Pase una buena semana, como todas antes de conocer a Aleksis, excepto que ahora hablaba con él por las noches sobre nuestros días y a veces, nos quedábamos hasta muy tarde para seguir hablando. En el pasado, estaba segura de que hubiese odiado todo esto, pero ahora, me gusta ver el camino que está tomando.
Y llegó el viernes.
Generalmente odio los viernes, es un día completamente vago, todos estamos sin energías y estresados, no se disfruta tanto como un lunes por la mañana, o un día de puente. Pero aun así me levanto y con pesar llego a la oficina.
Me dejo caer sobre la silla y después mi cabeza sobre el escritorio.
—Motívate, Mara —dice César con emoción una vez que entra a la oficina—. Es viernes. El mejor día de la semana.
—Estoy segura de que no piensa lo mismo que tú —musita Ixchel en voz baja al tiempo que deja su Ipad de la mochila—. También estoy muy cansada, estuve trabajando toda la noche en encargos de ilustraciones.
Volteo a verla; definitivamente tiene los ojos cansados. Se ofrece a mostrármelas y yo quedo fascinada porque son maravillosos. Admiro a las personas que tienen la habilidad de dibujar, yo difícilmente puedo realizar un muñeco de palos. La halago en varias ocasiones y ella no hace más que reír y negar.
—Es demasiado humilde para aceptar que hace arte.
Ixchel vuelve a sonreír regresando el Ipad consigo y agacha su rostro sonrojado y acompañado de una sonrisa tímida.
—Por cierto —Es César el que interrumpe el silencio. Ixchel y yo volteamos a verlo con interés—. ¿Quieren ir a beber algo en la noche? —Ixchel asiente, después pasa su mirada a mí—. Sé acabo, Mara, di que sí porque me sentiré abandonado de tu amistad. No es manipulación, pero sí lo es, no seas aguada, vamos.
Sonrío.
—No iba a decir que no.
César me sonríe y después a Ixchel.
—¿Qué paso con Aleksis? Ya se terminó lo suyo… —Hace una mueca de tristeza—. Chale, yo les veía un gran futuro. ¿Por qué terminó lo suyo? ¿No funcionó?
Mi ceño se frunce.
—No —sonrío—. Esta en otro estado… pero aun así, nada ha cambiado entre ustedes y yo.
—Ya sé —pronuncia riendo—. Olvídalo, son ideas mías… ¿Ha decidido quedarse a vivir aquí?
No digo nada.
Esa pregunta la comienzo a odiar, no es como si supiera lo que pensase con certeza y tampoco tengo ánimos de responder.
Cada quien se centra en su trabajo, intercambiamos opiniones y seguimos en lo nuestro, yo soy llamada junto con otros editores, hablamos con el jefe y finalmente, después de un largo día, salimos.
Ixchel, César y yo subimos a mi auto y conduzco hasta un bar, pese a que la zona está repleta de bares, ese es nuestro favorito, por el ambiente y las bebidas. Bajamos del auto y entramos a la oscuridad acompañados de leves luces tenues.
Pedimos varios tragos que bebemos de golpe, y continuamos de esta manera varias veces más mientras hablamos sobre nosotros; no obstante, unos sujetos se acercan a nuestra mesa. Son dos. Uno se sienta junto a Ixchel y el otro junto a mí.
Ruedo los ojos sonriéndole falsamente a Ixchel y César; Ixchel se ríe conmigo mientras rueda los ojos.
—Hola —Saluda César imponiendo autoridad—. ¿Se les perdió algo?
—No —dijo uno de ellos. Aparece otro, dejando en medio de nosotros una botella—. Queremos beber con ustedes —Me mira.
La mirada de César baja a la botella. Como es una botella cara sonríe, mirándonos a ambas quienes asentimos.
—Acepto —dice.
Servimos más tragos. Se siente incómodo, pero lentamente se va dejando aquella vibras, no parecen ser sujetos terribles, pese a que su amabilidad es por mero medio intencional de conquista.
—¿Cómo se llaman? —pregunta el que está junto a mí, aunque su mirada se centra en mí, me extiende su mano y sonríe—. Soy Gabriel.
—Mara.
Si tuviese otro nombre no hubiese dudado en decirle aquel que nunca uso, pero como solo tengo uno, es lo que digo. Ixchel y César también dicen sus nombres en voz alta; de este modo descubrimos los nombres de los otros dos: Bruno y Luis.
Hablamos del día, bebemos, bromas, nada serio ni interesante, es algo súper casual donde César es quien más lo goza, disfrutando del alcohol caro —único motivo por el que no los corrió—, y yo no lo paso tan mal, pero miro a Ixchel, quien sonríe falsamente, le pregunto con la mirada lo que ocurre, pero no hace más que negar en un “todo está bien". Y entonces, lo dejo pasar.
Gabriel deja su móvil frente a mí.
—Intercambiemos números —propone. Yo no despego la mirada de su móvil.
—No tengo interés, Gabriel —Tomo su móvil y lo dejo frente a él, después sonrío con cinismo. A veces se me olvida que no debo tomar más de lo debido.
—Seguro es casada, Gabo —dice Bruno—. No te preocupes, otra mojigata que acepta la bebida cara.
Ruedo los ojos, veo que Gabriel también lo hace.
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Editado: 13.12.2021