No te mentiré #3

Capítulo 34

Christopher se rio a pesar que no encontraba gracia a lo que le había dicho Ingrid. Pero como no le quería hacer el feo, ni quería que se sintiera ofendida por su mutismo, fingió reírse cuando le sonó estridente hasta para sus oídos.

Ella intentaba en ese día, como los días anteriores desde que regresó a Mansfield, a su dulce hogar (notase en la ironía), animarle con sus pasos diarios, sus conversaciones... Sin embargo, era un antídoto que no provocaba que el dolor desapareciese, solo lo adormecía un poco pero no mucho porque lo sentía en su corazón. En su estúpido corazón por pensar en ella, en su arpía esposa.

Pensar en ella hizo que todo humor desapareciese. Su antigua prometida se dio cuenta de ello y le entristeció verle así. Guiada por un impulso, le dio un beso en la mejilla que lo sorprendió.

— No me arrepiento, Chris. Ni voy a decir que lo siento — negó con la cabeza con una sonrisa —. He notado que volvía alejarse de aquí para pensar en ella. No se merece que gaste sus pensamientos en ella.

— ¡No la mencione! — exclamó casi enfadado —. Perdóname. Aún pierdo el control — iba a coger el caballo para devolverlo a las caballerizas cuando se dio cuenta de un carruaje alejándose del camino. No podía verlo con claridad porque ya estaba alejándose cada vez más de allí.

— Parece ser que hay alguien ha visitado a su familia — dijo Ingrid reflejando sus pensamientos en voz alta —. ¿Sabe quién podría ser?

Él movió la cabeza sin imaginarse quién podría ser.

— Puede ser un amigo de mi abuelo o de mi padrastro. O él mismo. No tiene importancia  — si no la tenía porque sentía una sensación intranquila y llena de incertidumbre en el pecho.

— Chris, el tiempo lo cura todo — no era la primera vez que decía eso, percibió que la joven se acercaba de nuevo a él —. No se desespere. Lleva poco tiempo aquí. Pronto la olvidará.

— Me gustaría creerla — tomó las riendas de su caballo y se lo llevó hacia la parte de atrás —. Pero ella está malditamente en mi sangre.

— Lo dice porque está resentido. Pero si dejara el rencor hacia un lado, podría olvidarla.

El hombre se detuvo y miró a quien fue su prometida en el pasado.

— Ojalá — lo deseaba más que nada del mundo, olvidarla —. Discúlpame de nuevo, no debería haberla gritado. No tiene la culpa de todo esto.

"Esto" englobaba a su esposa que odiaba con todo su alma. Creyendo que una escapada hacia el hogar podía olvidarla, se equivocó completamente.

— No, no se disculpe. Soy su amiga, y los amigos se apoyan.

— Yo sí que no la merezco. Se está comportando muy bien conmigo cuando no la traté bien en su debido tiempo. Ahora tiene una paciencia infinita con mi mal humor— dijo. Se detuvo cuando notó que la joven había dejado de caminar —. ¿Otra vez la he ofendido? Últimamente no paro de meter la pata

— No, Chris — volvió a negar con la cabeza y con una sonrisa volvió a su lado —. Nunca me ofendería.

Darian no se imaginaba que su antigua prometida tenía la ilusión que él pudiese albergar un sentimiento más fuerte que la amistad. 

— ¿Nos vemos mañana a la misma hora? — inquirió Ingrid.

Él sintió y se despidieron en verse otro día.

Llegó a las caballerizas y dejó que un mozo de cuadras se ocupara de su caballo.

— Luke — le llamó antes que se marchara —. Sabría decirme quién ha llegado a la casa hoy.

— No sé, señor. He estado todo el tiempo aquí, ¿por qué lo pregunta?

— Por nada — o eso creía que no era importante.

Sin embargo seguía sintiendo esa incertidumbre en el cuerpo.

***

Igual que hicieron la anterior noche descasaron en una posada, pero esta vez era de camino a Londres. Dejaba atrás a Mansfield, y con él, una posible reconciliación entre lord y lady Darian. Pero como estaba la situación ahora, dicha reconciliación parecía ser más lejana que nunca. Para lady Darian, así lo era. La conversación que había tenido con su suegra la había dejado afectada, tanto que aún podía recordar sus palabras sintiendo el empuje de las lágrimas en sus ojos. Pero eso no era lo peor comparado con lo que había visto antes. Sin embargo, su malestar empeoró conforme pasaba las horas hasta sentir unos dolores fuertes en el vientre. Creyó que se le pasarían, pero no, los pinchazos en la zona del estómago y lumbar agudizaron.

— Señora, he pedido que subiera la cena — anunció su doncella al entrar en la habitación sin esperar que Ophelia se hubiera metido en la cama.

— ¡No! No quiero comer, Christine — cerró los ojos y se apoyó en el cabecero, intentando aguantar el dolor.

La joven se preocupó al ver a su señora sujetarse el vientre.

— ¿Le duele? — Ophelia asintió y se encogió más en la cama —. ¿Le digo al posadero que venga?




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