La reina agita su mano para que los guardias se aparten, mueve sus dedos con lentitud y elegancia, creando así de la nada una aureola de agua, está utilizando la humedad del ambiente. De repente, se torna brillante y escarchada.
—Agua mística —pronuncio en voz baja.
—Así es —dice con una voz dulce y armoniosa—. ¿Me permitirías curarte?
—Sí —suelto en susurro apenas audible.
La reina levanta mi blusa y siento como coloca la aureola en mi espalda, un frío me recorre el cuerpo y en menos de un segundo, el dolor desaparece. La mujer a mi lado se pone de pie y me tiende su mano, la cual tomo con pena, para luego imitar su acto.
—¿Mejor? —pregunta.
—Sí, gracias, su suma monarca —respondo.
—Por favor, no me llaméis así, llamadme Clarisse.
—No puedo, eso sería una total falta de respeto, mi reina —replico.
—Entonces, reina Clarisse para no perder la formalidad —expresa con una sonrisa que me contagia—. Disculpad a mis soldados, veo que el entrenamiento para endurecer sus corazones está funcionando perfectamente, tanto que se les olvida como deben tratar a una dama.
La reina Clarisse se vuelve para observar al solado que intento azotarme, el cual baja su cabeza avergonzado y deshace el látigo de agua. Siento como una mano sujeta la mía e instintivamente mi vista se posa sobre la reina, quien me observa con una sonrisa en el rostro, pero ésta desaparece en menos de un segundo al ver la cicatriz en mi mejilla.
—¿Cómo te habéis hecho esto? —pregunta mientras que sus dedos recorren la marca que me dejo el noble de Zerstodow.
—He tenido un...
—¡Clarisse!
La voz de otra mujer me interrumpe, ambas nos volvemos a la dueña de la voz, encontrándonos con una dama hermosa, con facciones finas como las de la reina, pero más perfiladas, su cabello es largo, el cual rebota con cada zancada que da, va vestida con un vestido azul ceñido al cuerpo, realzando su esbelta figura. Baja las escaleras con elegancia y no puedo evitar sentirme intimidada ante su presencia. Al aproximarse a nosotras, levanta su mano, creando con rapidez una esfera de agua y en menos de un santiamén, mi cuerpo es impulsado por la pompa acuosa que explota contra mí.
—¡Miranda, no! ¿Por qué habéis hecho eso? —La reina Clarisse corre hasta mí, pero un remolino de agua se forma a su alrededor, aprisionándola. Sin embargo, la reina con un simple movimiento con su mano, lo deshace—. ¿Con que osadía te habéis atrevido, Eryx?
Un hombre alto y fornido se posiciona al lado de la mujer que se hacer llamar Miranda; posee rasgos duros y severos, con una espesa barba azulada que asienta la rectitud de sus facciones. Con un sutil chasquido de dedos, hace que una gran masa de agua se eleve de la fuente y la deja caer sobre mí, el cuerpo acuoso entra en movimiento, hasta que deja mi cabeza libre para que pueda respirar. Sigue con el ajetreo y se detiene al adquirir una forma, mis ojos se abren de par en par al detallarla, se ha transformado en una especie de calamar gigante.
—Se le llama Animación de wunderment —suelta el hombre buscando disipar mis dudas. Lo detallo minuciosamente y mi vista se clava en el objeto brillante que decora su cabeza, es el rey de Aqueser.
—¡Eryx, no era necesario que la tratases de esa forma! —Brame la reina Clarisse.
—Te recuerdo que esta chica ha venido a un juicio, no a un acto de caridad.
—¿Y acaso opuso alguna resistencia?
—No, pero tampoco merece ser tratada con clemencia.
El rey se da la vuelta agitando la capa de su elegante traje con fuerza, el calamar comienza mover sus tentáculos para seguir los pasos de su invocador e ingresa de igual forma al castillo.
Los colores que predominan en la fachada también son los que decoran el interior del palacio, ganando dominio el oro, el cual brilla con intensidad al recibir los rayos de sol que atraviesan los grandes ventanales. El piso es de un deslumbrante porcelanato blanco, en el cual se reflejan nuestras figuras, mientras que el techo sigue con la fiel combinación entre zafiro y agua mística.
Todos avanzan a través del pasillo en un silencio sepulcral, haciendo que se intensifique el sonido de sus calzados al impactar contra el porcelanato, y en el caso del calamar, un chapoteo cada vez que uno de sus tentáculos toca el suelo.
—Te desconozco, Eryx —suelta la reina rompiendo el silencio.
El rey simplemente inhala profundamente y gira su cabeza para observar a su alrededor, se detiene y se vuelve hacia mí, toca al calamar con su dedo índice y presencio como el iris de sus ojos se ilumina, la animación que me mantiene cautiva se deforma, dejándome libre, el rey bate una de sus manos y toda el agua que utilizó para realizar la invocación sale por una de las ventanas.
—Debéis tened cuidado en como actuáis, Clarisse —dice.
—¿A qué te refieres? ¿Nos estaban observando? —pregunta la reina, recibiendo como respuesta un asentimiento de cabeza por parte del rey— Pero, no los he visto por ningún lado cuando he salido.
—Porque han estado ocultos en una de las torres, además, no importa si nos están observando o no, debéis controlad vuestras emociones en público, a pesar de todo, ella es una hibrixter y no debe recibir un trato agradable por parte de la realeza... —El rey se vuelve hacia mí y ya no detecto esa rectitud en sus facciones, sino todo lo contrario, compasión— Pero recalco, no en público. Lamento lo de hace un rato, Adara. No le quise asustar y mucho menos lastimar.