Cuando sea mayor
A los 10 años
La niña corría de aquí para allá por el enorme jardín mientras Ciro la observaba a unos cuantos pasos con su impecable postura recta digna de cualquier modelo, o mayordomo en este caso.
—Señorita Lumiére, por favor deje de cortar esas flores, si realmente las desea le pediremos al jardinero que lo haga por usted. —A paso apresurado se acercó a la niña, la observó, por estar arrodillada en el suelo su hermoso vestido rosa ahora estaba totalmente sucio, contuvo sus ganas de suspirar, cuidar de los niños era complicado—Señorita Lumiére, tendremos que ir a conseguirle un cambio, las señoritas de su nivel no pueden andar con ropa sucia y...
— ¡Para ti! —Lo interrumpió tendiéndole el pequeño ramo de flores que había juntado.
— ¿Disculpe? —Preguntó algo descolocado.
—Las flores son para ti Ciro, son amarillas y bonitas como tu pelo. —Sonrió tendiendo el ramo con insistencia.
Ciro miro su pequeña mano y recibió el regalo, notó también que tenía algunos cortes.
—Muchas gracias, señorita. —Sin poder evitarlo sonrió.
— ¡Ciro eres tan guapo! —Ella se lanzo sobre él.
Ciro quien tuvo 2 años para acostumbrarse a esos ataques sorpresa ni se inmuto cuando la sostuvo.
—Me siento halagado, pero la señorita Lumiére es la verdadera belleza aquí. —Se apartó un poco para observarla—Verla todos los días hace que esto no sea un trabajo. —Acarició su cabeza.
Y era cierto, cada una de esas palabras, cuidar de los niños le resulto realmente agotador, aun más porque comenzó a hacerlo con tan solo 14 años, pero nunca en ningún momento lamento que fuera Lumiére quien le tocara como su señorita.
—Ciro... ¿De qué hablabas hoy con tu padre? —Pregunto con un puchero—Los vi cuando tú me dejaste desayunando sola...
Esa niña siempre lo sorprendía, era demasiado perspicaz para esa corta edad, debió parecerle raro que por primera vez en 2 años de servicio él la dejara sola, y más raro debió parecerle que estuviera hablando con su padre, que al ser mayordomo del padre de ella debía estar en su servicio junto al mismo.
—La señorita Lumiére es una niña tan inteligente, inteligente y muy bonita—palmeó su cabeza—Estoy tan orgulloso.
La niña se sonrojo, tanto que podría llegar a confundirse con su cabello.
—Cuando sea mayor tu y yo nos casaremos ¿Verdad, Ciro? —Atacó la pequeña.
El mayordomo trago en seco.
Esa era un arma que estaba utilizando desde que vio aquella telenovela durante unos 10 minutos cuando él tuvo que dejarla para preparar su baño y ropa que usaría después, justamente tuvieron que pasar una escena de boda, cuando comenzó a hacer preguntas su estúpida respuesta fue la que lo condeno.
"Las personas se casan cuando se aman"
Y lo peor fue que hace unos días la había dicho que la amaba... no en un sentido romántico ¡Ni más faltaba que un chico de 16 si fijara en una niña de 10! Pero realmente le salieron del alma esas palabras.
Él estaba algo deprimido ese día, y ella lo notó de inmediato, aquella mañana cuando golpeo su puerta y dio los cordiales saludos de inmediato lo abrazo y le dijo: "¿Por qué estas triste?", nadie se había dado cuenta... sólo ella. "Usted es tan detalláis mi señorita, siempre preocupándose por un simple sirviente como yo, por eso la amo". ¡Idiota y mil veces idiota!
Por culpa de esos gravísimos errores ahora las estaba pagando.
Su padre iba a matarlo si se enteraba.
—Señorita Lumiére ya le dije que nosotros dos no podemos casarnos. —Habló calmadamente.
— ¿Por qué no? —Sus ojos comenzaron a cristalizarse.
—Porque usted es una princesa, y las princesas se casan con príncipes, no con lacayos. —Ofreció una dulce sonrisa para que eso no fuera tan feo como le sonaba.
Sí, eso era cierto. Alguien de su posición no podía ni soñar con casarse con la hija de su señor ¡Mucho menos con su heredera! La gente como él no debía darse el lujo de soñar tan alto.
— ¡Pero tú eres como un príncipe! —Objetó ella.
—Puede verme como uno... pero no lo soy. —Se levanto con la niña en brazos—Ahora vamos a que se cambie.
Los mayordomos van vestidos elegantemente con ropa de frac, ropa tan costosa que la mayoría de la gente no podría pagarse, tiene un sueldo tan abultado que son la envidia de cualquier sirviente en cualquier casa, nacen destinados a una vida de lujos... pero aun así no llegan ni a los talones de sus amos, señoras o señoritas.
—Yo te amo, Ciro.
—No diga eso señorita, yo sé que cuando tenga edad amará a alguien que le convenga.