Al día siguiente, cuando entré en el salón, me encontré a mi padre sentado a la mesa del comedor, con la barbilla apoyada en sus dedos entrelazados y una expresión seria en la cara.
—Siéntate. Margaret y Madison llegarán en cualquier momento.
Pasé por alto el tono con el que me había hablado y me acerqué a la ventana. Aparté un poco las cortinas para poder observar el exterior de la casa. La verja principal estaba abierta y el coche de Margaret no tardó en aparecer.
Cuando escuché las puertas del coche cerrarse de golpe, me aproximé a la mesa y me senté al lado de mi padre. Llamaron al timbre y Carmen se encargó de abrir la puerta.
—Bienvenidas, pasad. —Margaret y Madison entraron al recibidor—. Os están esperando en el comedor.
—Gracias, Carmen.
Mi padre no apartó su mirada de Margaret mientras entraba en el salón junto a su hija. En cuanto sus miradas se encontraron, ambos sonrieron.
Madison se sentó, procurando mantenerse alejada de mí, y mantuvo la mirada fija en la ventana que había a mi espalda.
Llevaba ropa deportiva y el pelo recogido en una trenza mal hecha. Parecía bastante cansada y no paraba de mover sus manos de un lado a otro nerviosa.
Yo no estaba nervioso, pero sí me preocupaba que mi padre estuviera con Margaret. No quería que ella sufriera lo mismo que mi madre.
—Madison, cariño, ¿no te quieres sentar a mi lado?
—No. —Cruzó los brazos sobre su pecho y lanzó una mirada desafiante a su madre—. ¿Por qué me has traído aquí?
—Queríamos hablar con vosotros sobre lo que visteis ayer.
—¿Qué quieres decirme, mamá? —le preguntó Madison, excluyéndome de la conversación—. ¿Qué os dejasteis llevar, que lo de ayer fue un error y que no volverá a pasar?
—No, quiero explicártelo todo porque no he sido del todo sincera contigo.
Esta era una conversación muy íntima, madre e hija, y yo no pintaba nada allí.
Quería irme a mi habitación, así que, moví lentamente la silla hacia atrás para irme. Me detuve bruscamente cuando mi padre me lanzó una mirada de advertencia.
—¿Lo de la aplicación de citas era mentira?
—No, claro que no. Rebeca me creó un perfil en esa aplicación para conocer a otras personas, lo que yo no sabía era que coincidiría con Will. Al principio, pensé si era buena idea hablar con él por ti Madison, por cómo te pudieras sentir si lo hacía, pero cuando tuvimos nuestra primera cita descubrí que es un hombre maravilloso y bastante divertido.
Me revolví incómodo en mi asiento al escuchar cómo Margaret definía a mi padre. Él le estaba mostrando su mejor cara, pero estaba claro que ella no lo conocía como yo.
—Íbamos a esperar un poco antes de contároslo, pero creo que después de lo que visteis ayer tenéis que saberlo. Margaret y yo estamos saliendo juntos. —Mi padre tomó la mano de Margaret entre la suya, pillándonos por sorpresa a ambos.
—Madison, cariño, no quería ocultarte la verdad, pero tampoco quería hacerte daño.
—¿Por qué crees que me iba a hacer daño que salieras con Will?
—Porque es el padre de tu exnovio.
Se formó un silencio incómodo a nuestro alrededor y la tensión se podía cortar con un cuchillo. Centré mi mirada en Madison para comprobar su reacción y nuestras miradas se cruzaron durante un segundo.
—No me hubiera molestado que salieras con Will si me lo hubieras contado. Yo siempre he sido sincera contigo y lo que más me duele es que tú no lo hayas sido conmigo —dijo con tristeza en la voz.
Margaret abrió la boca para decir algo, pero se quedó sin palabras al ver lo dolida que estaba su hija.
—¿Tenéis algo más que decirme? —Mi padre negó con la cabeza y Madison interpretó el silencio de su madre como un no—. Perfecto, tengo que estudiar y no puedo perder el tiempo en esto.
Madison arrastró la silla por el suelo y salió disparada hacia la puerta principal. Se marchó de casa dando un portazo, algo impropio de ella, pero después de todo lo que había ocurrido yo también habría actuado así.
—Lo siento mucho. —Margaret cogió su bolso de la silla y salió de la casa en busca de su hija.
* * *
—No me puedo creer que te hayas sacado el carnet de conducir —dijo James, a mi lado, tocando el salpicadero de mi coche nuevo.
Yo también estaba sorprendido.
Después de la charla que tuvimos Madison y yo con nuestros padres, tuve que presentarme al examen práctico de conducir.
Para realizarlo era obligatorio que me acompañara un adulto que tuviera el carnet, así que no dudé en llamar a Joseph, que también me prestó su coche para el examen.
En cuanto me senté en el asiento del piloto, con el examinador en el asiento del copiloto y Joseph en la parte de atrás, los nervios se apoderaron de mí.
Tenía miedo de que lo que había pasado me afectara y estuviera tan despistado que cometiera alguna falta que no me permitiera aprobar, pero todo salió mejor de lo que pensaba.
Por fin conseguí la libertad que tanto quería de moverme de un lado a otro sin depender de nadie.
De camino a casa, Joseph insistió en que nos detuviéramos en el mejor concesionario de la ciudad. Quería regalarme un coche, el Audi plateado de mis sueños.
Le insistí que no era necesario, que con el dinero que había ahorrado podía pagarme un coche más pequeño, pero me pidió que guardara ese dinero por si en un futuro lo necesitaba.