

004| Tú Aleksis Kivik, yo Mario Bellantin

Por supuesto que ha sido otra noche en la que tampoco edite.

Hago mi rutina como siempre: correr por la mañana, arreglar mi persona, así que salgo del apartamento para ir a la oficina, pero me encuentro con Aleksis, quien sale al mismo tiempo de su piso, ambos nos saludamos mutuamente desde la distancia, hasta que terminamos juntos en el elevador.

—Disculpa que te pregunte, pero ¿hacía dónde vas?

—A un restaurante en la ciudad —responde sacando su celular y mostrándome la pantalla con la dirección—, no sé dónde es, así que el Uber me esperara fuera.

—Lo conozco —menciono—, trabajo cercas, podría llevarte, si estás de acuerdo… claro.

—¡Perfecto, Mara!

Él cancela su viaje, subimos a mi auto y yo comienzo a conducir, no mentía cuando dije que trabajaba cercas, solo a un par de edificios, así que probablemente aquel fuese su nuevo lugar de trabajo mientras estuviera en la ciudad, resultaba emocionante.

Hablamos un poco durante el poco camino, él habló sobre lo emocionado que estaba de las nuevas aventuras de la ciudad, sonrío al escucharlo hablar porque sus vibras son tan naturales que incluso contagia su felicidad.

—Si estás de acuerdo, y estás cercas y tienes tiempo podríamos caminar hasta el restaurante.

—Me gusta caminar —respondo deteniendo el auto en el estacionamiento del edifico—, la ciudad a veces… la mayor parte del tiempo es agobiante, caminar es a veces mucho mejor.

Ambos salimos del estacionamiento del edificio, caminamos por las avenidas, primero nos detenemos en una librería, en la que ambos entramos —porque obviamente no me iba a resistir—, él revisa ciertos títulos y yo busco un libro de Osamu Dazai al cual tengo muchas ganas de leer. Finalmente, pago en una caja y él en otra, ambos salimos y él me entrega un libro —compró dos, pero uno lo oculta dentro de la bolsa de papel—.

—Elegí un título para ti —dice, yo rio sosteniendo el libro, se trata de Los siete hermanos de Aleksis Kivi —sonríe—, es un clásico en Suomi, además piensa en mí por el autor.

Río ante ello mientras bajo el rostro y tomo el libro como emoción.

—Me siento terriblemente mal, yo no he comprado ni un solo libro para ti…—Me detengo—, dame dos minutos.

Él dice que no es necesario, pero yo no me detengo, así que entro a la librería buscando uno de mis títulos favoritos, pagando y saliendo para detenerme frente a él, después entrego el libro con emoción.

Se trata de Salón de belleza de Mario Bellantin, uno de mis favoritos, hace años que lo leí y pese al tiempo y de los libros que he leído no ha salido de la lista.

Él ríe con vergüenza, por lo que visualizo como su piel se pone colorada.

—Mara, no hacía falta, ha sido un regalo.

—Ni hablar —respondo sonriendo—, yo también quería darte un regalo.

Aleksis termina aceptando y agradeciendo, por lo que continuamos caminando mientras hablamos, más que nada de nuestros libros favoritos, yo hablo con emoción de Juan Rulfo, Charles Bukowski y Anaïs Nin sobre lo mucho que me gustan; sin embargo, no son los únicos. Él habla sobre cuánto le encantan los libros de Sofi Oksanen y Thomas Mann, como sus principales autores favoritos; aunque como yo, no puede elegir a sus favoritos, porque todos tienen su propia esencia e incluso se podría decir que son inconmensurables.

Nuestra platica se detiene cuando llegamos al restaurante, por lo que no hago más que desearle éxito, despedirme con un saludo de mano, él también lo hace, por lo que finalmente doy media vuelta caminando hacía el edificio de la editorial, entrando, saludando a César, a Ixchel y a Leticia —también es de nuestro equipo, pero siempre esta de un lado a otro— al tiempo que dejo los dos nuevos libros sobre el escritorio y finalmente tomo asiento.

—Eras tú, ¿no? —pregunta César, yo frunzo la mirada mientras lo observo y sonrío—, te vimos caminando junto a un hombre muy guapo, te veías muy feliz, ¿están saliendo?

—Dime que no —pide Leticia acompañado de una sonrisa—. Es muy guapo.

—¿Alto, cabello al hombro, bonitas facciones? —pregunto, ellas asienten—. Oh, él, es amigo mío. Fuimos a comprar libros —rio mientras señalo los ejemplares.

—Una cita donde van a una librería e intercambian títulos, para nada un romance, ¿cierto, Ixchel?

—Los amigos también se recomiendan libros, César, no imagines otras cosas —responde la de cabello rosa—. Yo te recomiendo libros todo el tiempo.

—De acuerdo —responde César rodando la mirada—. Solo te advierto que me ha gustado y espero que tenga la mente abierta para nuevas experiencias.

—¿Significa que es soltero? —pregunta Leticia. Yo no lo sé a ciencia cierta así que solo me encojo de hombros—. Preséntanos.

—Calma, Leti —dice César.

Ixchel y yo sonreímos ante ello, pero no decimos nada, solo negamos la cabeza con ligereza mientras comenzamos a trabajar.

 Ixchel aún en las ilustraciones para el libro de Christine Michelle —que son una maravilla—, y César en la publicidad de otros libros que saldrán pronto a la venta. Yo debo editar, así que eso hago durante un par de horas, ignorando el mundo que me rodea y simplemente sumergiéndome en la lectura mientras hago mis anotaciones.




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