No soy una falla

Capítulo 20

Faltaban tan solo cinco minutos para comenzar el plan de escape.

En tan solo cinco minutos estaríamos por dejar la habitación y por fin seríamos libres. Entonces, ¿por qué aquellos cinco minutos me estaban carcomiendo por dentro?

En esa mínima cantidad de tiempo, muchas cosas podían suceder y no todas serían de nuestro agrado. Las probabilidades de que escapáramos eran altas, siempre y cuando las variables permanecieran en su lugar.

¿Y quién podría asegurarlo?

Respiré hondo y observé mi reflejo en la daga de cristal, buscando un poco de tranquilidad al concentrarme en mí misma. Desafortunadamente verme con aquellos ojos fugaces no me reconfortó, puesto a que ellos me metieron en este lío en primer lugar. ¿Acaso ellos podrían sacarme de este embrollo y arreglar lo que hicieron?

Claro que no.

Sofía apoyó su mano sobre mi muslo y lo presionó con fuerza para darme aliento.

—¿Acaso sabes algo de Mila? —le pregunté extrañada por su ausencia.

Sofía apartó la mirada y se mordió para retener lo que tenía para decir.

—Fue a despedirse de Jayden, antes de que partiéramos —explicó rápidamente y se desinfló como un globo luego de confesarlo.

— Él no debe enterarse —pronuncié súbitamente—. Estropeará todo el plan.

—No hará nada por detenernos, Scarl —comentó Mila, quien se asomaba por la entrada—. Al principio no quería que lo dejara solo, pero le expliqué que no abandonaría a una amiga y que volvería en cuanto completáramos el plan.

—¿Estás segura de que no abrirá la boca?

—Me ama demasiado como para traicionarme —confirmó.

No me tranquilizaba saberlo. Creía en Mila, después de todo, ¿quién era yo para juzgar lo que sentían el uno por el otro? Pero Jayden no terminaba de convencerme, habían muchas cosas en ese chico que no me cerraban.

—Un minuto —comunicó Colin—. Agarren sus cosas y prepárense para partir.

El minuto acabó tan pronto pude guardar mi daga y otros dos cuchillos más en los estuches de mis piernas.

Ares asomó la cabeza por la entrada y confirmó que el pasillo estaba despejado. Según teníamos entendido, el resto de nuestro cuarto estaría cenando, ya que habían extendido el horario esta noche y Sigma... bueno, él de seguro estaría planeando la ejecución perfecta.

—Dame el radio comunicador, Colin —le pedí—. ¿María, me copias? ¿Puedes oírme?

—Te oigo fuerte y claro, Scarlett.

—Bien. Necesito que me informes sobre el personal de seguridad en turno de guardia.

—Están todos reunidos con Arthur. Los estoy viendo en este momento y me alegro en comunicar que la Estación Central está que desborda de hombres. —Hizo una breve pausa, para espiar el pasillo principal—. Todo despejado.

Todos asintieron, luego de oír a María. Mis amigos ya se habían puesto en movimiento y no podía quedarme atrás.

Comencé a trotar para alcanzarlos, pero aflojé el paso, al experimentar una sensación de abandono luego de cruzar las puertas del cuarto A.

Lo dejé pasar, y por un momento pensé en que aquella gran habitación era uno de los pocos lugares que de verdad disfruté del laboratorio. Quizá me sentí atraída por el vínculo de hermandad que fluía allí dentro.

Los alcancé, junto a los baños. Colin me informó que María ya les había brindado las indicaciones.

Asentí y continuamos avanzando, atentos a todo lo que pudiera ocurrir.

La gigantesca pared blanca que supuestamente bloqueaba la entrada al ala oeste estaba frente a nuestras narices. Pensé que tendría una fachada mucho más imponente, pero los ladrillos mal pintados ayudaban a que nadie se fijara en ella. Ahora debíamos encontrar el botón de apertura oculto.

—Comiencen a tocar ladrillos.

Las últimas dos hileras estaban demasiado altas como para poder alcanzarlas, por lo cual, le pedí a Luke que me subiera sobre sus hombros. Mila se montó sobre los de Colin, mientras que el resto continuó con los de abajo.

—¡Lo encontré! —anunció Mila.

Ambas bajamos de un salto y contemplamos la lentitud con la que la pared se abría.

—¡Mila!

Se escuchó una voz masculina a nuestras espaldas.

Todos nos detuvimos en seco, pensando en que habíamos sido descubiertos.

—Necesitamos hablar —insistió nuevamente aquella voz perteneciente a Jayden—. No puedes irte así sin más.

—Baja la voz idiota —le advirtió Katherine—. Arruinarás todo.

—Solo lo haré si Mila me escucha.

—Ella ya te dijo todo lo que necesitabas oír. Por favor vete de aquí y simula no habernos visto —le pedí con poca amabilidad.

Mila me pasó por el lado y avisó que solo hablaría con él unos segundos.

No muy convencida, me dispuse a escuchar la conversación con atención.

Jayden parecía estar quejándose de que ella no podía abandonarlo. De que, si lo dejaba, él correría a buscarla. Intentaba chantajearla para convencerla de quedarse, y se notaba que a Mila le dolía tener que negarse a todas sus peticiones.

Al fin y al cabo, Jayden pareció quedarse sin ideas y la abrazó para despedirla.

Su abrazo parecía sincero, pero la fría mirada que sus ojos violetas me hicieron cambiar de energía. Enfoqué mi vista en un bulto que ocupaba su mano y terminé de reconocer la figura luego de ver el destello plateado de una pistola.

Intenté reaccionar, pero el ruido del gatillo me dejó helada.

Sofí gritó fuertemente al lado de mi oreja y me regresó a la realidad.

Mila había caído de rodillas al suelo, afectada por un disparo a su pierna derecha.

Estaba por alcanzarla cuando otro disparo volvió a salir, dirigido hacia la pierna restante.

Me tiré de rodillas junto a mi amiga e intenté distraerla para que Sofía pudiera aplacar su dolor.

—Solo respira y mantente concentrada en mi voz, Mila —hablé entrecortada—. No entrecierres los ojos, mantente despierta.

—Dame la pistola —susurró con pocas fuerzas—. Alcánzamela, Scarlett.



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En el texto hay: accion, amor, lgbt+

Editado: 18.03.2023

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