—¡Voy tarde, voy tarde, voy tarde! —Eider se sorprende mucho luego que mira la hora en la pantalla de su teléfono—. ¡Voy muy tarde!
Baja los últimos peldaños corriendo antes de mirar a ambos lados de la avenida, ¿a quién se le habrá ocurrido hacer el teatro del campus tan lejano?
Casi inmediatamente después de que la profesora Roberts dijera que su historia entraba en las finalistas y que debía hablar con la directora de teatro, estuvo preguntando por ahí para saber cómo llegar. Las personas la miraban extrañados, el teatro era un lugar muy famoso, la mayoría había estado ahí al menos una vez durante toda su vida universitaria, era el lugar de referencia cuando se hablaba con alguien de fuera y se le decía que estudiaban en la Universidad Ealaín; era sorprendente que alguien no lo conociera.
Luego de escuchar cientos de frases como “¿en serio no lo conoces?”, “es un gran sitio, ahí conocí al gran Noah”, “deberías ir para ver a todas las bellezas de ahí”; y muchas otras un poco más escandalosas, pudo conseguir las indicaciones. No imaginaba que tendría que cruzar, prácticamente, todo el campus para llegar.
Luego de caminar unos metros más por un paraje totalmente solitario, por fin visualiza la enorme escultura que representa el escudo de la universidad y que es el indicador de que ha llegado a su destino. Una enorme rosa que nace de una corona se alza majestuosamente ante ella, la observa por unos minutos, intentando descifrarla, es claro que debe tener un significado, de otro modo no sería el escudo de la escuela.
Toma una foto de ella al lado de la escultura y continúa por el sendero.
Camina junto a la pared cuando, de pronto, comienza a escuchar la voz de varias personas cerca, pero lo que consigue su atención es que no son palabras cualquiera, sino frases completas de su novela. Al parecer provienen de dentro del edificio, así que acelera su paso para descubrir de qué se trata ya que nadie más, a parte de la señora Roberts, conoce los argumentos que ha usado.
Desconcertada, y sin detenerse a pensarlo, cuando las voces se intensifican y se hacen mucho más claras, intenta escalar por una de las columnas que sobresalen de la fachada, hasta alcanzar una pequeña ventana. Le cuesta más trabajo del que imaginó, pero después de dos intentos por fin logra tocar con una mano el barandal de esta, y sostenerse. Dentro se ve muy oscuro, aunque no lo suficiente para no visualizar a las personas que se mueven en lo que parece ser un escenario.
Cierra un poco los ojos intentando enfocar con más claridad aquellas figuras, hasta que de nuevo vuelve a escuchar una voz, pero esta vez cerca de ella.
—¿Qué haces ahí?
En realidad es de abajo. Un hombre joven la mira con el ceño fruncido, el tono grave con el que habla le roba la concentración y por poco cae al suelo.
—¡¿Estás loco?! —grita Eider en respuesta, sujetando con mayor fuerza su agarre.
El chico lleva una caja con diversas cosas dentro de ella en las manos, debe ser algún estudiante, piensa, y cuando va a formularle una pregunta acerca de lo que están haciendo dentro, él la hace primero.
—¿Pretendes estar así todo el día?
Entonces cae en la cuenta de que parece una entrometida, y para salvar la poca dignidad que le queda decide bajar de inmediato, aunque encuentra la razón por la que debió detenerse a pensar antes de subir, le teme a las alturas. No es un miedo real, de hecho, lo que le atemoriza es hacerse daño, por eso nunca hace cosas tan alocadas.
Él se da cuenta de su vacilación, así que baja la caja al suelo y extiende sus brazos.
—Suéltate, te sostendré.
Eider frunce el ceño molesta, ¿por qué un desconocido iba a cargarla?
—Gracias, no lo necesito.
El chico sonríe sarcásticamente volviendo a tomar la caja, mientras ella le da la espalda y, sin pensarlo mucho, porque si lo hace no bajará de ahí nunca, empieza a descender poco a poco muerta de miedo, pero resbalando casi al final, acabando en el suelo. Se levanta rápidamente y hace caso omiso de las risas de la otra persona.
—Eres bastante orgullosa —comenta él mientras la sigue de cerca hacia la puerta del lugar.
—Y tú bastante molesto —responde Eider sin siquiera mirarlo.
—Pude haberte ayudado, pero preferiste caer…
—¿Por qué no dejas de molestarme...?
Su reclamo es interrumpido cuando, al apoyar una mano sobre la puerta, pierde el equilibrio debido a que se encontraba entreabierta y está apunto de caer. Otra vez.
Ambos chicos extienden sus brazos en la dirección del otro simultáneamente. Eider sujeta al chico de su camiseta desesperadamente. Él, suelta inmediatamente la caja, provocando que todas las cosas dentro de ella caigan, y otras vuelen, mientras toma con fuerza a la chica por la cintura.
Sus miradas se conectan. Sus respiraciones un poco agitadas se mezclan. Sus corazones laten frenéticos. El tiempo se detiene en ese momento.
El cabello largo de Kasper cae casi en el rostro de la chica por la inclinación que tiene su cuerpo. La forma en que la ve ahora es completamente diferente. Ella está bastante sorprendida, de no haber sido por él estaría ya en la enfermería, ha olvidado por completo el incidente de afuera; de pronto Kasper la recuerda, es la chica de la cafetería.