Dave
—¡¿Por qué?! —Me siento en la cama y apago la alarma.
No quiero regresar a clases. No quiero volver a ese lugar espantoso.
—¡Qué horror! Vamos, Dave, levántate de tu linda y hermosa cama, no seas flojo.
Vuelvo a cerrar los ojos, dejándome llevar por el maravilloso sueño.
Debí hacerle caso a mamá y dormir temprano. Solo serán cinco minutos más…
—¡¡Dave!
Me siento de golpe, asustado ante tremendo chillido.
—¿Por qué me gritas, Camila? —cuestiono.
—¡Porque ya es tarde para ir a la universidad! —Me tira la almohada en la cara—. Yo ya me voy, y no creo que tú llegues temprano, flojo. ¡Y no te vuelvas a dormir!
Se va la loca esa.
Al igual que los dos mayores, es una gruñona. Pensé que tener hermana sería más fácil, pero es igual de complicada que Dimas y Darío. Mujeres, son incompresible.
Me levanto de la cama y, con prisa, voy al baño a ponerme más guapo. Me da igual llegar tarde el primer día. Además, soy Dave D’Angelo, y es imposible que a mí me digan algo. Mis padres son lo que más dinero aportan a la universidad, y eso me hace intocable ante esos rucos. Por eso Darío se enoja. Dice que me consienten demasiado, que por eso soy como soy, pero él solo es un exagerado.
Rose
Otro ciclo más. Es el sexto quinquemestre. Comienza mi calvario. No quiero llegar y aguantar todo el acoso que recibo todo el tiempo de clases. En fin, esta es mi patética vida universitaria, y tengo que aceptarla.
Suspiro e ingreso a la habitación de papá. Se me apachurra el corazón al verlo tan mal y con el tanque de oxígeno. Papá tiene setenta años, y fue diagnosticado con cáncer en los pulmones hace tres años. Ese fue el motivo por el cual regresé de Suiza apenas me gradué. Estudiaba en el instituto Le Rosey, uno de los institutos más prestigiosos y caros del mundo, desde que tenía siete años.
¿Por qué fue el motivo de mandarme al instituto Le Rosey? Esto se remonta muchos años atrás. Mamá tenía cincuenta años cuando quedó embarazada, y por su edad su embarazo fue complicado, por lo que murió. Papá no tenía el tiempo suficiente para estar conmigo, por lo que optó mandarme a Suiza. No me quejo. Él me iba a visitar cuando se podía. No obstante, me hubiera encantado pasar más tiempo con él.
Como dije antes, fue diagnosticado con cáncer hace tres años. La batalla ha sido muy difícil y, lamentablemente, papá no ha salido victorioso. Él se encuentra en la etapa final del cáncer, y sé que en cualquier momento lo puedo perder, y eso me duele mucho, pero no me muestro vulnerable ante él, pues no quiero hacerlo sentir mal por lo inevitable.
—Te ves hermosa, mi pequeña Rose.
Sé que lo dice porque es mi padre, pero yo no me considero linda.
Soy rubia, tengo ojos verdes intensos y mi tez es blanca, pero eso no me hace linda ante mis ojos miópicos… Bueno, tantas palabras feas me han hecho creer eso.
—Gracias, papá. —Me siento a su lado.
—Me encantaría verte graduarte de la universidad, pero ya ves cómo es la vida. —Tose—. Hija, no quiero dejarte sola en este mundo lleno de gente mala, que se van a acercar a ti por interés. —Su voz es cansada.
—No digas eso, papá. Tú me verás graduarme. —Quisiera creerme esa mentira.
—Ojalá. —Me mira a los ojos—. No te dejaré desprotegida, lo prometo.
Le doy un beso en la frente y acaricio su cabeza calva.
—Yo lo sé, papá. Yo sé que tú siempre me vas a cuidar.
—Siempre, mi Rose.
Ver a mi padre sufriendo es doloroso, más cuando me habla de la muerte. Sé que tarde o temprano llegará el día en que sus ojos se cierren para siempre, y le tengo terror a ese día. No sé cómo sobrellevaré la ausencia de mi padre.
Lo abrazo y me quedo un rato con él.
Esto es muy cruel para una chica de veinte años.
Salgo del auto, ingreso a la universidad y suspiro frustrada. Quiero irme a otra universidad, pero papá quiere que estudie donde mamá y él se conocieron y se graduaron. Cabe recalcar que papá no sabe que soy acosada por ser la nerd. Ni cómo decirle, ya que eso le haría más daño.
Acelero mis pasos, puesto que voy con unos segundos de retraso. Veo el aula 502, entro y caigo al suelo. Cierro mis ojos al oír las risas. Quiero descargar toda la rabia que siento, pero me trago el coraje.
—Buenos días, nerd —saluda la hipócrita de Norma, la novia del tipo que aborrezco.
No soy la típica nerd que está enamorada de su acosador, al contrario, yo lo odio.
No digo nada y me levanto mientras limpio mi rodilla.
Norma me agarra de los cachetes y me los aprieta con fuerza.
—¿No te enseñaron a saludar en tu casa? —pregunta con un tono chocante y exasperante.
—No saludo a perras en celos.
Todos abuchean.
Es la primera vez que contesto así. Yo siempre me quedo callada ante todas sus humillaciones.
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matrimonio arreglado, nerd y chico popular y mujeriego, amor y humor.
Editado: 18.05.2023