—señor… los
—dije que te largues —parecía un lobo herido, arrinconado en una habitación oscura.
Mateo no podía ayudar a su jefe menos cuando él no se dejaba ayudar, al menos cuando Clarissa lo dejo en el altar el hombre la busco, el mismo recorrió el país, amenazo a sus padres, pero nunca pudo dar con la mujer no hasta que este le dijera que sin poder él no era nada, solo un niño rico más.
No le tomo mucho tiempo encargarse del mundo bajo y comprender sus caprichos que decidió dejar pasar a su antiguo amor y concentrarse en otras cosas.
Pero ahora ¿Qué más podía controlar?
Su pasado vino y le arrebato todo en lo que creía y dejado un camino de sangre donde el pisara.
Mateo intento alentarlo con esperanzas, pero Clarissa se encargaba de restregarle en la cara que no podía recuperar nada.
Volvió a cerrar la puerta viendo al resto del servicio mirarlo con preocupación, Mateo negó varias veces y todos suspiraron.
—vigílenlo, cualquier cosa, un respiro, un cambio en la posición en la que duerme, lo que sea —todos asintieron frenéticos.
Mateo tenía que seguir encargándose de las cosas que Claus tenia aquí en Italia, no podía perder la poca credibilidad que le quedaba de su jefe, así tuviera el mismo que cambiar a todos sus socios con una bala en la cabeza.
—¿Cómo sigue? —no le sorprendía la capacidad con la que Gabrielle entraba en la oficina de la empresa todos los días.
Miro su reloj de pulsera, esta vez se había tardado un par de minutos en llegar.
—no quiere hablar con nadie, ni siquiera come y tú llegas tarde —Gabrielle abrió muchos los ojos ante eso último, pero tenía sus razones y la ansiedad se lo estaba comiendo vivo.
—adivina quién me llamo —Mateo miro por encima de los papeles, agradecía que Gabrielle le ayudara, pero ahora mismo no era un buen día.
—dime que no es a Clarissa —no quería saber nada de esa mujer, no hoy.
—ay no, claro que no, a esa la mataría yo mismo…. No… Stefan —Mateo no se inmuto sino hasta unos segundos más tarde.
—¿Vasile? —cuestiono, pero el hombre rubio frente a él parecía tener una sonrisa que el envidiaba.
—sí y serán las mejores noticias que resolverán nuestros dolores de cabeza —el hombre no podía creerlo ¿Qué tendría que decir Stefan Vasile que les solucionaría sus problemas?
—¿Qué es?
—me llamo para hablar en su territorio en Grecia —Mateo frunció el ceño.
Sabía que el hombre tenía una ciudad fortificada casi a su imagen y semejanza.
Un pequeño pueblo alejado de todo, pero a su vez parecía que allí tenía toda la tecnología del primer mundo y no escatimaba en gastos.
Varios de los enemigos de Claus cuando se enteraron de ello huyeron al primer indicio de que sus cabezas serian cortadas.
Si no fuera por ello no sabrían de Stefan, pero este jamás le había dejado recuperar a nadie que cruzara sus fronteras, al menos no vivo y no en una pieza.
Stefan tenía la teatralidad de mandarle los cuerpos en cajas muy bien selladas por correo con cartas muy bien detalladas sobre los crímenes que el hombre había cometido y como él no aceptaba su estadía en su ciudad.
Solo había regresado tres cuerpos a lo largo de los años del resto un búho les entregaba una carga en la frontera con la explicación de porqué no entregarían a la persona que había entrado y las palabras “si quieres iniciar una guerra, estaremos encantados de aceptar su propuesta. Primer y último aviso. Stefan Valise”, junto a su firma en tinta roja.
Gabrielle había salido tan rápido a tomar el vuelo que el mismo Stefan le había proporcionado que solo se aceptaba la llegada de Gabrielle y el asistente de este, nadie más.
Cuando llegaron a la casa del hombre se sorprendieron de la cantidad de seguridad que los había revisado tanto en la entrada de la ciudad como en la casa de Stefan, el mismo los esperaba en la oficina cuando Gabrielle lo vio no esperaba encontrar a un hombre perfectamente vestido con la sencilla camisa de mangas cortas y pantalones de jeans, se imaginaba una versión más al estilo de Claus, pero esto lo dejo un poco desconcertado.
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Editado: 20.08.2024