No soy una falla

Capítulo 19

Desperté apenas escuché las puertas abrirse. Los ojos se me cerraban por el insomnio de anoche.

Saber que hoy era mi último día no fue de gran ayuda a la hora de querer descansar.

Limpié la saliva que tenía en la comisura de los labios y pellizqué mis cachetes, para tratar de despabilarme y ganar color. Traté de estirarme y alongué mis músculos, puesto a que había despertado con todo entumecido.

Cuando finalmente pude reaccionar, me destapé en el acto y palpé todo mi cuerpo hasta encontrar el mapa. Suspiré aliviada, al sentirlo bajo el elástico de mi short negro.

Anoche alcancé a darle una miradita rápida, temiendo que alguien pudiera verme. Me habría gustado haberlo estudiado con mayor profundidad, pero temía ser descubierta.

Me metí en el baño con la ropa en mano y me alisté rápidamente. Al salir me topé con Ares, quien me sonrió con su rostro cansado. Parecía recién levantado.

—Te he estado buscando, Scarl —dijo apoyándose contra la pared, y haciendo un gran esfuerzo por abrir los ojos—. Anoche no volviste a dormir conmigo.

Él tenía razón. Al volver al cuarto A, lo vi tan cómodo y plácido en su cama, que no quise molestarlo. Pero me habría encantado despertar junto a él.

—Sí, lo sé —comenté apurada.

Quise esquivarlo. Estaba apurada por ir a hablar con María, pero se movió y me impidió el paso. Ares frunció el ceño, como si algo no le cuadrara y tomó mi cara entre sus manos ásperas y cálidas.

—¿Acaso pasó algo anoche? —preguntó sigilosamente. Antes de que pudiera responder agregó—. No necesito usar mis poderes para saber que algo anda mal. Estás preocupada.

—Simplemente no pude dormir —mentí tratando de sonar creíble—. Nada más es cansancio.

Sujeté su mano durante diez segundos contados, antes de destinarle una sonrisa fingida de "todo está bien. Nadie está intentando acabar con mi vida".

Bajé la mirada, sintiéndome culpable por no contarle lo que descubrí anoche, pero no quería preocuparlo todavía. Necesitaba resolver mi problema por mi cuenta, sin involucrar a nadie.

«Ares está involucrado, idiota», pensé. «Tú misma dijiste que no dejarías el lugar sin llevarte a tus amigos también».

Más tarde se lo diría.

Le pasé por el lado pero su voz me detuvo.

—¿Te vas así sin más? —parecía dolido. Al parecer no me daba cuenta de lo importante que había sido para él nuestro momento de anoche.

Me tomó por la mano y tiró de ella para atraerme contra su cuerpo y darme un pequeño abrazo.

—Si llegas a necesitar cualquier cosa, me avisas por favor. Ya no estás más sola, espero que algún día lo entiendas —me dió un beso en la cabeza y me soltó—. Tómate todo el tiempo del mundo.

Caminé por los pasillos enojada, por no permitirme sonreír con sinceridad después de una muestra de afecto. Estaba muy preocupada respecto al plan y mi constante ceño fruncido arruinaba la curva sonriente que mis labios querían formar.

Que insensible que podía llegar a ser a veces. Él no merecía un trato seco de mi parte.

Toqué la puerta y entré cuando ella me lo permitió.

Se apresuró en cerrar con llave y en polarizar las ventanas para que nadie pudiera vernos.

—¿Pudiste ver el mapa? —Quiso averiguar sin más rodeos.

—Casi nada —admití y lo desdoblé sobre su escritorio—. Estaba muy nerviosa y temía que alguien pudiera verlo.

—Lo imaginé. —Se sinceró conmigo. Sacó una lapicera negra y una regla de su cajón—. Tengo noticias para ti.

Dirigí toda mi atención hacia ella, para no perderme de nada.

—Sigma ha retrasado tu sentencia hasta las once en punto de la noche. Nos dará más tiempo para programar y ejecutar todo.

—Entonces hagamos valer el tiempo y por favor hagámoslo rápido —comenté nerviosa, con un nudo en la panza. Temía que alguien pudiera sospechar y arruinar todo.

Finalmente nos enfocamos en el mapa. Nunca antes había visto una estructura tan extraña y compleja como la del laboratorio.

Era una especie de rectángulo, con el centro hueco y dos patas que se extendían, una a la izquierda y otra a la derecha, finalmente se cerraban con un pasillo, formando la forma geométrica.

La Estación Central, estaba ubicada en la parte norte del laboratorio, al igual que la oficina de María. Ubiqué al cuarto A, la cafetería y al Centro Médico en el ala oeste. El Campo de Entrenamiento no fue difícil de encontrar.

—Esta es la puerta principal del laboratorio. —Señaló María—. Teóricamente, sólo Arthur tiene la posibilidad de usarlas y dejar el Laboratorio.

Sus palabras se convirtieron en una nueva fuente de información para mí.

Tener cautivos a los experimentos era una cosa, pero no permitir que los empleados dejen el lugar ya era una medida de seguridad seria.

—¿Acaso nadie puede salir, ni siquiera tú? ¿Qué hay de tu familia, no puedes verla?

Bajó la cabeza con tristeza, pero respondió con facilidad, como si algo la reconfortara.

—No veo a mi familia desde que empecé a trabajar aquí. No tienes ni la menor idea de la cantidad de veces que me he parado frente a esa puerta, pero dejé de hacerlo luego de que... —sostuvo la frase en el aire—. No importa.

—Dímelo, está bien.

—Solo olvídalo. Yo no pude salir, pero puedo sacarte a ti si es que sigues mis instrucciones al pie de la letra.

En el acto descarté esa opción. Le dije que no escaparía sola. No dejaría a nadie importante para mí en este lugar, ni a mis amigos, ni a ella. No podría escapar, sabiendo que ellos tendrían que seguir encerrados, sin tener la oportunidad de ser libres.

Tenía muy en claro que mis ojos poseían todos los poderes, pero los chicos sabían controlarlos mejor que yo en su singularidad. Todos podían aportar y para planear un plan de fuga se necesitaba más de un ente.

—Necesitaremos apoyo —dije pensante, tratando de hacer notar la indirecta—. Anoche te dije que ambas saldríamos de aquí y que no dejaría a nadie atrás.



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En el texto hay: accion, amor, lgbt+

Editado: 18.03.2023

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