Mis días comienzan a las 4:30 de la mañana con una taza de café cargado, junto a unas mantecadas que me sobraron anoche.
Mientras remojo el pan en el, repaso algunas de las cosas que, se supone, vendrán en el examen que tendremos en el tercer módulo.
No estoy del todo lista pero tampoco me siento nerviosa, aún así no impide que mis ganas de que se me quede algo de ese resumen que hice hace 3 días se detengan.
Me había dicho que dejaría de estudiar todo un día antes de un examen más si era para el parcial final, pero la verdad es que es algo que - por ahora- no puedo evitar.
Un maullido hace que me desconcentre. Hay un gato callejero que viene todos los días y todo es porque lo he mal acostumbrado. No es que tenga mucho que darle pero intento darle algo todos los días.
Pero ayer se me olvidó, llegué muy tarde a la casa. Así que me apresuro a sacar un poco de jamón para darle.
Al abrir la puerta se puede sentir que la mañana estará muy fría. 19 grados son lo suficiente para que toda la ciudad empieza a sacar sus colchas gruesas -con imágenes de leones- y use sueter y bufandas. Conmigo no es la excepción, aunque omito la bufanda, que a decir verdad no tengo.
Rocki, así es como he llamado al gatito callejero, estaba tan hambriento que me quitó el jamón de las manos justo cuando me agache para ofrecérselo. Suelo darle de poco a poco para que no se atragante pero esta vez no aguantó. No dudo en ir hasta la cocina para buscarle un trozo más y el, como si fuera su casa, entra detrás de mi.
La idea de adoptarlo y que se quede en la casa a rondado en mi cabeza desde que lo vi solo en la calle. Podría hacerlo si viviera sola y más si fuera la que paga la renta pero a mi madre no le gustan los gatos.
Por ahora lo único que puedo hacer por el es alimentarlo. Solo espero que tenga un lugar calientito donde dormir.
Luego de darle dos trozos de jamón, saco a rocki de la casa para que no me haga un desastre como la última vez.
Dando las 5, empiezo a alistar mis cosas. Guardo en mi mochila mis dos libretas -dentro de una de ellas el resumen-, un libro de Inglés y la estuchera. Con el tiempo que me queda, me apuró a prepararme un sándwich para sobrevivir en el día y lleno mi termo con agua. Ya tenía meses que planeaba llevar algo preparado, el solo pensar que llevaba 2 años y medio comiendo las empanadas de 10 pesos de la cooperativa durante mis horas libres ya era mucho. Aunque ya estaba por terminar el semestre, quizás ya me había crecido la solitaria de tanta comida de la calle, aunque el sándwich tampoco es del todo sano.
Terminando eso, colocó todo en mi mochila y me dirijo a la puerta de mi casa, no sin antes ponerme los tenis.
Una vez fuera me aseguro de cerrar todo bien. Realmente no creo que haya alguien interesado en robar algo en mi pequeño hogar, pero por si las moscas - y por mi ansiedad- me aseguro dos veces de que cerré bien.
Para llegar temprano a mi universidad, necesito tomar la combi a las 5:30 -aunque más temprano sería mejor-, camino 4 cuadras y cruzo la avenida principal para llegar a la parada. Allí tomó la combi que me lleva al centro y una vez allí agarró otra que me deja cerca de la universidad.
El trayecto no es para nada agradable.
Más de un millón de personas en esta ciudad te hace replantearte la idea de irte a un pueblo de Yucatan, pero cuando sabes que aquí es donde podrías tener un futuro seguro se te pasa.
Cancún.
Muchos pensarán que es una ciudad de lujos, de vida en playa todos los fines de semana, pero solo para la gente de estatus social más alto. La vida en esta ciudad es tan simple, no hay alguien que conozcas que no haya trabajado en la hotelería. Es como si fuera una ley haber pasado por alguna cadena hotelera. Yo también estuve por esos rumbos durante dos años luego de salir de la preparatoria y no es un recuerdo muy bueno. ¡Literalmente te explotan!
Decidí continuar con mis estudios después de esos dos años "sabaticos" porque la sola idea de seguir trabajando de áreas publicas en un hotel es desagradable, es más, me planteé no estudiar algo que tuviera que ver con la hotelería.
Pero aquí estoy, estudiando Turismo sustentable. No es que hubiera más opciones cuando, donde vives, el turismo es el que mueve la economía. Turismo, administración y negocios, no hay ni una universidad en la zona que no tenga esas carreras.
No me molesta del todo haber escogido esa carrera, aunque me hubiera encantado ser veterinaria, lo único que quiero es tener una vida estable en el futuro y sola. O eso espero.
Ya en la uni, me dirijo al salón donde sería mi primera clase de la mañana.
- Como siempre tarde - detuve mi paso - Sabes que con esto ya no puedo confiar en ti ¿verdad?
Me volteé para hacerle cara a la voz que reconocía con un tono ronco.
-Bueno consigueme un coche con tu beca en vez de gastarlo a lo tonto-
- ¿Con 9000 pesos? Con eso puedo conseguirte un bocho y tendrías que buscarte un empleo que te paguen mejor que en donde estás para comprar refacciones. Deja de ser envidiosa.- dice a la vez que se acerca a mi a darme un abrazo. - No te enojes. Rezaré a san Judas para que el próximo semestre te den la beca. Por ahora solo se buena conmigo para que te invite algo con ello.-
- No estudiaste, ¿verdad?- digo
-No, valió madre.- dice mientras abre mi mochila.
- Ten cuidado Daniel- digo pensando en mi sandwich, que seguramente ya haya sido aplastado.
-Estoy seguro que aquí está la salvación para mi semestre.- revisa dentro de la libreta donde tengo el resumen y una vez en sus manos me dice - Me lo aprendo en este módulo.
-El profesor no te dejará andar con esas hojas ignorando su clase.