No se me permite tocarla

UNO

Y entonces te conocí

A los 8 años

El joven Tacano ingreso a la oficina de su ahora señor "Rush Nicolau", dueño, director y accionista principal de "Inversiones Rush", una empresa multinacional la cual tiene gran capital invertido en demasiadas cosas, como por ejemplo: Tecnología, ciencia, bioquímica, hidráulica... en fin, la lista sigue, pero claro que a Ciro le importaba nada los millones que su amo pudiera tener en el banco dado que él no respondería ante el dueño de la casa, sino a su heredera.

—Lamento la demora. —Hablo el señor Rush cuando ingreso a la habitación caminando un poco raro.

Ciro al instante con una mirada perspicaz y rápida se fijo en el porqué de la cojera del señor para después volver a mirar su cara como si nada hubiera pasado.

—Por favor señor, no tiene que disculparse. —Hizo una más que ensayada reverencia.

Una reverencia que ensayo 12 de los 14 años de vida que tenía para ese entonces.

—Bien como entenderás debes cuidar de mi hija ¿Cierto? Tu tiempo de practica comenzara hoy y se extenderá hasta que tengas edad para ingresas a la academia, ¿Estás de acuerdo con eso? —Pregunto una vez más para cerciorarse.

El señor Rush como padre responsable y amoroso tenía dudas sobre si dejar o no a su pequeña en manos de un pre-adolescente, pero esto mandaba la tradición y el acuerdo con la familia Tacano, sabía mejor que nadie lo capacitados que se encontraban los jóvenes dado que anteriormente el padre del mismo se hizo cargo de su persona y hasta hoy en día continua siendo su mayordomo sin poder recriminársele nada en absoluto... pero aun así estaba algo inseguro...

—Bien. —Suspiró—Esta es tu señorita, por favor Lumiére saluda a Ciro, él será tu mayordomo a partir de ahora. —Indicó dando un paso a un lado, pero la pequeñita al instante volvió detrás de las piernas de su padre aferrándose con más fuerza, ahí estaba la razón de su cojera.

—Señorita es un gusto para mí conocerla, mi nombre es Ciro Tacano. —El joven mayordomo inclinó una de sus rodillas en el suelo en apoyándose en su otro pie y colocando una mano sobre su pecho en posición de juramento, porque eso haría, iba a jurar ante su señorita—A partir de hoy seré su mayordomo, y mi deber como su mayordomo es cumplir cada una de sus ordenes sin basilar, señorita Limiére, si usted me lo permite y así lo desea usaré todo lo que esté a mi alcance y poder para hacerla feliz, espero que mi entrenamiento sea satisfactorio para así poder permanecer a su lado en un futuro de forma oficial.

La pequeña lo miro, observo atentamente el rostro de aquel chico, tenía una mirada profunda, demasiado, no podías percibir que era lo que sentía realmente, estos iban a juego con unas largas pestañas de un rubio oscuro junto con unas cejas del mismo color, las cuales acompañaban un bonito y brillante cabello rubio más claro.

—Me gustan tus ojos. —Dijo saliendo apenas un poco de la protección que ofrecían las piernas de sus padres—Usas muchas palabras y te vistes raro igual que papá. —Habló refiriéndose al traje de etiqueta que llevaba puesto, dejo salir una pequeña risita—Yo creía que mi papá y su mayordomo eran los únicos que vestían así.

Su padre la observo algo sorprendido, ¿Hace cuanto no veía reír a su hija? Desde lo de su madre costaba horrores sacarle una péquela sonrisa, ni hablar de que se riera, pero Ciro al contrario miro extrañado al padre de la niña.

—Ella no conoce mucho de la alta sociedad, prefiero que estudie en casa al menos por ahora. —Su voz firme indicaba que ahí quedaba el tema.

—Entonces ¿Me acepta? —Pregunto bajando ligeramente las cejas a su señorita para cambiar el tema, aun seguía arrodillado y extendió la mano hacia ella.

Lumiére finalmente se dejo al descubierto por completo alejándose de su padre.

Ciro la observo con cuidado, apenas si había tratado con la ex señora, pero la pequeña era su calco.

Con ojos grandes y verdes, su cabello rojizo algo enrulado dejándole unas buenas ondas, mujeres mayores dedicarían horas a tener ese aspecto, pero la pequeña con su largo cabello—el cual dedujo que nunca antes en su corta y escasa vida de ocho años se lo había cortado dado el largo—Lo tenía a la perfección, era demasiado blanca, eso no le agrado, destacaba demasiado ese color de piel y la hacía ve algo enferma, le faltaba mucha luz del sol ¿Hacia cuanto tiempo no salía a su enorme jardín?

—Tú... ¿Harás lo que diga? —Atino a preguntar antes de arriesgarse a aceptar, ella no era tonta y su padre anteriormente la había explicado las labores de un mayordomo, la respuesta de Ciro fue una encantadora sonrisa dulce que calentaría el corazón de la persona más fría

—Sí, ¡Claro que sí!

Ella se arrojo a su cuello, Ciro se tambaleo un poco pero alcanzo a no caer y sujetar su pequeña espalda, al instante se alejo para verlo a la cara.



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En el texto hay: romance, mayordomos

Editado: 04.08.2018

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