Alma salió con la niña abrigada hasta su casa, mientras Layla se quedó en el jardín con una linterna en mano buscando entre la maleza.
—hades… hades… ven aquí —Claus la miro desde la puerta trasera con una sonrisa.
—Lila… —ella no lo miro al momento, pero luego se giró viendo como el hombre señalaba al gato en la ventana dentro de la casa.
—¿Cuándo entro? —sorprendida y refunfuñando entro a la casa viendo al gato acicalándose con total tranquilidad.
—al menos sabes que deber regresarte —a pesar de estar hablándole el gato parecía ignorarla, no fue hasta que ella se acercó a besarle la cabeza que las peludas patas del gato se colocaron en su boca evitando que se acercara.
Claus se rio bajo al verla tomar al gato y darle demasiados besos al pequeño que intento huir.
—tanto que te quiero, granuja —el animal como si la entendiera le maulló bajo, como si le reclamara, Layla le saco la lengua y se dispuso a cerrar todas las puertas con seguro.
—¿haces eso todas las noches? —Layla se sorprendió volteando a mirar a Claus.
—si… pensé que ya te ibas —fue sincera, no esperaba que el hombre siguiera allí, después de todo, pensó que se rendiría.
—pensaba en… quedarme esta noche en el sofá —Layla lo miro incrédula, de cierta manera le recordaba a los grandes ojos tristes del gran can, Hades.
—… bueno, pero veo que te quejas mucho en la mañana… duerme en mi habitación… y nada de hacer cosas raras o te saco a patadas —Claus la miro sorprendida, pero no se opuso.
—prometo mantener mis manos quietas. —la sonrisa que dibujo le dijo que no pararía de intentarlo.
No pasaron ni treinta minutos cuando Layla con su pijama se metió a la cama.
Le daba gracias a los dioses por tener una cama grande.
Claus abarcaba gran parte de la cama, había olvidado por un momento el gran tamaño del hombre, este solo miro a Layla dudar, como si midiera el espacio donde recostarse.
la pijama de pantalón largo era un nulo intento de ocultar la figura curvilínea que Claus se sabía de memoria. había tenido a la mujer en más de una ocasión bajo sus dedos, pero debía ser paciente, pero tenerla a solo centímetros a su lado mantenían con las manos picándole.
—buenas noches —murmuro luego de apagar la luz y que solo se viera una tenue luz amarilla a un nivel bajo en la cama.
las manos hábiles de Claus se mantuvieron juntas durando un rato, con la mirada al techo, Layla le daba la espalda y se aferraba a su pequeña manta, misma que había costado quitarle las manchas de sangre, pero no fue un trabajo imposible.
recordaba la manta de la ultima vez, las cicatrices en sus manos apenas ligeras y visibles en sus delgados dedos, había torturado por semanas a Claus pensando que tal vez no volvería a recuperar la movilidad de los mismos; la perseverancia de Layla había echo eco y allí estaba, cuidando de una pequeña versión de ella y de ese hombre idiota, siguiera vivo de no ser por su tozudez.
Claus prefería mil veces verla de lejos, feliz con su familia echa que verla ocultar todo el dolor que su pequeño corazón estaba cargando.
—Lila... —susurro luego de unos minutos largos, girándose hacia Layla.
su silencio le indico que no estaba dormida, su torso tenso se relajo al tacto de su mano bajo su cintura, pero no se giro.
Claus lo tomó como buena señal, la rodeo con su brazo acercando la al centro de la cama junto a él, entonces se giro, mantenía un semblante serio pero sus ojos cafés lo miraban con curiosidad.
—Claus... —el silencio no fue uns tortura, solo avivó la ansiedad en su pecho mientras Claus acariciaba con sus dedos bajo la tela de la blusa del pijama, acariciando cada pequeña cicatriz, apenas toco su pecho cerró sus ojos apretando los labios.
—no he dejado de amarte —murmuro tan bajo que todo el cuerpo de Layla tembló y de erizó.
su mirada viajo a la puerta y solo Claus acerco más su rostro, justo cuando ella se giro para mirarlo este beso con cuidado los labios de Layla esperando la respuesta que no tardó en llegar.
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Editado: 20.08.2024