Nobleza Híbrida

XXVII

Una vez dije que la naturaleza me genera paz, que mi ser se hallaba a gusto con esta clase de entornos, sin ningún humano o noble que juzgara mi ya maldecida formación genética, donde nadie me pudiese escudriñar con la mirada, donde la ausencia de los susurros ya no serían más esas dagas impregnadas de veneno que me emponzoñaban el alma. Donde podría ser libre, restaurar los fragmentos de una vida a la cual no se le ha permitido florecer, crear un lugar al cual por fin podría llamar hogar. No sería una humana, tampoco una nobleza y mucho menos una hibrixter, simplemente sería yo.

Ahora caigo en cuenta que siempre me he aferrado a ese patético sueño de niños, no hay lugar en Midgadriel que sea seguro, cada vasto rincón de este mundo es una prisión para mí, una trampa tras otra en la cual podría caer en cualquier momento. Desde que nací, he deambulado descalza a través de un sendero atestado de individuos que lo único que han hecho es arrojar clavos y vidrios rotos en mi trayecto por la vida sólo para que deje un rastro de sangre, un legado de insultos, abusos y maltratos que dictará a futuras generaciones lo que se debe hacer contra personas con mi linaje. Eso es parte del pasado y quisiera decir que no formará parte de mi futuro, pero aún me sigo sintiendo como una presa en acecho desde las sombreas. En cualquier segundo podré caer y jamás levantarme.

Nunca me había sentido tan aterrada e intimidada como lo estoy ahora, el encuentro con Dart en el bosque fue lo más cercano que estuve de la muerte y la presión de las miradas de los nobles en la corte cuando se dictaminó mi sentencia por poco me ahoga en aquella silla esperando el veredicto que dictaría el destino de mi vida. Aun presiento que me encuentro en esa silla y mi juicio no ha acabado, tengo dos opciones: o muero, o vivo, y en esta ocasión, la jueza soy yo y seré la encargada de dictar mi laudo. Pero en este momento, puede que me esté enfrentando a uno de los juicios más fuertes de los cuales he tenido que afrontar en mi escandalosa existencia. Y cuando digo que puede, se debe a que, si salgo invicta de esta, es porque algo mucho peor me deparará el futuro.

Un estruendoso relámpago notifica que es momento de iniciar la segunda etapa: la incursión, la cerrera hacia lo desconocido, una exploración suicida, los Riscos de Lenus, donde la probabilidad de salir con vida de esta zona montañosa es de casi del cero por ciento. No creo pertenecer a ese casi, me he de enfrentar a bestias que jamás he visto y que aun soy ajena a su existencia, combatiré a muerte contra otros nobles con más experiencia que la que yo poseo y, por si fuera poco, existe una alta probabilidad que me tope con un sinibrer. Soy un cero, un numero cuyo valor significa nada en absoluto. Soy nada, un cero absoluto que intenta aparentar ser un cien con la ayuda de una familia real que busca callar a los otros reinos de que sí puedo sobresalir en su sociedad narcisista. Me he querido engañar con esa idea, pero creo que es momento de volver a la realidad y hacerme recordar que mi verdadero ser siempre será esa chica pordiosera del Mancillar que buscaba sobrevivir a toda costa, a pesar de que internamente anhelaba su muerte para acabar con su sufrimiento. Creo que la espera ya ha acabado.

No estoy sola, pero al mismo tiempo lo estoy, cuatro nobles componen mi equipo, dos de ellos son mis enemigos y dos de ellos me han mostrado su soporte, en este momento debemos ser unos hipócritas, ya que todos nos necesitamos para aprobar. No confíes en nadie, más que un recordatorio, es una clara advertencia que tengo presente desde que entré a este mundo, aunque mis defensas han fallado con algunos nobles de Aqueser, no me puedo dar el lujo de que suceda lo mismo en la extracción, la traición está en la mente de todos los aspirantes, quieren aprobar a toda costa, incluso si eso significa apuñalar a un aleado en la espalda para conseguirlo. Me aterra confirmarlo, pero yo también lo haría, si he de sobrevivir en esta prueba siendo una canalla como ellos, entonces no he de sentirme avergonzada. Es de sentido común, si ellos me quieren matar, debo empuñar el cuchillo antes que ellos.

La incursión consiste en completar un rompecabezas conformado por ocho piezas, hasta el momento poseemos una, mientras que las otras las poseen los nobles que accedieron por diferentes entradas o, también se encuentran localizadas en los Risco de Lenus, resguardadas por bestias o ubicadas en zonas peligrosas. La segunda fase en sí consiste en como resguardar nuestras vidas y no morir en el intento mientras localizamos los fragmentos restantes de lo que parece ser el árbol de Obelarium.

—Es como buscar una aguja en un pajal —expresa Lamec cuando nos detenemos cerca de un árbol.

Los riscos de Lenus es una zona amplia, nos tomaría días en encontrar a los otros nobles que poseen las otras piezas, incluso si ellos intentaran encontrarnos primero, la demora persistiría, son kilómetros tras kilómetros entre las diferentes entradas, no nos los dejarán tan fácil. No fuimos el único grupo que entró por la entrada tres, otros grupos de nobles avanzan a toda prisa, no son un problema hasta ahora, poseemos la misma pieza, pero cuando uno de nosotros encuentre una distinta, ya seremos adversarios. Todos lucen apresurados, corren directo a la boca del lobo, puede que esté equivocada, pero si con eso piensan que encontrarán las piezas en el menor tiempo posible y salir invictos de esta, están cometiendo un grave error. Creo que tengo un punto a favor al saber un poco como funciona la supervivencia en este tipo de zonas y lo peor es correr sin sentido alguno, sin analizar el área en el que se encuentran, sobre todo al estar en un lugar cuya fama es su alta mortalidad.



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En el texto hay: principes y reyes, magia elemental, magia

Editado: 19.04.2021

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