No son solo historias

Fantasmas del pasado

Los cuentos, películas, monstruos, y toda situación aterradora, era lo que producía emoción a Tomás, pero… por mucho, lo que más le fascinaba, era saquear tumbas, si, lo leíste bien saquear tumbas. Y si bien no era un pasatiempo para presumirlo y ser digno de orgullo, aquello era lo que le hacía sentirse satisfecho, y no era para menos la cantidad de tesoros que la gente se llevaba a la tumba le había traído el suficiente dinero para comprarle cosas a su madre y a su amada novia, además estaba el hecho de que con esto, hallaba una sensación de aventura y valentía, sintiéndose vivo, porque al igual que un atleta ama correr por ser atleta, y un maestro ama enseñar por ser maestro, a Tomás le gustaba saquear tumbas porque, bueno, porque era Tomás.

Así que no era acto de sorpresa lo que Tomás se encontraba haciendo desde las tres de la mañana en el cementerio y en la parte donde estaban las tumbas más valiosas y antiguas del pueblo.

-No quiero apurarte, Tomi, pero ya vamos casi una hora aquí y si no te das prisa, el guardia nos va agarrar, y soy muy joven y guapo para ir a la cárcel- susurraba Pedro a Tomás, quien se hallaba intentado abrir un antiguo ataúd de mármol, con una pala.

-Lo de joven te acepto- su voz se hizo más áspera mientras trataba de levantar la tapa del ataúd- pero amigo mío, lo de guapo….

-¡Ja! que gracioso Tomás, sabes lo que les pasa a los tipos como yo en la cárcel,- siguió hablando sin darle tiempo de contestar -Pues este rostro de revista acabará destrozado, y amigo, valoro mi cara. Además cuanto te falta para irnos, ya vamos tres tumbas y no encontramos nada valioso.

-Calma amigo mío, si me ayudaras a levantar esta tapa, podríamos hacerlo más rápido.

-Bien-dijo Pedro alzando las manos- Todo sea por irme a dormir unas cuantas horas.

Entre los dos empujaron la fría tapa de mármol, hasta que esta se abrió y salió un motón de polvo. Tomás entró a la tumba y empezó a buscar entre el polvo y lo que quedaba de huesos, algo valioso. Encontró un montón de monedas de oro y joyas, inmediatamente las guardó en una bolsa, pero cuando estuvo a punto de cerrarla vio que algo brillaba debajo de lo que quedaba de ropa, rápidamente lo sacó fijándose que era un collar en forma de corazón, lo metió en su bolsillo y salió. Pedro y él cerraron la tumba, y al salir del cementerio se repartieron los hallazgos.

  1. Tomás caminaba a su casa, sacó el collar de su bolsillo, limpió el polvo y lo miró. Era hermoso, a pesar de los años pasados continuaba brillando y se notaba que era muy caro, él sabía que le fascinaría a Elena, su novia. Al llegar a su casa ya eran las cinco de la mañana así que se dio una ducha y salió a casa de Elena. Él sabía que ella aún dormía, así que dejó en la puerta de su casa una cajita con el collar dentro y llamó al timbre. Aunque quería ver la expresión de su novia, tenía un trabajo que mantener y ya se le hacía tarde, así que salió corriendo. Elena al escuchar el timbre fue a abrir la puerta, al salir no vio a nadie pero al bajar la mirada descubrió una cajita con una nota.

Cariño, cuando lo vi pensé en ti, espero que te guste.

Con amor, Tomás.

Sonriendo abrió la caja y encontró un collar realmente hermoso, se preguntaba donde lo habría conseguido Tomás, se lo puso con cuidado y entró a casa. Al subir las escaleras algo inesperado pasó, Elena sintió un ligero mareo y todo a su alrededor desapareció. Elena se había desmayado.

Ella se encontraba frente a una casa, esta era muy grande, blanca, y rodeada de frondoso bosque. Dos mujeres con vestidos anchos, un corcel que marcaba sus cinturas y altos peinados, salieron de la casa. Una de ellas observó hacia el bosque y dijo:

-Christina, hija, ven a cenar.

Elena escuchó risas infantiles y al darse vuelta vio una niña y dos pequeños niños.

La pequeña, tendría que ser Christina, llevaba su rubio cabello en dos trenzas, y un vestido rosa, el niño vestía un pantalón corto y una camisa a rayas, al igual que Christina, era rubio y estaba muy limpio a comparación con el otro niño, este, estaba muy sucio llevaba ropa vieja y la cara llena de ceniza, su ondulado cabello negro y su piel caramelo contrastaba con la blanca piel de los otros dos pequeños. Los tres se abrazaban y reían.

-Christina ya escuché tu voz- dijo una de las mujeres- Sal cariño y trae a James contigo.

Los tres niños salieron de entre los arbustos riendo y empujándose entre ellos. Christina y el niño rubio corrieron a abrazar a cada una de las mujeres, pero el pequeño pelinegro se quedó parado mirándolos. Las mujeres al fijarse por fin en la presencia de aquel niño, hicieron muecas de asco y dijeron:



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En el texto hay: terror, fantasia, ficcion

Editado: 04.04.2018

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