No sé cómo explicarlo

028| Debería aprender eso de él

Suspiro hondo antes de comenzar a caminar. Han pasado casi quince días desde su viaje, y ahora no sé con que cara hablarle después de haber desaparecido todo este tiempo.

—Hola —musito en un hilo de voz mientras lo saludo ligeramente con las manos—. No estoy muerta, por si te lo preguntabas.

Él ríe al tiempo que se acerca a mí, tocando mis hombros y sonriendo. Yo solo lo miro.

—Te estuve llamando toda la semana, pero seguro estuviste muy ocupada.

—Un poco…

No, en realidad no. Solo no quise atender, ni responder. Nada. Ahora me siento mal por haberme comportado de esta forma.

Abro la puerta. Ambos entramos.

—¿Cómo estuvo tu viaje? Era a Quintana Roo, ¿cierto?

Asiente con una sonrisa, y comienza a hablar: primero, sobre la playa. Ama la playa, el sonido de las olas, el sol, la arena; también habla del diplomado, lo que ha aprendido y las anécdotas con otros chefs, incluso menciona el anhelo que tiene de trabajar cercas del mar.

Habla mucho, con emoción, dice cuanto me ha extrañado y que estuvo pensando en mí.

Y no sé como sentirme, porque por la forma en la que me mira y me habla, parece que yo ocupo el todo en su vida, como dijo mi abuela. Pero probablemente solo sean ideas mías.

—¿Estás molesta? —pregunta él—. ¿Te ocurrió algo? ¿Hice algo mal?

Su voz concluye en un pequeño hilo, a penas audible. Ese es el problema. No hizo nada en el sentido estricto. Quizás no estoy enojada con él por Irina, sino, por mí, porque hago exactamente lo mismo.

—¿Por qué debería estar enojada contigo? ¿Existe algún motivo?

Niega con el rostro serio.

Una parte de mi no quiere enojarse, no lo merece, acaba de llegar de un viaje largo y yo me comporto como una imbécil sin saber más allá de lo que creo.

Entonces, Aleksis al ver que mi mente esta ausente, me sonríe, se levanta y se despide diciéndome que podemos hablar después.

—De hecho, si hay un motivo —interrumpo antes de que llegue a la puerta. Voltea y después lo obligo a regresar—. No hablaste sobre ella…

—¿Ella? —Sus cejas se contraen.

Ruedo los ojos con ligereza y abro mi Instagram hasta mostrar las fotos con Irina, ¿qué demonios estoy haciendo? Normalmente no soy así. Soy una contradicción.

—Oh, hablas de Irina —dice con naturalidad—. Nos encontramos en Cozumel y decidimos viajar a Campeche —levanto una ceja—. Creo que ya sé a lo que te refieres: Irina, es una amiga, ella es rusa y nos conocimos cuando estuve unos días en Rusia —Me mira—. Si te lo preguntas, salimos un tiempo, tenemos ideas a fines, pero no los mismos objetivos y terminamos como buenos amigos.

—¿Es todo?

—Sí —afirma, entonces me ve y una sonrisa se escapa de sus labios—. No puedo creer que estés celosa, Rakkaani.

—Claro que sí, cualquier lo estaría con ella —resoplo—. Es muy guapa, tanto que incluso yo te engañaría con ella… y, además, es tu ex…

—Siento que esto te haya molestado. Sé que debes estar decepcionada —Se disculpa con voz tranquila. Es honesto—. Lo siento por no habértelo comentado y por causarte malestar.

Pero es mi culpa. Yo decidí no responder nada.

—No —interrumpo—. La verdad, es culpa mía. Me comporte como una idiota inmadura toda la semana. Debí haberlo hablado en lugar de asumir —Lo tomo de las manos—. Lo siento.

Lo abrazo. Él me abraza. Un abrazo reconfortante. Es honesto y conciliador con sus palabras. Quizá debería aprender eso de él.

.

El domingo, después de que ambos descansáramos salimos a comer. Yo le platique sobre que mi libro saldría pronto y sobre cosas mundanas que ocurrieron en la semana. Él escucha atento. Entonces, cuando el silencio nos domina porque ya no tenemos nada más que decir y pese a que nuestra compañía es suficiente, llega el buen momento para preguntar sobre el futuro.

—¿Qué pasa con tu carrera? —pregunto. Él no entiende de todo—. ¿Has pensando en el futuro? ¿Tienes en mente abrir tu propio restaurante? ¿Ganar al menos una estrella Michelin?

—No son parte de mis planes —confiesa—. Implica establecerse en un solo sitio y si tuviese que elegir entre la cocina o viajar, es claro que elijo viajar.

—¿No te importa el reconocimiento, la fama o algo así? —Él niega—. No lo entiendo… ¿Qué hay del éxito?

—El éxito para mí es cumplir con lo que más me importa, lo que me emociona, debe hacerme sentir realizado. No necesito reconocimiento o fama para sentir que hice algo.

Sonríe.

Tiene una idea clara de quien es y lo que quiere, en cambio, yo me siento como una adolescente, aún sin saber en lo quiero. Sé que quiero seguir escribiendo, pero solo eso, de ahí en fuera, camino sin rumbo.

—Por cierto, hablando de futuro: me ofrecieron un contrato de un año y dispuesto a renovarse para trabajar en Phuket —dice él. Yo trago saliva—. ¿Qué piensas?




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