No te vi venir

I

6:25 en el reloj. Sus dedos se deslizan por la guitarra mientras una triste melodía envuelve la casa.  Saborea los restos de whisky que han quedado en sus labios antes de cantar; carraspea y se deja llevar por los acordes que marcan sus dedos.

El el frío de su alma me envuelve al cuerpo cuando lo escucho cantar, no sólo por las palabras que bailan en su lengua,  sino porque conozco su historia, las escasas páginas que he logrado oir cuando se embriaga.

Veo veo el fantasma de su mejor amor caminar hacia él en una esquina. Le trae la chaqueta del trabajo y se la coloca por los hombros, besa sus labios cálidamente y le sonríe mientras se le dice que la ama. Ella insiste para que se quede un poco más, el calor de la cama les grita fuego ambos, pero no, él no puede quedarse aunque ella quiera.

Por favor -suplica. Pero no, él no puede  quedarse,  ni siquiera por ser la ultima vez. Porque ninguno sabe que los besos de esa mañana serán más tarde recuerdos Y ninguno sabe que su vida acabará dos horas después. Porque su vida terminó cuando ella se apagó en las ramas que envolvieron el edificio. Aunque siga respirando, pero ya no vive, ni siente que no haga sólo respira.

Escucho entre mis pensamientos su canción y vuelvo a imaginar sus vidas. Ella soy yo y él es él. Y me duele ser ella, aunque no me duele la miseria que él carga, porque todavía no las entiendo y no conozco la pureza de sus sentimientos,  porque estoy siendo presa de su fuego, porque me está cortando las alas para liberar los miedos de sus culpas.

Cuando se percata de que estoy observándolo deja de tocar y arroja la guitarra sobre el sofá. Toma un trago largo de su vaso y camina hasta mí. Tiemblo hasta que siento sus dedos rayando mi piel, en realidad sólo los desliza , pero el cosquilleo es tan fuerte que duele. Aflojar las cuerdas de mis muñecas y me besa la frente. Huele mal,  alcohol,  a tabaco, a muerte, a restos de perfume.

-Vas a comer -dice.  No es una pregunta, ni un comentario suelto, es una orden.

Desata mis tobillos y me tiende una mano para ayudarme a levantar. Dudan tomarla pero necesito de él tanto como él  de mi. Las sombras de sus ojos se aclaran cuando mi piel roza la suya y sonríe. Quizá me ha encontrado en los recuerdos de su amada o le da gracia ver que estoy muerta de hambre.

Caminamos hasta la mesa, corre la silla y me siento. La velada a comienza cuando sus sentidos le marcan que es tiempo, me da de comer cuando siente que puedo acabarme en hambre. Lo  que fuese, le importa tenerme viva.

Prende dos velas mientras la comida termina de calentarse y en ningún momento me quita la mirada, pues no puede perderme de nuevo, no puede perder a la que vive en mi.

Coloca dos platos y sirve un poco de estofado rancio, se sienta a mi lado y con la mirada me obliga a comer, pero antes de que pueda meter el primer bocado levanta la cuchara y la mete sin más a su boca. Una risa desquiciada brota de su garganta mientras tira la comida de su plato en la basura y escupe sobre la alfombra.

-No vas a comer.

Vuelve a echarse sobre el sillón con el vaso de Whisky en la mano y enciende otro cigarrillo. Me quedo petrificada sobre la Silla hasta que sus párpados caen al ritmo de la luz del día y nos envuelve la oscuridad de la noche.

 

 



#11839 en Joven Adulto

En el texto hay: crimen, pasion, amor

Editado: 04.05.2019

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