No vayas a casa

Capítulo 29: Una simple sonrisa

 

Lo acunó en sus brazos, ignorando por completo la sangre en el suelo, y la que había manchado sus manos unos momentos antes. Iris se sentía fría, desprovista de calor humano físico tanto como mental, como si de un momento a otro todas las probables emociones, por causa de lo sucedido, hubieran pasado a un segundo plano, o quizás muerto de alguna forma, manteniéndose congeladas en una zona en donde, en esos momentos, resultaba imposible acceder. Era lo mejor en una situación como esa.

—Ven conmigo.

Ponerse de pie resultó una experiencia más difícil de lo que había imaginado, y no por el peso en sus brazos; tenía los miembros agarrotados, entumecidos por el mismo tipo de frío que había congelado todo dentro de ella, relegando al olvido, o a una zona muy lejana, todo lo demás en su vida. Sin embargo, pudo ponerse de pie, y lo hizo con lentitud, dejando que el peso de su propio cuerpo se asentara, que tomara nuevamente la posición vertical.

En esos momentos, la sala de su casa era el lugar más inhóspito del planeta, y cada objeto, cada cosa que en el pasado tuvo significado, ahora era sólo parte de la decoración de un páramo desconocido, y por completo inhabitable.

¿Cuánto tiempo se demoraría en llegar la policía?

De seguro, Juan Miguel entendería, y se quedaría fuera al menos hasta el momento en que llegaran las autoridades; pero eso no tardaría en pasar, nunca había sido necesario a en esa propiedad, y después de esa jornada, ya nunca lo sería.

Por un momento, tuvo la extraña idea de ir hasta el mueble en donde estaba el teléfono fijo, que con una diminuta y brillante luz púrpura anunciaba una llamada perdida; luego reaccionó en que, en verdad, no importaba nada en ese momento, inclusive siendo aquella llamada el sonido que escuchó entre los gritos del atacante y sus propios alaridos y que en su instante no tuvo oportunidad de reconocer. ¿Habría cambiado algo, en cualquier caso, que lograra darse cuenta de que era una llamada, y tomado el teléfono para pedir ayuda? Se dijo que no, que aunque lo recién pasado era parte de una pesadilla, en tiempo real lo que había transcurrido era bastante poco, acaso un par de minutos en donde la acción de nadie habría podido ser efectiva más que la realizada por quien estuviera dentro de la casa.

Su casa.

Durante tanto tiempo fue el sitio en donde se sentía segura, donde sabía que su pequeño estaba a resguardo, el sitio al que le dedicó atención, cuidados y también amor; siendo una agente inmobiliaria, ella fue quien eligió cada característica del sitio, para que la luz diera de la forma correcta, proporcionando iluminación natural sin sofocar, y permitiendo al mismo tiempo disponer de un ambiente cómodo. Ella escogió la mayor parte de la decoración y con el paso de los años la modificó paso a paso, agregando detalles, cambiando cuadros y adornos, solucionando pequeños problemas de espacio, reordenando para conseguir mejor adaptación. Cambiando las cosas de sitio para que Benjamín, en su crecimiento, no se lastimara ni pudiera causar un accidente.

Su casa.

La conocía tan bien, había dedicado tiempo y atención a un sitio que, en tan sólo algunos minutos, había dejado de tener sentido por completo para ella; nada en el interior de ese lugar le pertenecía, o acaso era ella quien había cambiado tanto que ya no podía estar allí. De pie a pocos centímetros de la puerta de la cocina, miró al suelo, y se extrañó de ver el cuerpo de él, inmóvil a centímetros de la puerta sobre la superficie, con la sangre ya no manando, pero vívida, de un color rojo tan intenso que parecía irreal. Estando de pie, al menos, no era posible ver su cara, de forma que podía engañarse a sí misma y pensar que al menos había muerto con los ojos cerrados; sin embargo sabía que no era así, que de alguna manera estaba viendo, que dentro de su cabeza estaría viéndola para siempre, con esa expresión terrorífica y amenazadora. Jamás se iría.

—Iremos arriba.

Había estado arriba unos momentos antes, se dijo, y ahora ir ahí era algo por completo distinto. No era su cuarto, nada de eso le pertenecía, desde el momento en que él entró por esa puerta. Hizo el rodeo lo más amplio que pudo, evitado tocar el cuerpo, sintiendo de forma casi irracional que existía el peligro, incluso entonces, de quedar otra vez a su merced como en la anterior. Por momentos el peso que llevaba en las manos parecía tan poco, tan ligero, pero al mismo tiempo su importancia era tan determinante, que podría pesar más que su propia vida.

Cuando al fin el cuerpo tendido en el suelo dejó de estar en su campo visual, quizás debió haberse sentido un poco menos presionada, pero resultó justo de la forma opuesta, porque no podía verlo, y por ende no podía ver el sitio en que se encontraba o lo que estuviera pensando hacer. ¿En eso consistía entonces, el terror? ¿No se trataba de qué tan horrenda podía ser la realidad a la que te estuvieras enfrentando, sino de las infinitas posibilidades que esa realidad podía dibujar es en tu interior? Pensó que, tal vez, nunca podría volver a estar en un sitio, completamente ignorante de lo que sucediera alrededor, ni distraída al punto de no prestar atención. No, y, nunca podría sentirse en total libertad, parque la sombra de ese ser demencial estaría por siempre tras ella, caminado en silencio, un cuerpo sin volumen ni personalidad que le sonreiría indefinidamente desde un sitio tan lejano que no podría alcanzarlo, y al mismo tiempo tan cercano, y perpetuo. Al llegar al pie de la escalera sintió una momentánea debilidad, no por la distancia a subir, ni siquiera por el recuerdo de la pelea que no pudo terminar de la forma correcta, sino por algo mucho más sencillo, aunque abstracto. El cuadro de sobremesa con el que dio el golpe estaba totalmente destruido, y sus partes desperdigadas por el suelo al pie de la escalera y en los escalones; la base de madera y la foto a él adherida también habían cedido a la presión, rompiéndose en tres partes: se trataba de una foto de ella, tomada en los años de universidad, incluso antes de que su padre enfermara. Al parecer, ese trozo de papel digitalizado, ahora roto, sería la última sonrisa que tendría en su vida.



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En el texto hay: misterio, paranormal, terror

Editado: 03.11.2020

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