Me crié con inclinaciones religiosas, me gustaba escuchar hablar de Dios y asistía cada domingo a misa, entré a un club de lectura en la iglesia y habitualmente leía hasta en 3 sacristías el mismo día. Solo tenía 10 años y ya enseñaba a otros niños el evangelio. Cuando cumplí 14 nos trasladamos de ciudad a un pueblo en el que conocí muchas personas y hasta hoy conservo su amistad, pero no hablamos habitualmente, allí di mi primer beso, un chico de 15 años llamado David, bien dicen que el primer beso no se olvida porque aún recuerdo cada detalle y lo lindo que fúe mi amigo, sí, era mi mejor amogo,; desde ese día solo me gustaron los chicos como él: blancos, rubios, ojos verdes y delgados, era un papasito.
Un año después regresamos y continué estudiando en Medellín hasta graduarme del colegio, entré a la universidad a estudiar derecho y era buena estudiante al comienzo, muy dedicada y con buenas notas. Pero mi familia se fué a vivir a Segovia y yo me quedé sola en un apartamento pequeño que mi mamá pagaba, igual que todos mis gastos. Nunca tuvimos mucho dinero, solo lo necesario para vivir bien sin lujos ni derroche.
Durante todo el tiempo tuve una vida amorosa muy simple, uno que otro pretendiente pero ninguno trascendental, excepto mi David que siempre recordaba por darme mi primera emoción verdadera: mi primer beso.
A los 18 años dejé de leer en las misas y me bauticé en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de Los Últimos días.