—¿y mami? —pregunto la pequeña mirando a Claus con el delantal de su madre, el aire olía a café y pan tostado, la pequeña se sostuvo de la mesa intentado mirar lo que había sobre esta.
—aún está dormida ¿Por qué no la vas a despertar? —con el cielo aun nublado y casi sin salir el sol la pequeña corrió escaleras arriba aun con el pijama puesta solo para encontrar a su madre en la cama.
—¿mami? —la niña no pudo evitar su asombro.
Layla salió de las sabanas maldiciéndose internamente; todo su cuerpo dolía. Miro a la pequeña en la puerta de la cama quien aun sostenía el pomo, Hades, el gato entro y de un salto se subió a la cama paseando todo su cuerpo con el rostro de Layla, maullando y por ultimo lamiéndole la cara.
—¿papi durmió aquí? —Layla quería decir que no, pero algo la delato, y fue el hecho de estar usando la camisa del pijama de Claus ¿Cuándo acabo poniéndosela? Ella solo recuerda haber tomado algo para no estar desnuda mientras Claus la arrastraba a su pecho desnudo, ahora entendía porque estaba desnudo.
Con emoción la pequeña se acercó a su madre, dando saltitos.
—¿Por qué ya lo llamas papá? —Layla aún no quería hacerse a la idea de Claus como padre de Davida, pero la pequeña ya lo quería, no quería verla triste si el hombre llegaba a irse como solía hacerlo.
—¿no puedo? —Layla asintió.
—sí, si puedes piojo —Davida se rio.
El olfato de Layla se agudizo cuando el olor a café lleno la habitación, Davida no noto.
—Papi hizo el desayuno, baja —la pequeña salió corriendo hacia el baño gritándole desde arriba de las escaleras a Claus que su madre había despertado, mientras Layla tenía un vago recuerdo de su antigua casa.
Niccolo solía preparar el café y darle a ella café con leche solo una o dos veces a la semana.
Toco su vientre por el recuerdo, se sentía amargo el café y no entendió por qué.
Había superado eso, pero el café, la cantidad exacta de café siempre definía el olor y el sabor, ella aun no superaba hacerlo tan exacto siempre.
Se levantó de la cama luego de un largo rato, con las piernas adoloridas, en su pecho se llenó de un amargo sentimiento, traición.
¿a quién estaba traicionando?
Con la confusión en su mente bajo las escaleras encontrando a Claus con un delantal puesto. Se veía gracioso con la camisa del pijama apretada en los brazos y el pequeño delantal de flores puesto.
—buenos días —Claus tenía una juguetona sonrisa en los labios escaneando con la mirada a Layla quien aún mantenía la ropa de la noche anterior, su ropa.
—buenos días… —dejo un beso en la cabeza de su hija tomando asiento a su lado mientras la veía devorar un pan tostado con demasiado queso derretido el silencio fue interrumpido por Hades a los pies de Layla volviendo a maullar y subirse al muslo de ella.
—no le has dado comida? —Claus miro al gato, este de alguna manera le miraba mal.
Desde que despertó el gato ni se dejó tocar, por eso odiaba a los gatos, nunca supo cómo llevarse bien con uno y este se parecía a Layla, tenía una actitud muy osca hacia él.
Layla se levantó haciéndole mimos y buscándole en la nevera la comida.
La vio tratar con tanto cariño y mimos al animal que le sorprendió lo mucho que se parecía a la vieja Layla; siempre había tratado demasiado bien al viejo perro Hades que ver esta versión diminuta y peluda del su antiguo sucesor le trajo recuerdos: Layla feliz poniéndole lazos o hablándole al animal como si este entendiera el lenguaje humano.
La única diferencia en esta versión en gato, era que este Hades era alérgico a su presencia.
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Editado: 20.08.2024