Beomgyu sacó las llaves de su mochila, abriendo la puerta principal mientras largaba un suspiro, encontrándose un hogar más silencioso de lo usual.
- Ya estoy en casa. - Anunció, sólo para comprobar que alguien más estuviese ahí, pero no obtuvo respuesta.
Pasó por fuera del salón y la cocina, preguntándose si su madre estaba cerca. Su padre a esa hora debía estar terminando su jornada de trabajo y pronto cenarían, por lo que su ausencia resultaba extraña. Subió las escaleras, con intención de verificar como mínimo la llegada de su hermano mayor, y sus pasos se volvieron más cautelosos cuando al acercarse a su puerta entreabierta eran dos voces las que oía. Ganándose tras la puerta, inclinándose hacia la abertura, le resultó irónico que por tercera vez en el día se encontrara en la misma situación: espiando a otros y sus conversaciones. Su sentido común le decía que se largara a su cuarto y se cambiara de ropa, pues nada positivo le había traído escuchar tras las puertas. Sin embargo, esas voces eran tan serias, que supuso que esa era su única oportunidad para saber de qué se trataba, pues su familia jamás confiaría en él para hablar de temas mayores.
- ¿Por qué me dices esto ahora? - La voz de su madre sonaba consternada. - No estás viendo las cosas claras, Soobin, creo que necesitas pensártelo seriamente antes de precipitarte en una decisión. - ¿Y ahora de qué hablaban?
- No me estoy precipitando, mamá. Es más, lo he pensado seriamente estos días, ¿sabes? - Sonaba sensato. - No estudiaré en el extranjero.
- Es una gran oportunidad. - Beomgyu miró por la abertura, encontrando a su madre totalmente abstraída. - ¿Sabes cuántas puertas te abrirá esto, Soobin? - Simplemente no entendía a su hijo. - Muchos desearían tener tu oportunidad, ¡llegarás realmente lejos si vas a Estados Unidos!
- Puedo llegar lejos aquí también. - El pelimorado le miró, ladeando la cabeza. - Sé que es una gran oportunidad, puedo asegurarte cuan consciente soy de ello, no obstante, no puedes esperar que acepte esto de un día para otro, algo como un viaje al extranjero es algo que necesito planear con tiempo. - Frunció sus labios. - Vamos a hacer las cosas bien, ¿cierto?
- Soobin...
- Mamá. - La detuvo. - Iré a la universidad de Seúl, ¿sí? Rendiré los exámenes y me iré a la capital, tal y como habías planeado anteriormente. - La mujer se mantuvo en silencio. - Si te digo que estudiaré lo que tú deseas, ¿podrás conformarte con eso?
- ¿Estudiar lo que yo quiera? - La mirada de ella era confusa. - ¿Qué hay de ti? ¿Qué quieres estudiar? ¿Qué hay de tus aspiraciones, Soobin? - El pelimorado le miró inexpresivo, sus cejas enarcándose un minuto después.
- No hay nada. - Beomgyu sintió un escalofrío al oírle. - Pero tengo la capacidad para hacer lo que sea, ¿no? - Ahora sonreía, únicamente para ella, incluso si en sus ojos escaseaba la felicidad. - Medicina, ingeniería, leyes... puedes decirlo, mamá, haré lo que tú quieras, estaré bien con cualquier cosa, haré de ti una madre orgullosa.
- Ya estoy orgullosa de ti. - Contrapuso con voz temblorosa, la mirada del pelimorado sólo oscureció a medida que avanzaba hasta ella.
- Entonces te haré sentir aún más orgullosa. - Se detuvo frente a ella. - Y si te hace feliz, si es lo que quieres, aprovecharé los primeros años para perfeccionar mi inglés y... ¿quién sabe? Quizás pueda hacer unos semestres de intercambio más adelante. O mejor aún, podría hacer mi doctorado en Estados Unidos. ¿No sería impresionante? - Ella sólo lo miró, la sonrisa de Soobin se ensanchó. - ¿Sería genial, mamá?
- Lo sería...
- Entonces es un hecho. - Juntó sus palmas, satisfecho con la positiva de su madre. - Pero debo hacerte una pequeña petición.
- ¿De qué se trata?
- Sobre Beomgyu. - Llevó las manos a sus bolsillos. - Quiero que mi hermano comience su terapia, mamá.
- ¿De qué estás hablando ahora, Soobin?
- Lo sabes. - Sus labios formaron una línea. - Beomgyu tiene depresión, mamá, necesita ayuda. No puedes esperar que me vaya dejando las cosas de ese modo, ¿cierto?
- Soobin. - La voz de ella ahora sonaba más seria, sin vacilaciones. - Tu hermano no está enfermo.
- Mamá...
- Beomgyu es un chico sano. Dices que la muerte de esa mujer le afectó, ¿no? Está bien, te creeré, la muerte no es algo fácil de aceptar, ya lo he comprendido. No obstante, tu hermano ya está bien. Él se alimenta bien y está asistiendo a sus clases, eso es lo importante.
- El hecho de que tenga fuerza de voluntad para seguir no quiere decir que sus problemas están solucionados, mamá.
- Mi hijo no está enfermo. - Arrastró las palabras con tosquedad, apartando la mirada del pelimorado.
- Él lo está, él necesita ayuda.
- ¡No deberías hablar de algo que no sabes, Soobin! - El pelimorado negó con la cabeza, agotado. - Estamos bien, esta familia está bien, tu hermano está bien.
- ¡Si no aceptas que Beomgyu tiene problemas, entonces me quedaré en esta ciudad! - Ella lo miró, imperturbable. - ¡No pienso irme de aquí si no me das una solución, mamá!
- Vas a irte de esta ciudad, Soobin, porque no perderás tu futuro sólo por seguir consintiendo a tu hermano menor. - Determinó con severidad.
El pelimorado apretó sus puños, conteniendo su furia, buscando en su mente las palabras para convencerla, para hacerle abrir los ojos aunque fuera un poco, incluso si nada parecía suficiente. Apartó la mirada, respirando pausado, intentando calmarse, y sus ojos se encontraron con los del castaño que yacía en el marco de la puerta, ya sin siquiera intentar esconderse. Un nudo en su garganta se formó al verlo ahí de pie, tan inexpresivo, tan vacío, tan frágil. El menor le dio la espalda, sin esperar más, sin querer escuchar más, y Soobin hizo uso de toda su fuerza para que sus ojos no se llenaran de lágrimas ante la aún recelosa mirada de su madre.
Beomgyu entró a su cuarto, dejando caer su mochila en el piso antes de finalmente caer de espaldas sobre su cama. ¿Su hermano iría a Seúl y no a Estados Unidos? ¿Ese cambio de elecciones sólo se debía a él? Era aterradora la manera en la que Soobin tomaba sus elecciones teniéndolo a él como centro, el menor no quería esa clase de compasión. Su hermano tenía que elegir dónde vivir, dónde estudiar, qué estudiar; él no podía seguir siendo una piedra en el zapato para él.