DE MARK
Dispersión de la luz.
Fue ella la que, a una edad muy temprana, cambió mi conciencia y me dirigió hacia el camino de la ciencia. En algún curso de la escuela, al recibir el libro de física al comienzo del año, como era mi costumbre, lo abrí y comencé a hojearlo por el final. Hacía eso con todos los libros, y en ese momento, la verdad, odiaba la física.
Esa materia la impartía una profesora desagradable y muy tonta. La llamábamos "probeta". Pues bien, la probeta nos inculcó a casi todos una aversión por la física. En ese libro, tropecé con un capítulo sobre la dispersión de la luz. Lo leí y me iluminé. Según el material, un rayo de luz incide sobre un objeto y se refleja. Dependiendo del material del objeto, refleja un espectro diferente de luz. Algunos reflejan el espectro rojo, otros el azul, otros absorben completamente la luz y por eso son de color negro. Por ejemplo, la nieve refleja completamente el rayo de luz.
¡Me impresionó profundamente! Recuerdo haber pensado entonces: así que no son los objetos los que tienen color, sino que solo la luz reflejada tiene ese espectro. Si la luz fuera diferente, los colores serían otros. ¡Qué convenciones decir que la hierba es verde y la tierra es negra!
En fin, fue entonces cuando por primera vez se instaló en mi mente un modelo de pensamiento según el cual todo es relativo…
Llevo tres días sin salir del apartamento. Desconecté el teléfono. Como cada vez menos. Me siento y pienso, pienso, pienso. Y a veces simplemente caigo en la oscuridad. En un lugar donde no hay luz, y por lo tanto, no hay límites entre los objetos. Todo se vuelve indiferenciado cuando desaparece la luz.
Miramos al cielo y vemos estrellas, pero algunas de ellas ya pueden no existir. La luz tarda millones de años en llegar a nosotros. Algunas galaxias, que los científicos observan con potentes telescopios, están a millones de años en el pasado. Para nosotros. Vemos su pasado. ¿Lo captas? Vemos el pasado de las galaxias.
¿Qué es mi apartamento? Un espacio limitado. Tiene coordenadas concretas y leyes físicas. En la Tierra todo parece predecible. Pero en cuanto una persona o su pensamiento traspasa los límites de nuestro planeta, todo se vuelve relativo. Es como si el tiempo y el espacio jugaran al escondite entre ellos.
Imagina una estrella gigantesca. Como nuestro sol, pero millones de veces más grande. Comienza a encogerse, su densidad aumenta, la gravedad en su superficie se intensifica, el espacio-tiempo a su alrededor se curva. Por eso, cada vez es más difícil que algo se aleje de su superficie. En algún momento, la gravedad se vuelve tan fuerte que ni siquiera la luz puede escapar. Alrededor de la estrella se forma un horizonte de sucesos, más allá del cual nada puede salir. No se ve esa estrella. Pero está ahí. ¿Adivinas qué es?
Un agujero negro.
Un objeto cósmico donde reina el cero absoluto. La gravedad dentro de un agujero negro es infinita. El tiempo no existe. Se ha detenido. Todas las leyes físicas que conocemos dejan de aplicarse allí. El agujero lo atrae todo y lo devora.
En su momento, los científicos se reían de la hipótesis de los agujeros negros. Eran como leyendas sobre dragones. Ahora ya nadie se ríe. En el centro de nuestra galaxia hay un agujero negro supermasivo. ¿Saben alrededor de qué gira nuestro sistema solar? Exactamente...
Y en el mismo centro del agujero negro hay un punto de singularidad. ¿Sabes qué es? Un intento de los científicos de nombrar aquello que no se puede nombrar ni comprender. Infinito en un solo punto. O un paso a otros mundos. Como prefieras...
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Editado: 15.07.2025