No soy una falla

Capítulo 38

 Reaccioné rápidamente antes de que las puntas de metal pudieran siquiera acercarse a mi cuerpo.

Corrí en dirección a Sigma quien se distrajo por unos segundos expectante de lo que se le venía por sobre su cabeza. Los disparos resonaban por todos lados al igual que los gritos de las personas que corrían en cualquier dirección, con tal de escapar de aquel caos. Por suerte todos aquellos con telequinesis estaban generando un campo magnético que protegía a los nuestros.

Sin embargo, nada iba a detenerme, era el momento preciso.

Volteó de inmediato y con una expresión de susto, teniendo a Jade tomada por el cuello, me apuntó con su pistola y jaló el gatillo en medio de los nervios sin ser consciente, o quizá lo fue, de que si aquella bala impactaba en mi todo terminaría de manera rápida.

En el momento en que se escuchó el disparo, un cuerpo se abalanzó sobre mí y me derribó a un lado para sacarme de la línea de fuego.

—¿¡Acaso estás loca?! —me gritó Aarón agarrándome torpemente del brazo para levantarme y evitar que ambos fuéramos pisoteados por la gente que corría a nuestro alrededor.

—¡Tengo que sacar a Jade de allí antes de que la atraviese una flecha! —hablé fuerte entre medio del bullicio para hacerme oír—. ¡Ahora, Aarón, ahora!

Le di un empujón para hacerlo reaccionar y juntos corrimos hacia Jade.

Con la telequinesis derribé varias flechas que buscaban alcanzarnos y cuando vi que Sigma volvía a recargar su pistola se la arrebaté de la mano y la lancé lejos de su alcance con mis poderes.

Mi hermana aprovechó el momento y clavó el codo en el estómago de su captor desarmado. Lo derribó con una simple traba y salió corriendo a nuestro encuentro.

Los tumultos no nos dejaban llegar, ni siquiera Aarón con su tamaño conseguía avanzar sin ser golpeado o pisoteado.

En medio de la carrera, mi hermana cayó al suelo cuando algo la sujetó por el tobillo. La mano de Sigma la tenía tomada, arrastrándola con brutalidad por el pasto hasta una camioneta negra que no parecía estar lejos.

De su boca salió un desgarrador grito de dolor cuando la punta de una flecha se clavó profundamente en su pierna, dificultándole la lucha para librarse del agarre de Arthur.

Viendo que no íbamos a llegar a tiempo, extraje mi daga y se la arrojé, pero con la mano temblorosa mi puntería no bastó para derribarlo, pero conseguí hacerle un leve corte en el hombro suficiente para hacer que la soltara y la abandonara allí mientras él salía corriendo y se perdía entre la multitud.

Finalmente alcanzamos a Jade y mi cerebro se bloqueó instantáneamente ante la situación de llanto y de la sangre que emanaba de ella cuando Aarón intentó extraerle la flecha.

—¡Tú vete que nosotros nos encargamos! —insistió Sofía quien se nos acercó, toda despeinada y cubierta de sangre ajena—. ¡Ya vete y termina con aquel maldito infeliz!

—Acaba con él, hermana —me alentó Jade apartando las lágrimas.

Los dejé allí, sabiendo que Jade estaba en buenas manos y salí corriendo tras aquel hijo de puta que intentaba escapar.

En medio de mi carrera me topé con varios militares quienes simplemente se apartaban y me dejaban el camino libre, como si algo o alguien les impidiera atacarme. Un gravísimo error por su parte porque bastaba un lanzamiento de mi daga para acabar con la vida de Sigma.

Pero no siempre salía todo como uno lo esperaba, y a pesar de la disposición que tenía en perseguirlo sin importar lo que pasara conmigo, debí de enfocarme en lo que le pasaría a Ares sino lo protegía de aquel franco que lo apuntaba escondido en los arbustos.

Mi corazón se detuvo al verlo batallar con un hombre uniformado y mis pies se desviaron en su dirección, dejando atrás mi ambición de matar al maldito infeliz de una vez.

Lancé mi daga de diamante y la conseguí clavar en el cuello del militar quien falló el tiro y dejó caer el rifle junto a su cuerpo. De inmediato la atraje con ayuda de la telequinesis y me teletransporté desgarrando la garganta del hombre que intentaba asfixiar a Ares, todo en cuestión de segundos.

Ares se levantó del suelo haciendo un esfuerzo enorme por recuperar la respiración. Tosía y tosía.

En un momento intentó hablar para advertirme de aquel militar que corría en mi dirección, pero no pudo decir ni una palabra, simplemente me tiró hacia un costado y desenvainó un cuchillo, pero no hizo uso de el mismo, puesto a que una flecha impactó en el pecho del tipo.

Volteé y nunca estuve más contenta de ver a Colin vivo, quien disparó dos flechas más y se acercó hacia nosotros.

—Colin —pronunció Ares con una voz apenas audible. Le habían lastimado las cuerdas vocales—. Me alegra verte, idiota.

Su hermano le sonrió y luego desvió sus ojos amarillos hacia mí, buscando aceptación. Le devolví la sonrisa aliviada de tenerlos a los dos Hard conmigo a mi lado.

—Colin, cúbreme —le pedí mientras nos escabullíamos con Ares tras un gran roble para poder sanarlo.

Él ni siquiera buscó resistirse y echó la cabeza hacia atrás, dándome espacio para trabajar sobre su cuello. Froté mis manos e inmediatamente sentí como mis ojos cambiaban de color. Al apoyar mis manos sobre su piel, estas emanaron una luz celeste blanquecina que nunca antes había visto. No se apagó hasta que terminé de curarlo por completo, durando tan solo diez segundos.

—Algo en ti está cambiando. —Se asombró Ares con su voz completamente recuperada—. Estás evolucionando, Scarl. Has curado hasta el corte en mi espalda tan solo con tocarme.

Levanté su remera y allí estaba, una gran cicatriz fresca y curada.

Levanté la mirada para comunicarle mi sorpresa, pero mis ojos fugaces se desviaron hacia los arbustos de atrás y por un momento quedé helada ante el contacto visual que ejercía Sigma desde su poco cubierto escondite.

Sin cuestionarme nada y segura de que los hermanos permanecerían juntos, salí disparada en su dirección y lo seguí hacia una parte alejada del bosque en donde los sonidos de los disparos, los gritos y las insistentes llamadas de Ares para que no me alejara se perdían de repente.



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En el texto hay: accion, amor, lgbt+

Editado: 18.03.2023

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