No seré tuya #4

Capítulo 2

Ninguno de los habitantes de Devonshire se le habría pasado por la cabeza que el duque de Werrington sí que había llegado, pero que el carruaje que lo llevaba se le había partido una rueda provocando que su llegada a la mansión se retrasara un pelín más. O mejor dicho,dos horas más tarde. Hubiera tardado menos si no fuera por dicho problema. 

El cochero se disculpó por el imprevisto, que por suerte, no llegó a ser un grave accidente ni que el duque saliera con alguna lesión o rasguño. Salió por la otra puerta que no daba el camino, ya que un lateral del vehículo estaba pegada al suelo. Hubo un milagro que el equipaje del duque no había salido disparado a algún sitio, estaba bien sujeto con las correas en la parte de atrás. El hombre las desató, dejó las maletas en el suelo y fue a ver la rueda partida.

—Lo siento, señor. No pensé que se rompería una rueda — ni él se lo había imaginado.

—¿Cómo se podía partir una rueda en medio del camino? — se preguntó frustrado.

 Encima el tiempo era caluroso. Normalmente el tiempo de allí no lo era, teniendo en cuenta que estaba a punto de acabar el verano para entrar en otoño. El sol que estaba en su punto más algido del cielo brillaba más y transmitía más calor que nunca. Se limpió las gotas de sudor que le recorría por el rostro con un pañuelo. El pelo se le pegó más a la frente. Además, sus ropas estaban llenas de polvo. En cuanto llegara a Devonshire se daría un baño. No toleraba tener una capa de sudor sobre la piel. 

—Podemos esperar a que otro carruaje pase. No hay posibilidad de arreglar esto — el duque coincidió con la opinión del hombre.

Veía que sus pertenencias estaban en el suelo del camino. Si nadie pasaba, se iban a quedar ahí. Al menos que alguien pasara o él fuera en caballo hasta la mansión y diese la voz.

— Cogeré uno de los caballos. Sino le importa, quédese aquí mientras voy a Devonshire. Le pediré a uno de mis hombres que le recoja y se lleven mis pertenencias.

— Espere, señor... Parece que alguien viene por aquí — el hombre se puso la mano sobre la frente como visera y divisó, efectivamente lo que dijo el cochero, un jinete iba hacia ellos.

Como veía que no se iba a parar fue hacia el medio del camino y alzó una mano para detenerlo. Se detuvo pero levantando más la tierra del camino.

—¿Podría mirar por dónde va? — no pudo evitar decir más frustrado de lo que estaba — Mi cochero y yo hemos tenido un accidente. 

Después que el humo de tierra desapareciera pudo "ver" (si fuera posible porque el sol le estaba dando de pleno a la vista) que era un jinete de lo más maleducado. Los miraba sin decir una palabra. No se pudo fijar el brillo de reconocimiento en los ojos ambarinos. Él creía que era un chico porque estaba vestido con ropas masculinas.

— ¿Es mudo? — el duque se apartó cansado de mirar hacia arriba y que el sol le siguiera dando a los ojos — ¿O no entiende mi idioma? Necesitamos su ayuda o la de alguien. El carruaje se le ha partido una rueda y tenemos que ir a Devonshire.

Repitió casi cansado. 

Alice no le quedó más dudas. Era él. El duque Werrington. Escondió una sonrisa maliciosa. Le iba a dar una gran bienvenida que no lo iba a olvidar de su vida.  Dio una palma a su yegua para tranquilizarla mientras bajaba. Había sido un regalo de Dante y le había enseñado un par de trucos. Uno de ellos se lo iba a mostrar al duquesito. Aunque se imaginaba que no sería de su agrado.

No pudo evitar echar un vistazo mientras se acercaba a él. Sin duda el duque estaba a punto de perder la paciencia. Lo miraba sin una pizca de amabilidad. No era la mejor manera de pedirle ayuda, si actuaba arisco. Puso los ojos en blanco, él era así. Antipático. Las manos le picaron queriendo hacerle de las suyas.

— Señor, no soy mudo — moduló la voz para que fuera más grave y no sospechara quién era ella, aún no —. Le dejo mi caballo. Ten cuidado que es muy rebelde. 

—Gracias. Lo tendré en cuenta  — dijo con el ceño fruncido y lo miró por encima del hombro — ¿Nos conocemos?

— No, señor — bajó el sombrero que tapándole el rostro y sonrió sin que él viera su sonrisa de regocijo.

Julian negó con la cabeza y montó sobre la yegua que se puso nerviosa cuando la montó.

— No tardaré — ya que le había hecho el favor, no iba hacerles esperar y más con el calor que estaba haciendo —. Mandaré alguien para que os recoja.  

Alice asintió y esperó que el animal cabalgara un poco más por el camino. Estaba esperando el momento. Un minuto después silbó. Era la señal para que su caballo levantara las piernas delanteras. Ocasionó la caída del duque al suelo. Este intentó sujetarse a la montura, se aferró tanto a ella que el golpe no fue tan fuerte como lo esperado.  El cochero se alarmó por él y fue hacia donde había caído corriendo.




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